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Recapitulación de Homeland: A false glimmer (final de temporada)

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

homelandATENCIÓN: SPOILERS

Cuando parecía que el último capítulo de esta temporada de Homeland iba a ser puro nervio, lo que terminó primando fue una narración pausada, con sólo algunos picos de tensión, donde lo que importó más que nada fueron las reflexiones, análisis y profundizaciones sobre tópicos como la lealtad, el deber y la pérdida.

No deja de llamar la atención la forma en que A false glimmer termina resolviendo las tres principales subtramas que había dejado abiertas en Our man in Damascus: es como si la serie eligiera ir por la vía menos impactante posible, demostrando en cierto modo que lo que le interesaba era otra cosa, que el centro narrativo eran los dramas personales de los personajes, principalmente Carrie, que en unos cuantos capítulos había quedado un tanto relegada en su protagonismo. De ahí que el posible atentado en la estación de tren de Berlín sea rápidamente desactivado aunque gracias no al heroísmo de Carrie, sino al sacrificio de Quasim, quien cede a la culpa y termina impidiendo que su primo active el detonador. Ya habíamos dicho antes que el personaje de Quasim no terminaba de ser creíble en sus acciones y esta vez no fue la excepción: todo es resuelto demasiado rápido y el suspenso no llega a desarrollarse con la fuerza adecuada.

Algo parecido se puede decir en lo referido al escape de Allison, la forma en que se oculta en una casa segura rusa, cómo Saul consigue rastrearla y finalmente eliminarla cuando pretendía huir hacia la frontera de Rusia. No se puede dejar de reconocer lo atrayente del diálogo entre profesionales que se da entre Saul e Ivan, donde el segundo le dice al primero cómo terminó siendo un blanco fácil para ser seducido por Allison, o esa escena tan graciosa como siniestra donde se menciona que el lugar donde tienen a Allison escondida es también un prostíbulo. Sin embargo, el fin de Allison resultó cuando menos anticlimático: hubiera sido más complejo y rico un último enfrentamiento cara a cara o una captura con posterior interrogatorio. Pero no, todo se termina resolviendo bien al estilo CIA: una trampa en la que una unidad de combate llena de balas el auto donde viajaba Allison escondida en el baúl, aniquilando a la doble agente en el proceso. Es cierto, es coherente con los modos de la agencia –rápido, clínico, sin vueltas-, ¿pero no podíamos esperar algo más?

Lo que sí estuvo a la altura fue la forma en que el servicio secreto alemán, principalmente a través de la gestión de Astrid (Nina Hoss tuvo un desempeño muy sólido en este papel), logró lidiar con la amenaza de Laura Sutton de divulgar los documentos secretos de la CIA: apeló a su lealtad y coherencia moral, amenazando con deportar al hacker Numan si no cooperaba. Lo que vemos finalmente es la derrota de Laura, sometida por su propia ética y mintiéndole a los medios sobre lo sucedido con Marwan (quien queda frente a los ojos del mundo como un vulgar terrorista), y el triunfo de las agencias de inteligencia, que no tienen reparos en mentir, amenazar y tergiversar hechos en función de conservar sus lugares estratégicos de poder. Fue un duelo de éticas y concepciones de profesionalismo, donde la institución se impuso casi sin despeinarse al individuo.

El centro, como veníamos diciendo antes, terminó siendo Carrie, a quien todos quieren y desean, aunque lo que ella quiere y desea no está a su alcance: la vida tranquila que busca retomar junto a Jonas y su hija es una utopía, porque no hay manera de reconciliar su pasado con su presente. Tampoco puede retornar a la CIA, por más ofrecimientos/reproches que le haga su mentor/padre Saul, porque ha corrido demasiada agua bajo el puente. Ahí es donde surge el ofrecimiento de Otto, quien le dice, sutilmente, que deben ser “socios en la vida”. ¿Qué demonios es eso? ¿Y cómo seguiría la serie sin Carrie vinculada de algún modo a la agencia?

Lo que queda es el ¿final? de Quinn. No termina de saberse si finalmente Carrie lo termina matando por piedad: A false glimmer cierra con un plano que deja la duda, y lo cierto es que no dejaría de llamar la atención que, luego de todo un derrotero donde casi muere por el ántrax, es ayudado por Quasim y rescatado por Carrie, Quinn termine muriendo en la cama de un hospital, sin poder dar pelea a su modo. Pero en verdad hubo toda una construcción previa a esto: Quinn es un personaje trágico, alguien que no puede escapar de sí mismo y el episodio se ocupa de remarcarlo –quizás demasiado, pero con una bienvenida cuota extra de sensibilidad-, primero con una anécdota de Dar Adal respecto a su reclutamiento –evidentemente, desde joven era alguien con una natural habilidad para la profesión de la inteligencia, y su vida sólo podía girar alrededor de eso- y después con esa carta que le escribió a Carrie, donde no sólo habla del amor que tenía por ella, cómo nunca llegó a existir un “nosotros” y esa esperanza de escapar del horror de su trabajo siempre fue un falso espejismo. Esa carta no sólo habla de Quinn, sino también de Carrie y Saul, de cómo nunca van a tener una vida normal, porque se definen esencialmente a partir de sus acciones profesionales, y lo personal queda de lado, como una zanahoria inalcanzable.

Sin alcanzar las alturas de la primera y cuarta temporada, que es donde las reflexiones político-profesionales se unieron de mejor forma con las tramas de suspenso y los enigmas puestos en juego, el quinto año de Homeland tuvo varios episodios notables, un personaje estupendo como Allison, actuaciones excelentes (Miranda Otto, Mandy Patinkin, Hoss), un muy buen análisis de las dinámicas del espionaje y el terrorismo en Europa, y dejó con ganas de más. Eso sí, es más bien difícil predecir de qué forma los creadores de la serie van a poder continuar las aventuras de Carrie Mathison, que son también las aventuras de la CIA. Y que son también las aventuras de Estados Unidos, la eterna policía del mundo, cuyo chaleco antibalas tiene más agujeros que un colador.

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