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Monkey Man

Título original: Ídem
Origen: EE.UU. / Canadá / Singapur / India
Dirección: Dev Patel
Guión: Dev Patel, Paul Angunawela, John Collee
Intérpretes: Dev Patel, Pitobash, Sikandar Kher, Sobhita Dhulipala, Makrand Deshpande, Ashwini Kalsekar, Vipin Sharma, Adithi Kalkunte, Jomon Thomas, Brahim Chab, Jino A. Samuel, Dayangku Zyana, Joseph J.U. Taylor, Sharlto Copley
Fotografía: Sharone Meir
Montaje: Joe Galdo, Dávid Jancsó, Tim Murrell
Música: Jed Kurzel
Duración: 121 minutos
Año: 2024


7 puntos


EL DILEMA NO RESUELTO ENTRE DRAMA Y ACCIÓN

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si tenemos en cuenta la filmografía previa de Dev Patel -repleta de películas y series con ambición de prestigio, tanto por el lado del drama como de la comedia-, Monkey Man, su ópera prima como director, es toda una sorpresa y, a la vez, un objeto predecible. Sorpresa porque se inscribe claramente en el género de acción, y una muy vibrante por cierto, con un nivel de fisicidad inusitado. Predecible porque se nota que quiere ser algo más que “una de acción” y por ende quiere insertar dentro de su relato de venganza un drama social con tintes trágicos que no le sienta del todo bien.

La primera hora de Monkey Man es una pequeña lección de cómo volcar información a cuentagotas e intrigar al espectador, mientras se va delineando un mundo compacto y complejo a la vez. Vemos a un joven (el propio Patel) que pone su cuerpo, siempre para perder, en un ring de lucha clandestino, mientras, a la vez, se infiltra en un lujoso hotel como un simple trabajador, aunque claramente tiene una agenda propia. Su intención es, obviamente, vengarse contra un grupo de gente muy poderosa, pero los hechos específicos que lo motivan, así como sus planes, son difusos. El relato utiliza a su favor estos interrogantes para seguir al protagonista mientras va aprendiendo las reglas de un ámbito donde están naturalizados los abusos de poder y los lugares ocupados por opresores y oprimidos. Y, a la vez, la película construye ante nuestros ojos la que podría ser una ciudad cualquiera de la India, una donde todo es áspero, sucio y vertiginoso. Lo hace sin remarcaciones, valiéndose de un trabajo estupendo con el montaje, como en una secuencia donde el robo de una cartera se convierte en el retrato perfecto del ritmo urbano; o en una frenética -y también graciosa- persecución donde un pequeño vehículo es el gran protagonista.

Sin embargo, luego de esa potente primera hora, Monkey Man un poco que se obliga a sí misma a explicar con más detalle el pasado traumático de su protagonista, además de trazar una mirada sociopolítica que se enlaza con su destino. Pareciera que Patel quisiera decir muchas cosas sobre sus orígenes indios o, más bien, sobre las desigualdades sociales que atraviesan a un país como la India, donde la religión suele entrelazarse con la política y el crimen. Y también es notorio que el realizador considera que no le basta con un simple cuento de venganza, sino que tiene que agregar una buena cantidad de condimentos temáticos y estéticos para que todo el asunto sea más complejo e interesante. Paradójicamente -o no tanto-, esa sumatoria de elementos folklóricos, espirituales y sociológicos le juegan en contra: hay por lo menos media hora donde la película cae en un pozo narrativo que amenaza con borrar los méritos previos.

Por suerte, en la media hora final, Patel se acuerda de la esencia del cine de acción: piñas, patadas, tiros y cuchillazos que funcionan como expresión física de lo que buscan los personajes y cómo resuelven los conflictos. Es entonces que Monkey Man repunta, y mucho, con varias secuencias de peleas notablemente coreografiadas, de un nivel de violencia impactante y con una lúcida utilización de la cámara como herramienta de inmersión del espectador. De paso, Patel demuestra que puede ponerse en el rol de héroe de acción con total aplomo, a base de sangre, sudor y lágrimas. Allí es donde la película también encuentra un tono trágico pertinente, sin necesidad de grandes subrayados, e incluso abrazando un poco el disparate que subyace en el argumento. Con sus altas y bajas, Monkey Man demuestra que Patel tiene el potencial para aportarle mucho al género, aunque antes debe dejar de lado cierto tono culposo y las remarcaciones discursivas.


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