
LOS PROFESIONALES
Por Mex Faliero
Por estos meses El día del Chacal, el thriller clásico de Fred Zinnemann de 1973, gozó de cierta popularidad retrospectiva a partir de la serie protagonizada por Eddie Redmayne, exhibida con bastante éxito aquí por la plataforma Disney+. En redes se han visto algunas secuencias, donde se puede observar con exactitud la manera en que esta producción homenaje aquel film hasta el límite de la recreación fidedigna en algunos planos. Y no está mal que la película de Zinnemann pueda ser recuperada por algún espectador contemporáneo, porque servirá como demostración empírica de por qué aquel cine tenía un aura casi mitológico para la construcción de imágenes imperecederas, mientras en la actualidad todo el cine parece agotarse en su mismo presente (el cine o las series, como en este caso). Basada en un best seller de Frederick Forsyth, la historia imaginaba -a partir de hechos reales- un intento de asesinato contra el militar y estadista francés Charles de Gaulle. En un momento histórico donde la tensión y la paranoia se habían apoderado del entorno, el cine se iba enroscando cada vez más hacia una incertidumbre y una visión pesimista. En ese marco -y con el asesinato de John F. Kennedy a la vuelta de la esquina- un magnicidio de tal dimensión, contra uno de los principales líderes en la derrota del nazismo, era un acontecimiento que trascendía la ficción.
El día del Chacal es una película sobre profesionales, que sigue con metódica obsesión el paso a paso de las dos extremos de un mismo conflicto. Por un lado vemos a las agencias de seguridad investigando el rastro del Chacal, involucrando a varios especialistas que entrecruzan datos y especulaciones hasta la llegada del Lebel de Michael Lonsdale, un investigador implacable, que es quien termina dando con la pista principal. En el otro extremo tenemos al Chacal de Edward Fox, un asesino a sueldo británico contratado por una organización terrorista francesa empeñada en la empresa de atentar contra De Gaulle. Zinnemann confió en un actor desconocido por entonces como Fox para generar una tensión mayor en el espectador, objetivo logrado a partir de la pétrea interpretación del actor, que le adosa un toque de misterio a un personaje singular en su capacidad para adaptarse a las vicisitudes que tenga su plan, e inclemente para eliminar cabos sueltos sin el mínimo atisbo de emoción. El día del Chacal presenta a los personajes en su mundo, no los suelta de ese lugar ni nos permite conocer mucho más allá de eso, a diferencia de la serie que en su principal modificación introduce el aspecto familiar de los personajes e intenta debilitarlos precisamente allí, en lo vincular, en lo sentimental, en el fracaso de poder articular su trabajo con la familia. En la película de Zinnemann lo que importa es la planificación del paso a paso, con el magnicidio operando como gran zanahoria que moviliza a los personajes y a los espectadores, y donde el montaje es un elemento clave.
Y hay otro detalle para nada menor. Si en la película el objetivo es Charles de Gaulle, uno de los personajes más importantes de la geopolítica del Siglo XX, una personalidad -como dijimos- clave en la resistencia de Francia contra el nazismo, la posibilidad de su asesinato (en la vida real había muerto pocos años antes del estreno del film) generaba un nivel de conmoción propia de un tiempo donde la política no sólo tenía la capacidad de debates más trascendentes, sino que era un espacio de mayor disputa de poder. La serie, por lo tanto, sin ninguna necesidad de verismo o cercanía directa con un detalle histórico, lo que hace es pensar que la víctima es uno de estos genios tecnológicos con el poder suficiente como para sacar al mercado un sistema que deje al desnudo a los ricachones del mundo. Aquí la política no se hace presente ni en las víctimas ni en los victimarios, evidenciando tal vez que hoy el poder real está en otro lado, en los Elon Musk, en los Mark Zuckerberg. El día del Chacal, la película, tiene además esa doble virtud: es por un lado un notable entretenimiento, un thriller áspero y narrado con el pulso de un reloj, que a la vez se anima a especular con el vacío en la debilidad del poder, en una finitud inconsciente pero posible. Y un cine de otro tiempo, donde las imágenes en su combinación con el ritmo tenían todavía la capacidad de atrapar al espectador sin la necesidad del impacto constante. El día del Chacal avanza segura de que observar pasivamente la planificación de un magnicidio despierta el suficiente interés en el espectador. El arte de narrar, que Zinnemann, otro profesional, conocía como pocos.
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