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Recapitulaciones de Homeland: False friends y Chalk one up

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

La última temporada de Homeland viene sosteniendo un nivel más que interesante y prueba de ello son los dos últimos episodios: aun con sus baches o momentos algo redundantes, False friends y Chalk one up poseen narraciones tan ágiles como tensas. Dos capítulos que incluso parecen indicar que la serie recuperó la memoria justo a tiempo, recordando a sus mejores pasajes, ubicados en las primera, segunda y cuarta temporadas.

La clave estuvo en las expectativas y cómo la serie jugó con ellas. En False friends todo se trató de encuentros y diálogos que supieron funcionar como alianzas pero también duelos. Por un lado, tenemos a Haissam Haqqani llegando a un acuerdo con Saul para iniciar un proceso de paz, pero sabiéndose acechado por un traidor que es nada menos que su hijo menor, quien actúa bajo el paraguas de la inteligencia pakistaní. Allí todo parece a punto de estallar y el dilema es qué va a hacer el jefe de los talibanes con alguien que es su propia sangre. Su decisión puede interpretarse como afectiva pero también moral: el perdón que le otorga es también un castigo, echándolo de su refugio aunque eso lo pone finalmente en manos de los pakistaníes.

Por otro, tuvimos ese reencuentro entre Carrie y Yevgeny Gromov, donde ella -y quizás también nosotros espectadores- busca respuestas pero lo único que obtiene son más preguntas. Esa reunión no deja de tener su lado juguetón: Carrie vende un buzón a la CIA respecto a que es posible que Gromov quiera pasarse de bando y el agente ruso utiliza astutamente el sonido para evitar que los agentes estadounidenses escuchen la conversación, transformando buena parte del suceso en un paso de comedia. Pero a la vez, todo está impregnado de una atmósfera desestabilizadora: Gromov se comporta como un amigo y Carrie no termina de saber qué demonios pasó durante el tiempo que estuvo prisionera.

Pero si la tensión ya era alta en ese episodio, lo de Chalk one up escaló hasta niveles pocas veces vistos en una serie que siempre supo entregar altas dosis de suspenso. Ojo, no por toda la subtrama de Carrie efectuando un rescate de último minuto a la informante afgana para que no la secuestre su cuñado talibán, que sonó cuando menos forzada y sin una verdadera utilidad de cara al futuro de la serie (al menos por ahora). Pero si toda esa línea narrativa fue redundante, la correspondiente a la llegada del Presidente Warner para anunciar el plan de paz frente a las tropas estuvo cargada de nerviosismo. La operación fue por contraste y a través del puro presagio aportado por la audiencia: las imágenes parecen transmitir alivio y alegría en la parte estadounidense, que quiere cerrar el acuerdo con los talibanes, y de decepción en la parte pakistaní, que no está dispuesta a clausurar el conflicto, pero todo se trata de lo que no se ve aunque se intuye a futuro. Quien mira sabe qué algo va a pasar en algún momento, pero no sabe qué ni cuándo, y la puesta en escena utiliza esa incertidumbre con maestría.

Cuando finalmente sucede, el impacto por el evento no es menor, porque de hecho Homeland lleva su apuesta a fondo: el helicóptero donde Warner estaba retornando desde la base militar en la que realizó el anuncio junto al Presidente de Afganistán desapareció del radar y termina siendo hallado en medio de territorio talibán. Chalk one up finaliza con la caída de otro helicóptero, el que había ido para rescatar a los mandatarios. ¿Warner sigue vivo? ¿Su ambicioso (y también rival) vicepresidente tendrá la oportunidad de tomar el mando? ¿Quién está detrás de la audaz operación que puede acabar para siempre con el proceso de paz? ¿Qué pueden hacer Carrie y Saul? El cierre del capítulo es una lección de cómo dejar al espectador aferrado al borde de la butaca.

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