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Bird (1988)



Por Mex Faliero

POR LOS CAMINOS DEL JAZZ

(@mexfaliero)

Hacia 1988 la carrera como director de Clint Eastwood se había definido por una serie películas que ponían en evidencia su aprendizaje como alumno de directores como Don Siegel o Sergio Leone, entre otras influencias. Una filmografía pautada mayormente por películas de género, donde aprovechaba por cierto su propia presencia icónica, como aceptando que para reproducir aquellas películas nada como su impronta delante de la cámara. Por lo tanto, Bird representó un cambio importante en su carrera como realizador: era una biografía, la del saxofonista Charlie Parker, con cierto tufillo a búsqueda de prestigio y premios (llegarían unos años después, con la magnífica Los imperdonables), con una actuación límite de Forest Whitaker y con un detalle que comprenderíamos un par de décadas después, cuando Eastwood avance en su mirada revisionista sobre los Estados Unidos. “There are no second acts in American lives” es la cita de F. Scott Fitzgerald con la que Eastwood comienza la película.

Y Bird es, además, una película importante e influyente, más allá de su propia trascendencia. Porque sienta de alguna manera las bases para muchas biografías musicales que vendrían luego, especialmente en los últimos años con los Johnny Cash, los Freddie Mercury, los Ray Charles, los Elton John, los Bob Marley y un largo etcétera. La biografía de Parker es un poco el calvario de un tipo que no puede consigo mismo y elige la autodestrucción como estilo de vida, síntoma que marca a muchos de estos personajes. Pero allí donde la mayoría de los directores eligen el recorrido por los grandes hitos de la vida, Eastwood asimila, como buen fanático del jazz, el lenguaje de ese arte para traducirlo a imágenes y narración. Bird se integra con los problemas de salud del personaje y la traumática relación con su amada Chan (Diane Venora), pero fundamentalmente por largos pasajes musicales que imbuyen al espectador en un clima de ensoñamiento. Están la esencia del artista, los vaivenes de su carrera, su mirada como creador, pero fundamentalmente su arte. Y esos son los mejores pasajes de la película, imágenes de clubes nocturnos y pulsión jazzera, mientras de fondo se deshacen sin subrayar asuntos como las adicciones, el arte y el negocio, el racismo, el amor, la muerte y el libre albedrío, esto último algo tan característico del jazz por cierto.

También es cierto que puede que Bird no sea la mejor película de Clint Eastwood, pero a pesar de que su carrera como director estaba a punto de cumplir dos décadas, esta biografía de Charlie Parker sería uno de los primeros pasos en dirección a ese estilo que se iría depurando en los 90’s y que terminaría delineando en el Siglo XXI a uno de los más brillantes autores del cine norteamericano contemporáneo. Un tipo que en breve, con más de 90 años, nos dirá adiós definitivamente con su prometida última película.


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