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Cuando acecha la maldad

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Demián Rugna
Guión: Demián Rugna
Intérpretes: Ezequiel Rodríguez, Luis Ziembrowski, Demián Salomón, Marcelo Michinaux, Federico Liss, Emilio Vodanovich, Silvina Sabater, Paula Rubinsztein, Virginia Garófalo, Desirée Gloria Salgueiro
Fotografía: Mariano Suárez
Montaje: Lionel Cornistein
Música: Pablo Fuu
Duración: 99 minutos
Año: 2023


8 puntos


LAS GRANDES LIGAS

Por Marcos Ojea

(@OjeaMarcos)

El estreno de Aterrados en 2017 supuso una conmoción para los entusiastas del terror. Un film argentino que entendía cómo trabajar el miedo con recursos formales, construyendo climas y brindando algunos sustos memorables. Con cierta perspectiva (y desoyendo al corazón), podemos decir que aquella película apelaba más al golpe de efecto que a la trama, con un guión bastante errático que no lograba decidirse por un protagonista. En Cuando acecha la maldad, su nueva y esperada incursión en el género, el director Demian Rugna ajusta las tuercas con una historia que se siente mucho más orgánica, a la vez que da forma a un auténtico cine nacional de terror, capaz de pararse de manos ante exponentes de otras latitudes más consolidadas.

Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimi (Demián Salomón) son dos hermanos que viven en el campo. El encuentro de un cadáver entre los árboles los lleva a un descubrimiento aún peor: en una casa cercana, habita un “embichado”, una persona poseída por un demonio que quiere nacer en este plano. Ignorados por las autoridades, y convencidos por Ruiz (Luis Ziembrowski), el patrón del lugar, deciden que lo mejor es deshacerse del “encarnado” (otra de las expresiones que utilizan para la posesión). Y así lo hacen, o lo intentan, porque a partir de ahí todo sale mal. Durante una hora y media, Rugna despliega un espectáculo de tensión y violencia, aprovechando los espacios y manteniendo a sus personajes en un movimiento casi constante. El entorno rural opresivo, la ruta, el pueblo, un caserón, una escuela; distintos escenarios en los que se ratifica el talento del director para generar miedo y brutalidad desde la puesta en escena (un ejemplo claro es la secuencia que incluye a una perra).

Puede que pasada la mitad, y antes del amargo final, la película se desinfle un poco, y caiga en algunas explicaciones un tanto artificiales, algo que ya ocurría en Aterrados. También es cierto que se juegan las expectativas, el deseo del espectador por ver una masacre, que surge cuando la acción se traslada a un escenario urbano. Las posibilidades del mal como una infección que se extiende por las calles parecía un camino tentador, pero Rugna devuelve a los protagonistas al campo, a la lucha de unos pocos contra un enemigo que los excede. Por supuesto, la razón está de su lado. Las cuestiones que se le pueden encontrar a la película (los acentos impostados, la intensidad de algunas actuaciones) no son más que un detalle, porque la balanza favorece a los aciertos. El gran uso de efectos prácticos, la cámara encuadrando lo justo, provocando horror, belleza e imágenes imborrables. Lo mejor, sin duda, está en la capacidad de Cuando acecha la maldad para construir un terror profundamente argentino, sin recurrir a los lugares clásicos y básicos para mostrarlo.


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