
Título original: Idem
Origen: Argentina / España
Dirección: Damián Szifrón
Guión: Damián Szifrón
Intérpretes: Rita Cortese, Ricardo Darín, Nancy Dupláa, Darío Grandinetti, Oscar Martínez, María Marull, Osmar Núñez, María Onetto, Erica Rivas, Leonardo Sbaraglia, Mónica Villa, Julieta Zylberberg
Fotografía: Javier Julia
Montaje: Pablo Barbieri Carrera, Damián Szifrón
Música: Gustavo Santaolalla
Duración: 122 minutos
Año: 2014
5 puntos
Relatos domesticados
Por Rodrigo Seijas
Se están diciendo muchas cosas sobre Relatos salvajes. Recientemente, surgió una polémica -bastante inflada por cierto- por unas declaraciones del director y guionista Damián Szifrón, que motivaron una denuncia por apología del delito por parte de un dirigente del PRO. No me voy a ocupar de las aseveraciones de Szifrón -ciertas, pero también bastante obvias; no hay que ser demasiado lúcido (ni provocador) para decirlas- ni de la estupidez del dirigente macrista -quien evidentemente tiene demasiado tiempo libre-. Tampoco voy a entrar en un debate que va más alrededor de la película, que sobre la película. Nuevamente buena parte de la crítica de cine argentina -y luego el resto del periodismo de espectáculos e incluso el político- falla a la hora de analizar un film, porque se queda principalmente con lo que supuestamente dice la obra, con su horizonte de expectativa, y no con lo que realmente dice. Y esto es clave porque cuando se van explorando los diferentes rasgos cinematográficos de Relatos salvajes, resulta que tiene poco para decir. Entonces mejor hagámonos algunas preguntas.
¿Son realmente movilizadoras e inquietantes las historias que va desarrollando el film? Superficialmente sí, pero en cuanto se va sacando un poco la cáscara, la verdad que no. En el fondo, son todas tranquilizadoras. El efecto aplacador lo generan de diversas formas: desarrollando situaciones de enfrentamiento donde una de las partes -siempre encarnada por el protagonista- queda plenamente justificada (la historia titulada Bombita, por ejemplo); con acciones violentas donde operan intermediarios (el episodio llamado Las ratas); con una violencia que por terrible no deja de ser liberadora, sin posible carga de culpa (El más fuerte); escenificando circunstancias familiares y de clase que explican con facilidad determinadas decisiones, por más que sean terribles, apaciguando su efecto (La propuesta); creando figuras de oposición con las que es fácil confrontar y despreciar por sus acciones y modos (Pasternak); o amagando con escalar el nivel de tensión para luego quedarse ahí, en el amague, porque todo se recompone (Hasta que la muerte nos separe, título que es una traición narrativa en sí mismo).
¿Hay un universo de grises, de ambigüedad, o de buenos y malos, de estereotipos colisionando? Claramente lo segundo. El film va presentando en los diferentes capítulos antagonistas fácilmente repudiables y ese es su disparador para ir eliminando toda chance de que el espectador pueda problematizar los acontecimientos y decisiones que se van mostrando. Es prácticamente imposible no sentir total antipatía por los tripulantes del avión en Pasternak, los abogados de La propuesta o todos los miembros de la burocracia con los que se va cruzando el personaje de Ricardo Darín en Bombita, por citar apenas algunos ejemplos. Los lugares comunes no son repensados sino reafirmados, todo es trillado en los vínculos establecidos por los distintos personajes y el trazo grueso está en función de reafirmar el slogan de la película, “todos podemos perder el control”. Relatos salvajes no se preocupa por preguntarse por qué perdemos el control, si está bien perderlo, cómo se alteran las relaciones entre los sujetos o entre los individuos y el contexto que los rodea a partir de la pérdida de ese control. Sólo se dedica a reafirmar algo ya sabido y que en el fondo es catártico, tranquilizador: si todos podemos perder el control, entonces no está tan mal si lo perdemos.
¿Las distintas puestas en escena desplegadas respiran cine? No, y eso es un retroceso muy grande para la filmografía de un director como Damián Szifrón, que en sus dos propuestas televisivas, Hermanos y detectives y Los simuladores, insinuaba un diálogo con el campo del cine, aunque sus dos películas, El fondo del mar y Tiempo de valientes, no terminaban de cimentar un lenguaje propio. Relatos salvajes, que en los avances se insinuaba como una obra de consolidación de ese lenguaje personal, no posee la potencia necesaria en las imágenes, los sonidos y los tiempos que la componen. Hay muy pocos planos o escenas que aprovechen a fondo las posibilidades que brinda el cine en cuestiones como la profundidad de campo o el montaje. Excepciones pueden ser el último plano de Pasternak o la pelea en el auto de El más fuerte. Con Las ratas y La propuesta, que necesitaban, por transcurrir en un único espacio, un manejo de la tensión muy particular, Szifrón nunca consigue salir del estatismo. Incluso se puede notar que hay una voluntad por hacerse notar por parte del realizador -como en el plano de la puerta de la cocina siendo empujada en Hasta que la muerte nos separe-, pero son sólo intentos que se quedan en simples manierismos. Todo esto se traslada a los diálogos y las actuaciones, que alternan entre lo televisivo y lo teatral, siempre un tono por encima del requerido, siempre remarcando innecesariamente.
¿Cuál es su marco ideológico? Bueno, por ahí habría que preguntarse si en verdad lo tiene, o si termina de desarrollarlo. Relatos salvajes es tan pero tan políticamente correcta desde su aparente incorrección política… No llega nunca a plantar bandera, a decir “acá estoy yo”. Para un film aparentemente confrontativo, polémico, se preocupa demasiado por quedar bien con todo el mundo y se le nota demasiado el cálculo en el casting para generar empatía con los espectadores (el ejemplo máximo es el ingeniero encarnado por Darín, actor capaz de interpelar con total comodidad al ciudadano medio desde su construcción de estrella). En cierta forma, representa la discusión cómoda que algunos sectores bienpensantes quieren tener: esa donde ya asoman todas las respuestas apenas se rasga un poquito la superficie.
¿Va a fondo con su propuesta? No, definitivamente no, y ese es su mayor pecado. Film de respuestas fáciles antes que de preguntas difíciles, Relatos salvajes termina compartiendo muchos rasgos con otros exponentes “temáticos” del cine argentino, como Dos más dos o Corazón de León. Es cierto que no es tan irritante como las antes mencionadas, porque aunque sea se le puede detectar un mínimo de coherencia en su discurso y hasta habilidad para unir con cierta fluidez espacios-tiempos aparentemente discontinuos. Sin embargo, hasta dan ganas de pedirle que fastidie, que enoje, que movilice aunque sea negativamente. Pero no, es tan tibia que necesita de un discurso exterior y ajeno que encienda la polémica, porque en sí misma es un callejón sin salida, con muy poco para ofrecer.
Una de las mejores críticas a #RelatosSalvajes de Seijas de @tlcriticas A veces hay que decir la posta http://t.co/Vn7ntixCZO
La película del invento de Szifrón por el colega Mex en Fancinema http://t.co/nmzORA4FVU
La verdad me resulta difícil estar de acuerdo con esta crítica. Hablás del cine como si siempre tuviera que decir algo, dejar una moraleja o juzgar a sus personajes y a su público.
Creo que no tomar una posición concreta es tomar una posición concreta , y no me parece criticable, o al menos no menos criticable que la toma de una determinada posición.
En mi cabeza el cine, el arte, puede querer decir algo como también esté hecho desde la idea de simplemente imaginar o describir con gracia. Claramente Relatos Salvajes es lo segundo y no veo por qué pueda resultarme molesto.
Realmente la pasé bien. Me encontré mirando una película en la que se construye un mundo como el que veo en mi vida o en la de la gente que me cruzo a diario.
Entiendo que no todo el mundo se encuentre en esta película, pero creo que la mayoría de los argentinos van a ver algo de sí mismos en ella. De ahí a que esté bien o mal, o qué diga eso de nosotros, no sé como puede eso hablar mal del nivel de la obra de Damian Szifrón.
No me importa tanto que el cine me esté diciendo algo con un tono paternalista. Me parece más importante que la película que vaya a ver me cause alguna sensación en particular. Puede entretener, ofender, tranquilizar, tener un mensaje o no. O simplemente conectar con lo que veo todos los días.
Muy buena crítica. La tibieza de la película queda muy expuesta en varios momentos: el pibe vomitando el veneno en Las ratas (episodio que parece sacado de la serie televisiva Mujeres asesinas, por temática y puesta en escena); Bombita haciendo volar la playa de estacionamiento sin que haya muertos ni heridos (hasta lo aclara una voz en off!!); el jardinero pidiendo un departamentito en la Costa; el tipo de la ruta cagando sobre el parabrisas; el final del último episodio.
Esa tibieza, que como bien marca Rodrigo también estaba presente en Dos más dos y Corazón de Leon, también aparecía en El secreto de sus ojos, aquella basura que cosechó casi unanimidad de elogios en una crítica nacional cada vez más concesiva y contemplativa.
Ah, me olvidé de Elefante Blanco, otra gran bosta pretenciosa y vacía.
Sebastián, lo que yo critico en mi texto no es una toma determinada de posición, sino la forma en que lo hace, el poco sostén que le da a la construcción de un mundo y un punto de vista particular. Respecto a tu opinión sobre qué tiene que darte el cine, es válida, aunque no esté de acuerdo. Me parece que en todo discurso debe haber un sostén coherente, riguroso, sólido, y eso no lo encontré en el film. Igual, está perfecto que vos disientas, son puntos de vista, miradas distintas respecto a una obra. Muchas gracias por tomarte el trabajo y la dedicación en comentar, y por el respeto exhibido. Saludos.
Gracias a vos por tu respuesta y estar abierto a escuchar lo que tiene un lector para deicr. Seguiré pasando por la página como hago habitualmente.
Gracias a vos por tu respuesta y estar abierto a escuchar lo que tiene un lector para decir. Seguiré pasando por la página como hago habitualmente.
RT @fancinemamdq: @carolagho por acá dijimos esto estimada: http://t.co/NmXhhWHQup
Muy de acuerdo con la crítica. Además, me parece que Szifrón es el típico cineasta (y diría en ese caso guionista, se le nota mucho) que se cree astuto y tiene la necesidad de mostrartelo en casi todos sus planos. No es por casualidad que la imagen que eligió para representarse en el genérico de inicio sea la del zorro.
Mejor volver a ver If. Salutaciones!
Los invito a leer desde el link que adjunto, un ensayo sobre la película, a la par de un análsis más exhaustivo de toda la obra de Szifrón (del que se puede bajar la versión completa en un enlace al final del artículo). Si a alguien le interesa, ojalá lo disfrute, y extiendo la invitación a comentar y seguir alimentando el debate sobre ésta película y éste autor que está causando tanto revuelo desde la izquierda hasta la derecha. Gracias y saludos, Gustavo Kreiman.
http://labrokenface.com/tiempo-de-calientes-el-enojo-de-szifron-en-relatos-salvajes/
Es una película entretenida en la que uno perfectamente podría sentirse identificado con cualquiera de los protagonistas, por lo que el concepto de «buenos y malos» queda bastante desdibujado. Un poco tiradas de los pelos algunas de las historias como la del avión, la de las ratas y la del casamiento. Las dos primeras son casi introductorias y menores dentro del desarrollo de la película, no así la del casamiento. La película para mi habla de la lucha que hay entre los que por algún motivo tienen poder y los que creen no tenerlo y un día se dan cuenta que lo tienen y deciden ejercerlo. Habla de la violencia implícita y transparente de todos los días y de la explícita y repudiable que aparece inesperadamente. No se si es una gran película o si se merece ganar un Oscar, pero es entretenida, vale el precio de la entrada, vale la pena verla.
Acabo de verla y, por desgracia, confirmar mis sospechas generadas a partir del trailer y de los fuegos artificiales con que es recibida en todos lados. Es obvio que no soy crítico de cine, si no apenas alguien que asiste a un cuarto obscuro, dispuesto a entregarse a una propuesta, a una forma de relato donde, al margen de los logros y los pocos o muchos recursos, se impone como regla un juego honesto que aquí, percibo ausente. Comparto la excelente crítica.