Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
De manera inesperada, The walking dead entregó el que es hasta el momento el mejor capítulo de la octava temporada, y lo hizo apelando al tratamiento de los personajes en detrimento de las secuencias de acción. Pero además, The big scary U se permitió dejar a un costado al bando de “los buenos” para hacer foco en los villanos, convirtiendo por primera vez a los Salvadores en personajes interesantes.
El punto de partida y los cimientos para otorgarles complejidad a los Salvadores fue Negan, principalmente en su duelo dialéctico, físico y hasta moral con el Padre Gabriel. En esa contraposición entre dos puntos de vista sobre el mundo que habitan los personajes es donde el episodio fue ganando relevancia. El acierto consistió en balancear apropiadamente los dilemas que aquejan al Padre Gabriel, su búsqueda permanente de un propósito que lo haga importante en el universo, su miedo a una muerte irrelevante y fútil, con el choque de voluntades con Negan.
Todo el capítulo gira alrededor del tema de la culpa, de las consecuencias de ciertas acciones, pero también del rol que puede tener cada persona en el universo de locura que habitan, y si el Padre Gabriel busca desesperadamente aferrarse a una meta que le dé sentido identitario, Negan puede sentirse acorralado en ciertos momentos, pero la respuesta a la que se aferra pasa por el poder. Se ha convencido a sí mismo que es el tipo que está para imponer un orden frente a la posibilidad del caos y la anarquía, el que tiene bien claro qué hacer, el que es capaz de instituir un liderazgo sostenido en la amenaza de fuerza y la calculada intimidación. Y esto que Negan le dice al Padre Gabriel se confirma en dos secuencias, al principio y al final de The big scary U: primero en la reunión con sus lugartenientes y Gregory, donde deja en claro que la violencia no debe manejarse de manera aleatoria y masiva, sino específica, porque las personas son esencialmente recursos; y luego en su retorno al Santuario, donde la sumisión de los trabajadores –que estaban al borde de la rebelión- muestran que su temible carisma es lo único en condiciones de restaurar un delicado equilibrio en el esquema de desigualdades consensuadas que se ha venido forjando en el bando que comanda. La única concesión que realiza Negan, su única evidencia de debilidad, es a través de la confesión donde relata cómo fue la muerte de su verdadera esposa, pero allí no deja de haber un justificativo poderoso para sus métodos posteriores: el fascismo que defiende e implementa Negan tiene coartadas y hasta resultados que sustentan su efectividad.
La cuestión de las acciones, sus consecuencias y las potenciales culpas atraviesan la subtrama de Rick y Daryl, que llegan a una instancia de enfrentamiento totalmente improductivo respecto al uso de un cargamento de dinamita que serviría para hacer colapsar el Santuario y ganar la guerra de un solo golpe, pero que implicaría un costo de vidas cuando menos problemático. Toda esa línea narrativa, lo mismo que el potencial encuentro de Rick con los Basureros, quedan un tanto forzadas, como desvíos inocuos y un tanto culposos frente a las tensiones que afloran entre los Salvadores a partir de la plena consciencia de que hay un traidor entre ellos que está pasando información al grupo de Rick.
El cierre de The big scary U es con el Padre Gabriel enfermo, casi delirando, seguramente por alguna mordida de los muertos vivientes. Quizás su gran propósito, como él mismo especuló, haya sido escuchar la confesión de Negan, que fue también la puesta en crisis de su visión sobre los Salvadores y el liderazgo que ejerce. Al fin y al cabo, el Padre Gabriel no ha sido un personaje con una gran construcción propia y sus momentos de mayor lucimiento, como este capítulo, han sido en función de los personajes principales. Su choque con Negan fue una larga secuencia que le permitió lucirse y añadió unas cuantas capas de sentido al villano.