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Una flor en el barro

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Nicolás Tuozzo
Guión: Victoria Benedetto, Nicolás Tuozzo
Intérpretes: Nicolás Francella, Lola Carelli, Enrique Dumont, Valentina Bassi, Cumelen Sanz, Alejo García Pintos, Diego Castro
Fotografía: Mauricio Heredia
Montaje: Paula Ceballos
Producción: Gabriel Lahaye
Duración: 103 minutos
Año: 2023


6 puntos


RELATOS AMABLES

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hay un detalle de Una flor en el barro, de Nicolás Tuozzo, que no es para nada menor y hasta la distingue: su preocupación por el sistema educativo y especialmente por un tipo de personaje marginado habitualmente por los relatos progresistas del cine argentino (más preocupados en una mirada clasista y paternalista), como es la figura de aquel cuyo genio sobresale y no encuentra en su entorno una forma de contención. Eso aquí lo representa Sofía (Lola Carelli), una niña de familia de bajos recursos que concurre a una escuela pública de La Matanza y que tiene una capacidad que la hace sobresalir como superdotada. El conflicto central girará en torno a un docente, Francisco (Nicolás Francella), que preocupado en el futuro de esa chica se embarcará en la aventura de buscarle un destino mientras, tal vez, olvida el propio y el de su relación de pareja.

Claro, la clave de una película como Una flor en el barro pasa por ver de qué forma resuelve eso que construye. Y se podría decir que lo hace acertadamente, aunque por momentos caiga en algunos lugares comunes y en reflexiones cercanas en su linealidad a las del Damián Szifrón de Relatos salvajes, respecto de cómo el ciudadano común (o tal vez héroe individual) es atosigado por un sistema estatal plagado de burocracia. Porque un poco Francisco emprende una cruzada personal, incomprendida hasta cierto nivel por su pareja, sus colegas, sus empleadores, sus amigos y hasta un taxista que le niega un vuelto. Es ahí donde surgen los peores pasajes de la película, donde la carga de discursividad lleva a algunas escenas innecesarias o líneas de diálogo forzadas. Y donde termina suscribiendo un poco al discurso bienpensante y positivista del “si te esfuerzas lo logras”.

Ahora bien, en otros pasajes, que a priori resultarían más inconvenientes o difíciles de retratar para una película un poco previsible, Tuozzo logra una mirada sobre la pobreza que resulta ajustada y sin caer en excesos de ningún tipo: de hecho, la actuación de Enrique Dumont como el padre cartonero de Sofía es lo mejor de la película, en una cuerda sensible y contenida que se corre de la habitual mirada miserabilista con que buena parte del cine nacional registra a las clases bajas (por ejemplo, no se logra el mismo nivel de precisión con la relación del docente con su pareja, gente de clase media). Y también funciona el vínculo de Francisco con sus alumnos en la escuela, que se da de modo natural, sin caer en lo maniqueo, como así también es mostrada la inteligencia emocional de Sofía, más allá de algunas líneas de diálogo que abusan de lo literario (por ejemplo, la que da título a la propia película), algo que por lo demás es bastante típico de este tipo de relatos. De todos modos, en su cruce de mirada sobre la realidad del país, de registro de un hecho casi fantástico como es la aparición de una chica superdotada, del relato sobre un docente que inicia un camino en la profesión y de sus representaciones de conflictos socioeconómicos, Una flor en el barro sale bastante airosa.


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