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Hazme el favor

Título original: No hard feelings
Origen: EE.UU. 
Dirección: Gene Stupnitsky
Guión: Gene Stupnitsky, John Phillips
Intérpretes: Jennifer Lawrence, Andrew Barth Feldman, Laura Benanti, Matthew Broderick, Natalie Morales, Scott MacArthur, Ebon Moss-Bachrach, Hasan Minhaj, Jordan Mendoza, Amalia Yoo, Quincy Dunn-Baker
Fotografía: Eigil Bryld
Montaje: Brent White
Música: Mychael Danna, Jessica Rose Weiss
Duración: 103 minutos
Año: 2023


7 puntos


CONTRA LAS GENERACIONES DE CRISTAL

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Contra todo pronóstico, luego de unos cuantos años donde se dedicó a acumular premios, nominaciones y franquicias, Jennifer Lawrence se despacha con lo que los norteamericanos denominan como “raunchy comedy”, o lo que por nuestras latitudes llamamos “comedia escatológica”. Es decir, con una película que parece ir contra la corriente del mainstream actual, porque estamos hablando de un género que, a pesar de contar con numerosos éxitos a lo largo de las décadas, en los últimos años, dominados por una corrección política que roza lo puritano, ha quedado relegado mayormente al streaming. Más aún si lo pensamos en relación con una estrella consagrada como Lawrence, que con su prestigio acumulado no encaja con el perfil políticamente incorrecto.

Pero la sorpresa que constituye Hazme el favor -muy impreciso título en castellano para el original No hard feelings, que podría traducirse como “Sin resentimientos”- se potencia porque desde su estructura formal, narrativa y hasta ideológica parece enfrentarse con el discurso dominante en el Hollywood actual. Es un film que no solo se dedica a acumular situaciones humorísticas en base a chistes que sacuden la modorra del espectador, incluso a riesgo de no acertar del todo en algunas ocasiones. Además, es capaz de delinear un retrato generacional, pero en plural: no es solo una, sino varias las generaciones que caen en la volteada, sin escatimar acidez, pero también con una inteligencia y sensibilidad que le permiten ser mucho más certera. Quizás en eso tenga mucho que ver el director y coguionista Gene Stupnitsky, que ya había demostrado en Chicos buenos que no tenía ningún problema en ir contra la corriente.

Como suele darse con este tipo de relatos, Hazme el favor tiene una protagonista que es un desastre en casi todo sentido. Se trata de Maddie (Lawrence), una treintañera que no solo está a punto de perder la casa que heredó de su madre fallecida hace unos años, sino que encima acaba de quedarse sin auto, con lo que no puede hacer su trabajo como conductora de Uber. Sin embargo, se topa con un anuncio de trabajo donde unos padres, tan adinerados como controladores, buscan a alguien que “salga” con Percy (Andrew Barth Feldman), su tímido hijo de 19 años, antes de que se vaya a la universidad. El pago para sacarle timidez y darle experiencia al muchacho es un rendidor auto, por lo que Maddie no lo piensa mucho antes de aceptar la tarea que, sin embargo, la hará replantearse unas cuantas cosas sobre su vida y su mirada.

Hay una secuencia en una de esas típicas fiestas pre-universitarias que, desde la exageración creíble, resume a la perfección el paisaje que retrata Hazme el favor: allí vemos como hay una generación de jóvenes que encuentran en el discurso políticamente correcto -ese dedicado a vigilar que nadie sea o parezca algo malo, como homofóbico o racista- una nueva herramienta para marginar, juzgar o, básicamente, hacer bullying, mientras eluden cualquier otro tipo de experiencia mínimamente riesgosa. Y, al mismo tiempo, a una generación de padres que protegen hasta el extremo a sus hijos con la excusa de ser compinches, piolas y empáticos. Ese mundo donde no se admite el dolor es que el habitan también, por diferentes vías, Maddie y Percy: la primera porque prefiere quedarse estancada en una vida mediocre y sin riesgos, con su pasado justificando su falta de horizonte y la incapacidad de soltar; y el segundo no solo por la sobreprotección de sus padres, sino también por el miedo constante a experimentar desde el sexo y el amor, hasta el mero acto de conocer a otra gente. A esa forma de vida, que se ha convertido en una marca de época -con las redes sociales potenciando todo- es que la película de Stupnitsky deconstruye sin muchas vueltas y, principalmente, sin culpa.

Esa falta de culpa es la que permite que Hazme el favor sea un film ligero en todo sentido, a tal punto que no tiene ningún problema en recurrir a toda clase de instancias escatológicas con bienvenida inteligencia. Eso y la presencia de Lawrence, que pone el cuerpo en todo sentido: como pocos personajes en los últimos años, Maddie es alguien que queda completamente expuesta, física y sentimentalmente. Ese camino de aprendizaje que emprende junto a Percy -lo de Feldman es también muy bueno y todo un descubrimiento- es en parte hilarante, en los últimos tramos conmovedor y siempre honesto, en buena medida porque tiene en cuenta el contexto social, pero no elude las responsabilidades individuales. Hazme el favor rompe unos cuantos cristales generacionales, lo cual es sumamente bienvenido.


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