No estás en la home
Funcinema

Mandy

Título original: Ídem
Origen: EE.UU. / Bélgica
Dirección: Panos Cosmatos 
Guión: Panos Cosmatos, Aaron Stewart-Ahn
Intérpretes: Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache, Ned Dennehy, Olwen Fouéré, Richard Brake, Bill Duke, Line Pillet, Clément Baronnet, Hayley Saywell
Fotografía: Benjamin Loeb 
Montaje: Brett W. Bachman, Paul Painter 
Música: Jóhann Jóhannsson 
Duración: 121 minutos
Año: 2018


3 puntos


KILL PANOS

Por Henry Drae

(@henrydrae)

Hace tiempo vi con un placer cuasi culposo Revenge (2017), una historia ya clásica desde que aparecieran las del estilo Tomar revancha (1978) en la que la damisela en apuros luego de ser abusada y dada por muerta, se cobra venganza de la manera más tortuosa posible y exhibiendo situaciones del más puro gore. Revenge le suma el absurdo y la autoparodia pero con la habilidad de fabricar los códigos propicios para que el espectador no se confunda y quiera tomarla en serio. Un gran acierto que el director Panos Cosmatos aquí no logra en lo absoluto.

Mandy nos anticipaba ya desde su trailer que la historia se ambientaba en décadas pasadas, en una zona boscosa o desértica, que incluía pandillas de locos en motocicleta y que a Nicolas Cage le tocaría vengarse luego de pasarlas muy feas. Pues eso se da, con eso se cumple pero de la peor manera. Cuando Red (Cage) y Mandy (Andrea Riseborough) son sorprendidos en su lecho por estos excéntricos delincuentes, aún no conectamos con ellos. De hecho sólo se nos ofrece a modo de preámbulo una charla casi onírica en la que se intenta que nos pase algo a nivel emotivo con su relación, pero son tan molestos los flashes de luz roja y los parpadeos de luz psicodélica en todo momento que lejos de meternos en clima, nos saca de quicio.

Luego, sin adelantar demasiado, el nivel de las sobreactuaciones y lo absurdo de las líneas de diálogo se hacen francamente hilarantes (debe ser lejos el peor personaje de Linus Roache). Pero, otra vez, de la peor manera. Quise mirar esto por momentos desde un enfoque Lynchniano, intenté apreciar las puestas en escena con la fotografía cuidada y su dirección de arte dedicada, pero todo ese misterio que pretenden generar se diluye cuando los mismos protagonistas son los que explicitan quiénes son, qué pretenden y lo que buscan al atacar a sus víctimas. Sus motivaciones, así como la reacción de la misma Mandy ante el punto de quiebre que detona la historia (un momento vergonzoso desde su resolución), son un camino sin salida.

La subnormalidad de todos y cada uno de ellos es impostada y tampoco se explica con algo de coherencia. No son la banda de La masacre de Texas pero tampoco un clan que inspire temor genuino, más allá de lo que uno ve que hacen con sus víctimas. Red enloquece de repente, -claro que tiene motivos- pero tampoco se explica por qué se convierte en la máquina asesina capaz de apilar cuerpos como si fuese el Steven Seagal cocinero en Alerta Máxima, que al menos confiesa que es un ex militar que lo justifica. Lo de Red convertido en casi un Ash de Evil Dead queda forzadísimo.

Y así transcurre la venganza uno a uno, con muertes que se anticipan pero carecen de elegancia, con muestras de sexo forzado como para generar algo de transgresión muy económica y con la intención casi manifiesta de recrear algo así como una clase B de culto de fines de los 70’ que resulta tan fallida que apenas será recordada minutos después de ser vista. No hay momentos memorables en Mandy. No hay una reivindicación de Nicolas Cage por todos los bodrios que viene haciendo, y mucho menos hay una dirección de actores que no dé un poco de vergüenza ajena.

Panos Cosmatos había logrado con Beyond the Black Rainbow (2010) una impronta interesante de género, pero pierde terreno con este intento de slasher que logra ser personal sólo por lo fallido.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.