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Sin novedad en el frente

Título original: Im Westen nichts Neues
Origen: Alemania / EE.UU. / Reino Unido
Dirección: Edward Berger
Guión: Edward Berger, Lesley Paterson, Ian Stokell, basado en la novela de Erich Maria Remarque
Intérpretes: Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Aaron Hilmer, Moritz Klaus, Adrian Grünewald, Edin Hasanovic, Daniel Brühl, Thibault de Montalembert, Devid Striesow, Andreas Döhler, Sebastian Hülk, Luc Feit, Michael Wittenborn, Anton von Lucke, Michael Pitthan, Joe Weintraub
Fotografía: James Friend
Montaje: Sven Budelmann
Música: Volker Bertelmann
Duración: 148 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix


6 puntos


POCAS NOVEDADES EN EL FRENTE

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Tercera adaptación de la novela de Erich Maria Remarque -que ya había sido llevada al cine en 1930 (ganó el Oscar a la mejor película) y en 1979-, Sin novedad en el frente no llega a ser un film que renueve, aunque sea mínimamente, el género antibelicista. Esto no la hace una mala película: es un relato correcto en su estructuración narrativa, con un despliegue de producción impactante y varios picos dramáticos considerables. Sin embargo, no llega a consolidarse como una obra de referencia y solo se sostiene en base a una serie de impactos aislados.

El film de Edward Berger es bastante fiel al relato de Remarque, que a su vez estuvo inspirado en las propias experiencias del autor como soldado del ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. Es una crónica, hilvanada desde los ojos de un joven soldado llamado Paul, que muta de la ilusión y la confianza en el triunfo de la nación alemana al desencanto y la desesperación a medida que va transitando por los horrores del frente de batalla occidental. Aunque en realidad, el tramo “de ilusión” es ciertamente breve, porque la película busca casi enseguida retratar con la mayor verosimilitud posible lo que fue la llamada “guerra de trincheras”, en la que los bandos enfrentados permanecían estancados en sus posiciones a pesar de las sanguinarias batallas. Lo que vemos entonces es una odisea casi constante para Paul, una lucha permanente por la supervivencia mientras va perdiendo amigos y colegas a causa de las balas y las bombas enemigas.

Podría decirse que los referentes inmediatos de Sin novedad en el frente son las versiones cinematográficas previas o incluso el mismo libro, y eso no dejaría de ser cierto. Pero en verdad la puesta en escena de Berger dialoga mucho más con el cine bélico de las últimas décadas: no solo la reciente 1917, que abordaba el mismo evento, pero desde el bando británico, sino también Cartas desde Iwo Jima, otro relato desde el punto de vista de los perdedores de un conflicto armado; Rescatando al soldado Ryan, con su realismo casi cruel; y hasta La delgada línea roja, a partir de su intento de reflexión poética a través del paisaje. Pero quizás la gran referencia termine siendo otro film bélico alemán, El barco, que era también una crónica terminal de una derrota no solo militar, sino también ética y moral. De todos esos films se alimenta Sin novedad en el frente, en un proceso que es casi de acumulación, como si buscara -bastante infructuosamente- desarrollar una personalidad propia a partir de la suma de elementos ajenos.

Pero, además, el film de Berger agrega un componente adicional, que consiste en intercalar las vivencias de Paul y sus compañeros en el campo de batalla con las negociaciones diplomáticas para arribar a una tregua entre los alemanes y sus adversarios, que terminará siendo en verdad una rendición incondicional de los primeros. Allí es donde entra en juego el personaje interpretado por Daniel Brühl, el encargado principal de conseguir un acuerdo y que es al mismo tiempo el verdadero eje moral de la película, alguien que en cierto modo expresa el punto de vista de los realizadores no solo sobre las implicancias del conflicto, sino también sobre las posteriores consecuencias de la frágil paz conseguida a través del Pacto de Versailles. Es, a la vez, un instrumento de subrayado ideológico bastante subrayado y casi a contramano de lo que pretende contar el relato.

Igualmente, se debe reconocer que el vía cruxis que diseña Sin novedad en el frente no deja de ser angustiante y, a la vez, atrapante. Ahí cumple su objetivo, tanto desde las secuencias de enfrentamiento, como desde los momentos de calma antes de los estallidos de violencia. Eso le permite justificar un cierre desolador que podría calificarse como arbitrario, pero que cobra lógica a partir del camino trágico planteado.


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