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Recapitulación de Homeland: Paean to the People (final de temporada)

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

El cierre de temporada de Homeland estuvo claramente partido a la mitad, a distintos niveles: con dos tonos bien diferenciados (frenético al comienzo, mucho más reposado después) y dos protagonistas determinantes en las acciones, como fueron Carrie y Elizabeth Keane.

Paean to the people arrancó a mil por hora, con esa huida un poco increíble, un poco ridícula, pero definitivamente vertiginosa y atrapante, en la que el objetivo de máxima es sacar de Rusia a Simone Martin. Hay una enorme cantidad de idas y vueltas, con Carrie haciéndose pasar por Simone y escapando como puede, y el resto del equipo –que incluye a Saul y la verdadera Simone- clavados en la puerta del aeropuerto. En esa carrera contra el tiempo, donde las apariencias se sostienen con alfileres, el que termina siendo inesperadamente decisivo es Warner, el nuevo Presidente, que en vez de ceder a las argumentaciones de Paley para sacarse de encima el problema de Rusia y enterrar a Keane, presiona al embajador ruso para que deje salir a Saul. Aunque claro, la fuga de Simone rumbo a los Estados Unidos implica pagar el precio de que Carrie quede presa en Rusia, a merced de las artimañas de Gromov, quien lógicamente buscará revancha.

A partir de ahí, hay un primer salto temporal, de apenas tres días, donde la que cobra protagonismo es Keane, retomando el mando presidencial, con una sucesión de acciones y actitudes que revelan su estado de ánimo: primero la vemos regodeándose en su triunfo al ser reivindicada por la declaración de Simone, que la libera de culpa; luego despreciativa con Warner, en quien parece no terminar de confiar, a pesar de que él la ayudó a volver al cargo; después revanchista al máximo con un Paley en modalidad patética (hasta arrodillándose para ser perdonado), al que ni siquiera le habla y solo se limita a escupirlo; posteriormente reflexiva y melancólica frente a la tumba de su hijo; y finalmente, en la que posiblemente sea la gran vuelta de tuerca del episodio, renunciando al cargo que recién había retomado en un discurso frente a toda la Nación. En esa escena de renunciamiento, de aceptación de la propia culpa por parte de Keane (haciéndose cargo de que ella también es responsable de la división que vive el país, porque la alimentó y potenció con sus acciones persecutorias), es donde Homeland parece querer resolver una de sus tensiones principales: cuando durante buena parte de esta temporada parecía querer ocupar un lugar similar al de House of cards, Paean to the people busca constituir a la serie en una especie de sucesora de The West Wing. Esto implica un rescate y reivindicación de las nociones simbólicas de las instituciones democráticas –que va de la mano de la aceptación de responsabilidades por parte de los líderes-, en detrimento de las intrigas palaciegas y el cinismo de la búsqueda del poder por el poder mismo. ¿Es esto creíble? Puede ser, porque en el fondo, Homeland no deja de ser una serie de patriotas.

Y si hablamos de patriotismo, ahí tenemos a Carrie llevando sus convicciones al extremo, sin ceder a las presiones de Gromov, aunque eso la lleve a pagar un costo altísimo, porque le quitan toda la medicación contra su bipolaridad. La secuencia final de Paean to the people –luego de otro salto temporal, esta vez de siete meses- es ciertamente desoladora en su lógica: la Carrie que rescata Saul –en un trabajoso intercambio de prisioneros con los rusos- es una sombra, una triste parodia de sí misma, un ser sumido en la locura y perdido por completo. Las melodías de jazz que se escuchan en la banda sonora no dejan de funcionar como resumen de la triste historia de Carrie, que ya en un punto era anticipada por Gromov (un villano tan coherente en su patriotismo como cínico en sus acciones): el infierno que vivió y vive está dentro de ella, en su mente, que se traduce en su accionar. En su séptima temporada, aún con sus desniveles, Homeland volvió a mostrar que las convicciones pueden ser tan constructivas como destructivas.

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