Título original: Nightmare alley
Origen: EE.UU. / México
Dirección: Guillermo del Toro
Guión: Guillermo del Toro, Kim Morgan, basado en la novela de William Lindsay Gresham
Intérpretes: Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette, Willem Dafoe, Richard Jenkins, Rooney Mara, Ron Perlman, Mary Steenburgen, David Strathairn, Mark Povinelli, Peter MacNeill, Holt McCallany, Paul Anderson, Lara Jean Chorostecki, Jim Beaver, Clifton Collins Jr., Tim Blake Nelson, David Hewlett, Sarah Mennell
Fotografía: Dan Laustsen
Montaje: Cam McLauchlin
Música: Nathan Johnson
Duración: 150 minutos
Año: 2021
6 puntos
EL OSCURO CIRCO DE LOS MARGINALES
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
El cine de Guillermo del Toro siempre estuvo focalizado en los deformes, en los marginales, en esa gente que está siempre en los bordes del sistema, por contexto o por decisión propia. Eso quizás lo convierta en una especie de heredero del cine de Tim Burton, a partir de cómo convierte ese aspecto temático en nudos centrales de sus construcciones estéticas y narrativas, que logran atravesar diversos ensamblajes genéricos. Claro que ese parecido con el realizador de Beetlejuice juega a favor y en contra: al igual que Burton, del Toro cae a veces en la pose visual y el gesto lindante con lo demagógico. Si las películas de Hellboy son puro movimiento en los márgenes, La cumbre escarlata se queda en el preciosismo visual y varios pasajes de El laberinto del fauno y La forma del agua caen en una corrección política un tanto obvia. Por momentos, no queda claro cuánto le gusta a del Toro apartarse de la norma o si en verdad solo quiere estar en el centro del prestigio hollywoodense.
Esa tensión entre la reivindicación de la otredad y la necesidad de pertenencia al campo dominante vuelve a aparecer en El callejón de las almas perdidas, que igual es una película con una cuota importante de riesgo. Para que quede claro: solo porque venía de ganar el Oscar es que del Toro pudo filmar esta película oscurísima que, a pesar de estar repleta de estrellas, está lejos de poder convocar público a un nivel masivo. Más aún en estos tiempos pandémicos, que tienden a ahuyentar a los espectadores adultos de las salas. El realizador podrá filmar Pinocho para Netflix, pero hay que reconocerle su voluntad un tanto suicida de mantener un pie en la pantalla grande y llevar a cabo esta nueva adaptación de la novela de William Lindsay Gresham, que ya había sido llevada al cine en 1947.
Con el material literario como base, del Toro se propone construir un policial negro en la línea del film noir que tuvo un auge entre la década del 30 y la del 50, uno de esos relatos repletos de seres amorales y que se adivinan trágicos desde el primer minuto. En este caso, situado durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial y centrado en Stanton (Bradley Cooper), a quien ya en el arranque lo vemos enterrando un cadáver y huyendo hacia ninguna parte. Ese escape sin rumbo lo llevará a cruzarse con los variopintos integrantes de un circo nómade, de los que aprenderá todos los trucos posibles para engañar a ese público incauto y crédulo, que está siempre predispuesto a dar como ciertos todo lo que ve, o cree ver. En general silencioso, pero también encantador a su manera, además de conscientemente corrupto, Stanton emprenderá un camino “artístico” propio, que le permitirá montar un espectáculo en el que pretende ser una especie de mentalista, y que lo llevará a cruzarse con una psicóloga (Cate Blanchett), con la que entablará una alianza para estafar gente que será tan productiva como peligrosa.
No es casualidad que El callejón de las almas perdidas se ocupe de remarcar numerosas veces la época en la que transcurre, tratando de poner en crisis una época idealizada por el imaginario histórico estadounidense y hasta intentando trazar un retrato sobre esas clases bajas que estuvieron atravesadas por las secuelas de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, y que, cuando intentaban tomar aire, les tocó afrontar un nuevo conflicto bélico tras el bombardeo a Pearl Harbor. Stanton es alguien que busca escapar de esa condición social mediante la trampa constante, engañando a integrantes de las clases privilegiadas e incluso reivindicando su condición de criminal ligeramente sofisticado, aunque esa misma amoralidad será la que finalmente lo condene a un destino trágico. A diferencia de otras criaturas deformes del realizador, para él no habrá redención o reconstrucción posible.
Si todo esto está reflejado en las atmósferas cuidadosamente construidas por del Toro, quizás el gran pecado del guión esté en los subrayados algo innecesarios, que eventualmente afectan a la puesta en escena, que termina algo resentida, no por falta de información, sino por exceso. El callejón de las almas perdidas se ve demasiado necesitada de explicitar su mirada pesimista sobre el mundo que construye, cayendo incluso en algunas gestualidades que bordean la manipulación, como en el plano final. Pero, por suerte, del Toro no es Iñárritu ni el Cuarón de Roma, y por eso se aferra a las reglas genéricas para así configurar un film digno e interesante, aún con sus fallas y desniveles.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: