Por Patricio Beltrami
NdR: Este artículo contiene spoilers.
Invasión secreta repitió el patrón de la mayoría de los últimos capítulos de las series de Marvel Studios: Cierre a las apuradas, falta de épica, un villano intranscendente y una resolución más ligada a las necesidades del universo que al desarrollo del relato y los personajes. Dirigido por Ali Selim y escrito por Brian Tuckery Kyle Bradstreet, Home empieza con la fría despedida entre Fury y Priscilla/Varra (Charlayne Woodard) antes de infiltrarse en Nuevo Skrullos. Desde allí se inicia una carrera contrarreloj entre la confrontación de Fury (Samuel Jackson) y Gravik (Kingsley Ben-Adir) y la orden del presidente Ritson (Dermot Mulroney), a instancias de James Rhodes (Don Cheadle), para atacar Nuevo Skrullos a riesgo de provocar una guerra mundial. En ese marco, el uso del montaje paralelo entre ambos escenarios le habría otorgado más tensión a la situación pero, por pereza o impericia, se optó por una apuesta fallida hacia una previsible resolución. Por un lado, la estática charla entre un moribundo Fury y un Gravik iracundo (y sobreactuado) no aporta revelación alguna para justificar la extensión de la escena. En tanto, las cosas eran más interesantes en el hospital. Por una falsa alerta de Sonya Falsworth (Olivia Colman), Rhodes ordena evacuar a Ritson mientras la custodia empieza a caer ante los ojos del impostor. De esa manera, Rhodes queda acorralado por Falsworth y Fury, quienes intentan convencer a Ritson de anular el ataque nuclear mientras exponen al coronel como un skrull. En tanto, Gravik se consagra como uno de los villanos más estúpidos del Universo Marvel. Seguro de su victoria, absorbe el suero con los poderes de casi todos los Vengadores sin haber sacado a Fury de la cámara de experimentación. Pero cuando va a rematarlo, el espía detiene su golpe y, tras revelarse como G’iah (Emilia Clarke), inician una batalla de superskrulls. Si la intención fue que Gravik cayera en la misma trampa que había provocado la muerte de Maria Hill (Cobie Smulders), no funcionó. Otra vez, la pelea carece de épica y, además, el abuso de poderes, vuelos y transformaciones (basta de easter eggs) deriva en una resolución anticlimática y breve con la muerte de Gravik. En tanto, Fury asesina a Rhodes y, al comprobar que su consejero era skrull, Ritson anula el ataque. Finalmente, el epílogo de Home exhibe los aspectos más relevantes de la serie, pero su inclusión no parece orgánica con el capítulo. En Nuevo Skrullos, G’iah libera a los rehenes, entre ellos Rhodes y al agente Everett Ross (Martin Freeman). Ya en Londres, Falsworth comparte con G’iah el hallazgo de un depósito lleno de humanos dormidos, que demuestra que la invasión es más grande y avanzada de lo que creían. Por su parte, Fury le advierte a Ritson sobre las consecuencias de su caza de brujas contra los skrulls en la Tierra, alternando el mensaje con escenas de la masacre de extraterrestre y humanos por parte de grupos paramilitares avalados por el gobierno estadounidense. Preso de su trauma, Ritson no dará el brazo a torcer. La serie cierra con la reconciliación entre Fury y Varra, quienes regresan a la vida diplomática en la estación espacial de SABER para negociar una tregua entre skrulls y krees, que lógicamente desembocará en The Marvels. Home resultó ser otro último capítulo fallido, que no sólo apura sus resoluciones, sino que su escritura termina atentando contra la historia y los personajes. Prueba de ello es Gravik: Si bien estaba predestinado ser el villano de turno, las mejores facetas que había demostrado (inteligencia, paciencia, crueldad) acabaron anuladas por decisiones egoístas, soberbias y estúpidas tomadas en la resolución del relato. En cuanto a Invasión secreta, todo lo que prometía en materia de espionaje, intriga y acción quedó anclado a cuatro episodios, lapso en el que historia fue configurada en base a estos géneros. Pero el balance final es negativo para la serie que repitió escenarios genéricos propios de los lugares más comunes y superficiales de las producciones de superhéroes. Otra vez, Marvel Studios termina perjudicando una historia por privilegiar el devenir de su universo en lugar de presentar giros y resoluciones lógicas en función del relato de turno. En materia de personajes, Fury se convirtió en un mejor esposo pero no se evidencia una evolución en relación a todo lo que se había visto anteriormente, tanto es así que ni siquiera el impacto por las muertes de Hill y Talos (Ben Mendelsonh, el corazón de la serie) provocó algún cambio significativo en la configuración del espía. Sólo la introducción de G’iah y Falsworth parecen haber escapado del tedio, la previsibilidad y el humo de la Invasión secreta.
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