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Dejar el mundo atrás

Título original: Leave the World Behind
Origen: EE.UU.
Dirección: Sam Esmail
Guión: Sam Esmail, basado en la novela de Rumaan Alam
Intérpretes: Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke, Myha’la, Farrah Mackenzie, Charlie Evans, Kevin Bacon, Alexis Rae Forlenza, Vanessa Aspillaga, Josh Drennen, Erica Cho, Orli Gottesman
Fotografía: Tod Campbell
Montaje: Lisa Lassek
Música: Mac Quayle
Duración: 138 minutos
Año: 2023
Plataforma: Netflix


7 puntos


LA GUITA AL FINAL DEL ARCO IRIS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La primera escena de Dejar el mundo atrás es una síntesis de la película: un hombre se despierta extrañado mientras su esposa prepara las valijas para un viaje sorpresa de fin de semana. Ella, reflexiva y mirando por la ventana, dice cosas sobre la humanidad como salidas de un libro de autoayuda para rematar, mirando a cámara, con una conclusión lapidaria: “I fucking hate people”. Como decíamos, todo el concepto que envuelve los 138 minutos que dura la película, se encierran en ese arranque: hay extrañamiento, un encuadre que saca a los personajes del centro de la escena, un espacio aprovechado elegantemente, intento de reflexión sociológica, sátira en sordina, diálogos ingeniosos y peligro de caer entre una mezcla de canchereada y vacuidad. Corriendo los límites de todos los peligros, el director Sam Esmail igualmente se las ingenia para poner la zanahoria siempre unos metros adelante y llevar al espectador de las narices. Puede que al final no haya nada (“Es como la guita al final del arco iris. Es el 100% de nada”, canta Calamaro), pero el viaje valió la pena.

En esa búsqueda constante que el director lleva adelante, también hay un juego con los géneros y con las expectativas que provocan. Porque a este matrimonio con sus dos hijos, que disfrutan de una tremenda casa con pileta alquilada en el bosque, en medio de la noche les cae el dueño con la hija para pedirles que se vayan o, al menos, que los dejen dormir ahí. Dejar el mundo atrás parece convertirse en uno de esos thrillers sobre familias burguesas que padecen la invasión de la propiedad a mano de unos extraños. Pero no. O sí, pero ese no es el caso. Porque la incómoda presencia es en todo caso mucho menos extraña que lo que ocurre un par de secuencias antes con la llegada de un barco petrolero a una playa para encallar ante la vista azorada de todos. Algo raro está pasando acá, allá y en todas partes. Y como en Llaman a la puerta de Shyamalan, habrá que creer o reventar. O tal vez si creemos también reventemos, porque de eso se trata.

El nombre de Shyamalan aparece de manera nada antojadiza. Sorpresivamente el director indio ha dejado una herencia mucho más extensa de lo que imaginábamos, y aquí vemos señas de ese cine que sabe manejar el fuera de campo, que se preocupa por la construcción de climas antes que por el golpe de efecto, por el uso de efectos prácticos y por las consecuencias de un terror social y hasta medioambiental. Claro que el mundo de Esmail es mucho más concreto y material que el de Shyamalan, y por ahí pasará un poco la resolución del conflicto, pero sobre todo la resolución de algunas secuencias que en las manos de un director con amor por el género hubieran dado para algo más lúdico: pienso en la genial idea de los autos Tesla, que desbarata demasiado rápido sus posibilidades de gran espectáculo. A Esmail, y puede también que un poco a Julia Roberts, Mahershala Ali, Ethan Hawke y todos los demás (digamos: están todos perfectos), le gana el deseo de decir algo antes que la diversión insana por hacer de ese mundo en derrumbe un entretenimiento salvaje.

Pero hay momentos lúcidos, como esos ciervos que miran intensamente desde el bosque, como ese dron que arroja panfletos rojos, como ese avión que se estrella en la playa. Imágenes espectaculares, potentes, que tienen el poder inasible del cine cuando no pretende tener todas las respuestas. En Dejar el mundo atrás pasan cosas constantemente y está bien que por momentos no entendamos por qué suceden. Y hay, sobre todo, una idea que le termina de sacar la sospecha de solemnidad snob y que tiene que ver con el uso que se hace de una de las sitcom más famosas de todos los tiempos. Porque el arte popular, cuando el mundo se viene abajo, nos brindará al menos un último lugar para descubrir que alguna vez fuimos felices. Ese plano final con la música de fondo y el rostro de una piba que es feliz después de todo alcanza para convertir a Dejar el mundo atrás en una de las sorpresitas del año.


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