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Tokyo Vice – Temporada 2

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si la primera temporada de Tokyo Vice había sido un clásico slow-burner (típico de la factoría HBO, pero aplicada al formato de plataforma de streaming), la segunda tomó otra dinámica narrativa. Una que no necesariamente resignó la construcción progresiva de conflictos, pero que sí avanzó rápidamente con estallidos de conflictos y que se permitió quemar puentes con llamativa facilidad. Por caso, buena parte de las líneas narrativas que habían quedado abiertas al final de la primera entrega, fueron resueltas, descartadas o relegadas en los dos primeros episodios de la segunda parte. Lo que sí se consolidó fue el enfrentamiento de Jake Adelstein (Ansel Elgort) y sus compañeros del diario Meicho, el inspector Katagiri (Ken Watanabe) -con la ayuda de una nueva jefa- y el yakuza Sato (Shô Kasamatsu) contra Tozawa (Ayumi Tanida), el jefe mafioso que retorna con su salud misteriosamente reestablecida y ansioso por quedarse con todo y llevarse puestos a todos. Este es el trampolín para una gran cantidad de idas y vueltas, de indagaciones, revelaciones, traiciones y alianzas circunstanciales, en las que interactúan un montón de personajes. En estos diez capítulos pasa de todo y la tensión es permanente, a tal punto que la serie no necesita recurrir mucho a la acción o grandes estallidos de violencia para mantener la atención del espectador: apenas hay un par de tiroteos, que sin embargo son decisivos en lo que se cuenta. Incluso los pasajes de aparente descanso (como el viaje de Jake para visitar a su familia, aprovechando el 60° cumpleaños de su padre) funcionan como antesalas para nuevas vueltas de tuerca. Tantas intrigas, marchas y contramarchas ponen a la creación de J.T. Rogers al borde de lo inverosímil y es notorio que algunas subtramas no quedan del todo bien paradas. Por ejemplo, Samantha (Rachel Keller), con su club a cuestas y tironeada por la guerra entre yakuzas, queda relegada y girando en el vacío durante un par de capítulos, para recién retomar protagonismo hacia el final. Del mismo modo, todo lo relativo al hermano con problemas psiquiátricos de Eimi (Rinko Kikuchi), la jefa de Jake, es cuando menos forzada y bastante improductiva. Pero, eventualmente, las piezas se van acomodando y los últimos episodios son puro vértigo y efectividad, además de coherencia en las resoluciones. De paso, nos regala a un gran personaje como es Kazuko (Makiko Watanabe), la esposa de Tozawa, que se muestra como alguien inteligente, con valores irrenunciables y, cuando la ocasión lo requiere, despiadada en sus acciones, especialmente con su propio marido. Y, finalmente, la serie ratifica su propia tesis sobre cómo la búsqueda y la exposición de la verdad trae siempre costos asociados, tanto profesionales como personales. El final de esta segunda temporada de Tokyo Vice podría ser el de la serie, y no estaría nada mal, pero igual las puertas quedan abiertas para una nueva entrega. Y tampoco estaría nada mal.


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