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Maestro

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Bradley Cooper
Guión: Bradley Cooper, Josh Singer
Intérpretes: Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer, Maya Hawke, Sarah Silverman, Josh Hamilton, Scott Ellis, Gideon Glick, Sam Nivola, Alexa Swinton
Fotografía: Matthew Libatique
Montaje: Michelle Tesoro
Música: Leonard Bernstein
Duración: 129 minutos
Año: 2023
Plataforma: Netflix


6 puntos


UNA BIOGRAFÍA ESFORZADA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

A Bradley Cooper, evidentemente, le gusta la música. Y sabe representarla en la pantalla. Entendía los distintos niveles del artista popular en su muy buena ópera prima como director Nace una estrella, y entiende acá, en Maestro, el vínculo pasional entre su personaje, Leonard Bernstein, y su arte, la dirección de orquesta. Sobre todo, en una larga secuencia en una iglesia donde el compromiso actoral de Cooper se intensifica al nivel que sólo una cámara dispuesta para connotar todas las emociones puede aprehender su compromiso. Lo que no entiende Cooper, no sólo protagonista y director, sino también guionista junto a Josh Singer (y cantante en inglés se dice “singer”, sólo una curiosidad), es la dimensión del conflicto de su personaje porque, tal vez, el propio Bernstein tampoco se comprendiera a sí mismo y su búsqueda. Maestro, por lo tanto y a pesar del esfuerzo evidente, no puede dejar de ser un retrato fallido.

Como Ridley Scott en Napoleón, Cooper quiere contar a su personaje a partir del vínculo amoroso que lo unía su pareja, en este caso la actriz Felicia Montealegre (Carey Mulligan). Y al igual que Scott, falla, porque ciñe su relato a los vaivenes del melodrama sentimental, cuando el personaje es en verdad mucho más grande e interesante que ese recorte. Cooper, ambicioso y enjundioso (una secuencia llena de artificio que sigue a Bernstein con un plano cenital hace recordar al cine de Damien Chazelle), divide la película entre el blanco y negro y el color, con un granulado que emula la textura del cine de décadas anteriores. Hay en la primera parte, en blanco y negro, algunos aciertos formales, con encuadres, movimientos cámara y uso de la música que hace recordar notablemente al cine clásico. Luego, el color traerá la modernidad y, también, una puesta en escena mucho más televisiva y aplicada al melodrama. Ahí es donde Maestro comienza a sentirse un poco intrascendente, demorándose demasiado tiempo en asuntos de entrecasa que no hacen a lo importante.

Bernstein fue una figura fundamental de la cultura norteamericana del Siglo XX: no sólo como artista, sino también como divulgador y docente a través de un muy recordado programa televisivo en el que enseñaba música. Uno de los principales conflictos del personaje está dado en su extremada dedicación a la dirección de orquesta, que lo relegó del lugar de compositor, más allá de que nos dejó esa obra genial de Amor sin barreras. Sin embargo, a Cooper le interesan los amoríos homosexuales de Bernstein, también su adicción a las drogas. Uno supone que esos elementos son más asimilables para un público seguidor de las biografías cinematográficas, que construir un detalle obsesivo sobre cómo un artista aborda su trabajo. Por eso cuando en determinado momento Felicia interpela a su marido sobre la forma en que se relaciona con su trabajo y deja de lado a la familia, nos sentiremos como en otra película: el Bernstein de Maestro nunca padece su trabajo, más bien todo lo contrario, y en todo caso lo que sufre es vivir. Maestro queda en definitiva como un gran esfuerzo un poco vacuo, carente de un norte dramático, con algunos pasajes relativamente atractivos.


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