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Desafiantes

Título original: Challengers
Origen: EE.UU.
Dirección: Luca Guadagnino
Guión: Justin Kuritzkes
Intérpretes: Zendaya, Mike Faist, Josh O’Connor, Darnell Appling, Bryan Doo, Shane T Harris, Nada Despotovich, Joan Mcshane, Chris Fowler, Mary Joe Fernandez, A.J. Lister, Connor Aulson, Doria Bramante, Christine Dye
Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom
Montaje: Marco Costa
Música: Trent Reznor, Atticus Ross
Duración: 131 minutos
Año: 2024


6 puntos


VENTAJA GUADAGNINO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hay en Desafiantes muchas ideas que parecen réplicas de viejas ideas, especialmente de un tipo de cine que busca en el espectador escandalizado a su público potencial: es como algunos thrillers sexuales de los 90’s donde el sexo terminaba siendo más una promesa o un vehículo de venta que una realidad. Si bien Zendaya viene de Euphoria, la serie de HBO que riza el rizo de los vínculos sentimentales contemporáneos llevando al palo el nivel de histeria de sus personajes, con esta película parece querer trasladar a la pantalla grande una idea un poco antigua de que sumar una dosis de erotismo y sexualidad es como una suerte de ingreso al universo adulto. Zendaya que es, también, una estrella juvenil con intenciones de ir por el terreno del prestigio, como lo intentó, por ejemplo, en la insufrible Malcolm y Marie. Y en ese plan, Desafiantes ingresa por momentos en vaivenes tonales, donde por un rato es un relato más complejo y por otros una tontería adolescente. Si la partida al final la termina ganando es gracias a la mirada de Luca Guadagnino detrás de cámara, capaz de asimilar acertadamente los tonos y las formas que este relato precisa.

Está claro que Guadagnino es un director que está por encima del material que tiene entre manos: un triángulo amoroso entre una tenista retirada, su marido y jugador al que entrena, y otro jugador, ex amigo de su marido y ex novio suyo. La película arranca en un challenger en el que se van a enfrentar ambos jugadores y desde ahí viaja al pasado, para intercalar el partido con las idas y vueltas de este triángulo: ella primera sale con uno y luego sale con el otro, aplicando su espíritu competitivo a la manipulación de ambos varones. Como lo ha hecho anteriormente, el director se mueve cómodo en este tipo de historias donde los vínculos sentimentales están reglados por las relaciones de poder de los personajes. Pero lejos de la sutileza y la complejidad de Llámame por tu nombre, en Desafiantes todo es más llano, más carnal, más directo, con la textura de un culebrón, pero con la exploración psicológica de un drama intenso filmado hace 50 años. El problema de Guadagnino, tal vez, es que resulta demasiado consciente de los procesos que atraviesa el relato y muchas veces la película está a punto de caer en la autoparodia, algo que recién alcanza en la última y enrarecida secuencia.

Guadagnino se vale de múltiples recursos para envolver esta historia, desde los saltos temporales que maneja con singular maestría, a primeros planos expresivos, ralentis que no ocultan un discurso visual publicitario, una sexualidad recargada que inunda diversos espacios -aunque lo sexual no esté deliberadamente presente (Josh O’Connor y Mike Faist acompañan bien a la estrella)- y una afilada ironía para algunos diálogos. Con todo esto, el director logra que la película sea mucho más interesante de lo que podría parecerlo en primera instancia, aunque también es cierto que está unos peldaños por debajo de lo que piensa de sí misma. Y eso está claro en el final, que es donde quedan en evidencia algunos de los problemas de la película: para caer en la metáfora deportiva que tanto le gusta a Guadagnino, digamos que el director tiene la película en la red y nunca termina de rematarla. Seguramente seducido por esos personajes y por la histeria de Cuento de la Buena Pipa de los vínculos del presente que Desafiantes desea aprehender como gesto de época, Guadagnino opta por no definir nada y dejarnos pensando en que estos tres seguirán así por el resto de los días. Como idea baladí puede ser divertida, pero en lo concreto es algo exasperante si pensamos en las emociones que los personajes parecen haber puesto en juego.


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