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iBoy

Título original: Idem
Origen: Inglaterra
Dirección: Adam Randall
Guión: Joe Barton, basado en la novela de Kevin Brooks
Intérpretes: Bill Milner, Maisie Williams, Miranda Richardson, Rory Kinnear, Jordan Bolger, Charley Palmer, Armin Karima, McKell David, Shaquille Ali-Yebuah, Aymen Hamdouchi, Leon Annor, Petrice Jones
Fotografía: Eben Bolter
Montaje: Jesse Parker
Música: Max Aruj, Steffen Thum
Duración: 90 minutos
Año: 2017


4 puntos


UN HEROE MUY ABURRIDO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Con lo interesante y ecléctica que es la producción de series originales de Netflix, su producción de películas originales -a pesar de algunos hallazgos dispersos- está lejos de un nivel realmente óptimo. Por algo Scott Stuber acaba de asumir como nuevo jefe de la división: indudablemente desde la dirección del servicio de streaming están buscando revitalizar esa vertiente. Ahí tenemos a iBoy como uno de los ejemplos más recientes y fallidos de esa crisis.

El film del británico Adam Randall, basado en una novela de Kevin Brooks, tiene un planteo un tanto disparatado pero potencialmente atractivo, centrándose en Tom (Bill Milner, visto en Anthropoid), un joven que vive en uno de los barrios más humildes (y peligrosos) de Londres, en una existencia cuando menos vacua y monótona en la casa de su abuela (su madre ha muerto), mientras calla su amor por Lucy (Maisie Williams, de la serie Game of thrones), una compañera de colegio. Una noche es invitado por ella a su casa, pero cuando llega, se topa con un grupo de criminales que la están atacando y en cuanto intenta llamar a la policía, recibe un disparo en la cabeza. Después de algunos días en coma, despierta enterándose que se salvó de milagro y que los fragmentos de celular que quedaron alojados en su cerebro le han dado una variada gama de poderes -como interceptar toda clase de dispositivos electrónicos-, los cuales usará para vengarse y acabar con toda la red criminal que domina su barrio.

El problema de iBoy no pasa por lo absurdo de su premisa, sino por la forma de ejecución: por lo único que parece interesarse Randall es por el despliegue visual, sin darle una verdadera entidad a los personajes, que jamás salen de los estereotipos más comunes. Eso lleva a que la narración avance en un piloto automático alarmante, con una desidia absoluta que le quita todo interés a lo que sucede. A pesar de los dilemas amorosos y éticos que aquejan a Tom (que funciona como una especie de Spider-Man en versión londinense melancólica), todo está planteado con tal superficialidad que jamás sentimos empatía por lo que le pasa y todo lo que enfrenta. Menos aún por los personajes que lo rodean (lo que incluye a Lucy), con la posible excepción de su abuela, a la que Miranda Richardson interpreta con la solvencia que la caracteriza.

Recién en los últimos minutos, cuando las cosas empiezan realmente a dificultarse para Tom y con la aparición del villano principal encarnado por Rory Kinnear (quien compone un personaje pertinentemente pragmático y brutal), iBoy adquiere algo de consistencia en su trama. Pero eso no alcanza para remontar un film extremadamente superficial y vacuo, donde todo parece demasiado calculado. El balance general es definitivamente flojo y descartable, aburrido incluso para los estándares domésticos.

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