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Blues de la civilización

Título original: Ídem
Origen: Argentina
Dirección: Guido Ferrari
Guión: Guido Ferrari
Intérpretes: Alfredo Castellani, Silvina Sinatra, Matías Flores, José Luciano González, Eduardo Perilli, Oscar Dubini
Fotografía: Pedro Romero, Florencia Nizo
Montaje: Guido Ferrari
Música: César Clementino
Duración: 69 minutos
Año: 2024


4 puntos


BORRADOR DE POLICIAL

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

En el contexto de sobreproducción del cine argentino -cómodamente arriba de las doscientas producciones por año, la mayoría de ellas sin impacto en el público-, una película como Blues de la civilización refuerza el interrogante sobre si esos espectadores están o existen de algún modo. Es que estamos ante un film con unas cuantas ambiciones temáticas y discursivas, pero que no deja de ser, desde lo formal y narrativo, una especie de ensayo de lo que podría ser un policial.

El arranque de la ópera prima de Guido Ferrari es, convengamos, bastante atractivo: lo que parece un día de trabajo más, súbitamente adquiere connotaciones trágicas y misteriosas cuando hallan en las oficinas de una empresa el cadáver de la secretaria del director. Todo parece indicar que fue un suicidio (o, al menos, todos en la empresa lo quieren ver así) y un detective es asignado para investigar el caso casi como una mera formalidad. Aunque claro, ese detective, de apellido Beltrán (Alfredo Castellani), pronto se da cuenta de que no todo es tan simple como parece. Más aún porque la pesquisa que lleva a cabo lo interpela sobre su propio pasado, que incluye unas cuantas experiencias traumáticas, y su presente marcado por el descreimiento.

La estructura y elementos que integran Blues de la civilización ya son conocidos y habituales en el género: un misterio que se va develando poco a poco; personajes que esconden muchos secretos y vínculos entre sí; un protagonista pautado tanto por la amargura como por el profesionalismo; un espacio cerrado que concentra todos los conflictos principales; y un paisaje de oscuridades diversas, en el que abundan las miserias personales. Pero a eso la película le quiere agregar reflexiones varias sobre el individualismo, la soledad y la pérdida de empatía que afecta a múltiples sectores sociales, y ahí es donde falla claramente, porque se la pasa apelando a sentencias altisonantes -tanto en los diálogos como en las imágenes-, que poco hacen por darle agilidad y pertinencia al relato. Es como si el film quisiera compensar el escaso presupuesto disponible con disquisiciones filosóficas, que, en vez de sumar, restan a lo que narra.

A eso hay que agregarle actuaciones mayormente inexpresivas, un uso de la banda sonora que va a contramano de lo que pide la trama y agujeros en el guión totalmente injustificados. Hay, por ejemplo, un diálogo después de un tiroteo que pareciera pretender que nada ha pasado, que es involuntariamente risible. Esos defectos le restan solidez a un film cuya simplicidad en las resoluciones tampoco están a la altura de la solemnidad y hasta autoimportancia que maneja en buena parte del metraje. Por eso la sensación que predomina al ver Blues de la civilización es que estamos ante apenas un borrador de lo que podría haber sido un buen policial.


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