No estás en la home
Funcinema

Trampa 22 (1970)



CÍNICO RETRATO DE LA OBSESIÓN BELICISTA

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocolant)

En 1970 hubo dos películas que hicieron de la sátira militar un lugar de desquicio absoluto. Una, M.A.S.H., se alimentó de aplausos y de éxitos, y fue uno de los grandes sucesos en la carrera de Robert Altman; a la otra, a la que nos convoca, le tocó el destino de permanecer en la sombra. No obstante, siempre hay alguien que revuelve bien los fideos y pone las cosas en su lugar. Es Quentin Tarantino en sus Meditaciones de cine, el caballero de la espada, quien defiende películas demenciales como Trampa 22, de Mike Nichols, con Alan Arkin, protagonista dentro de una galería estelar de actores tales como Jon Voight, Anthony Perkins, Martin Sheen, entre otros.

Basada en el libro homónimo de Joseph Heller, narra lo que ocurre a una tropa de pilotos bombarderos ubicados estratégicamente en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. El cuadro es solamente una excusa para construir un laberinto de pasadizos ridículos por donde desfilan inescrupulosos superiores aumentando las misiones de sus súbditos para así poder mantener el mercado negro, un histriónico general (interpretado por Orson Welles, quién otro) empeñado en fusilar a pesar de las normas y acompañado de una mujer fatal que tiene caliente a toda la escuadra. Y entre ellos, Yossarian (Alan Arkin), quien intenta volver a casa pero siempre le asignan un nuevo vuelo. Todo es un manicomio gigantesco. Nichols sabe que, antes que las sentencias solemnes, el humor es la forma más corrosiva posible de plantarse ante un proyecto de nación cuyas intervenciones militares en las guerras sólo puede derivar en desastres, o delirios de poder que dinamitan internamente los propósitos bélicos. Coppola lo plantearía con la seriedad del caso unos años más tarde en Apocalipsis Now!

El título de la película manifiesta su naturaleza absurda, una coartada para escapar de allí. La norma 22 es un artilugio legal que indica que un soldado puede volver del frente si se demuestra que está loco, pero que en la práctica no tiene efecto alguno, ya que se entiende que si un soldado se declara loco es porque quiere volver al hogar y por lo tanto está haciendo algo absolutamente cuerdo. El argumento se muerde la cola todo el tiempo y parte del infierno, más cercano a un espejo dantesco invertido, es caer en esa especie de loop.

La película tiene momentos muy graciosos y parte de su cinismo consiste en reírse no sólo de la realidad política aludiendo al pasado, sino de la solemnidad existencial de un cine consagrado académicamente. Este gesto acaso se perciba en una gran escena en la que los soldados se van de joda y el taciturno Yossarian permanece sentado en una trattoria hasta que ve a una voluptuosa italiana caminando por la calle. Su decisión de seguirla para comérsela con la mirada está acompañada musicalmente con Así habló Zarathustra, esa composición de Strauss que deglutió para la posteridad 2001: Odisea del espacio dos años antes. El guiño a Kubrick y a una forma de encarar el cine destila sabia ironía: allí donde se erigía un monolito como metáfora de la trascendencia deviene aquí en una subjetiva que da cuenta de otra clase de monumento.

No obstante, pese al desquicio, Trampa 22 forma parte de una tradición de películas que, pese a su luminosidad, no evitan las sombras inevitables de un mundo caótico, donde priman el capital y la guerra como pilares de una nación en estado demencial. Y Alan Arkin está fantástico para materializar esa mirada sardónica que progresivamente el cine norteamericano iría perdiendo en pos de una corrección política que hoy apesta.


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.