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Misión: Imposible – Sentencia mortal: Parte Uno

Título original: Mission: Impossible – Dead Reckoning Part One
Origen: EE.UU. 
Dirección: Christopher McQuarrie
Guión: Christopher McQuarrie, Erik Jendresen
Intérpretes: Tom Cruise, Hayley Atwell, Ving Rhames, Simon Pegg, Rebecca Ferguson, Vanessa Kirby, Esai Morales, Pom Klementieff, Henry Czerny, Shea Whigham, Greg Tarzan Davis, Frederick Schmidt, Mariela Garriga, Cary Elwes, Charles Parnell, Mark Gatiss, Indira Varma, Rob Delaney
Fotografía: Fraser Taggart
Montaje: Eddie Hamilton
Música: Lorne Balfe
Duración: 163 minutos
Año: 2023


9 puntos


ETHAN HUNT Y EL DIAL DEL DESTINO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Con apenas unas semanas de diferencia, se estrenaron nuevas entregas de dos sagas emblemáticas, que en ciertos aspectos -principalmente en lo que se refieren a las atmósferas y tonalidades que transitan- se encuentran, a la vez que se ubican a contramano de buena parte del mainstream actual. Nos referimos a Indiana Jones y el dial del destino, que hace unas semanas despidió al género de aventuras, y a Misión: Imposible – Sentencia mortal: Parte Uno, que a su manera también es un ejercicio melancólico, aunque desde otro ángulo. Es que si el film de James Mangold clausura una forma de narrar y despide a un personaje al que le llegó la vejez, al que el tiempo se le acaba, pero aún así está dispuesto a dar una última batalla; el de Christopher McQuarrie repiensa los orígenes de su protagonista y certifica que no le queda otro remedio que ser como es. Ambas películas son, cada una a su modo, tragedias enmarcadas en un movimiento perpetuo.

Alguien sostenía en Twitter una idea interesante sobre la saga de Misión: Imposible y el recorrido de su personaje principal, Ethan Hunt: que era básicamente la historia de un tipo que en la primera parte perdía a todos sus amigos y que luego, a lo largo de las entregas posteriores, buscaba recuperarse de esa tragedia y hallar nuevos vínculos. Algo de eso hay: en el primer film, el grupo de pertenencia de Hunt era liquidado por su propio líder y encima con la ayuda de la mujer de la que él estaba secretamente enamorado. Si pensamos las siguientes películas, hay una búsqueda inconsciente por parte de Hunt de recuperar lo que se perdió y, al mismo tiempo, un peligro permanente de que su mundo afectivo se derrumbe: por eso el romance pasional y pasajero en Misión: Imposible II; el intento de construir un matrimonio en Misión: Imposible III; el reencuentro de lo grupal en Protocolo Fantasma; la aparición de un nuevo amor, casi platónico, en Nación secreta; y la amenaza a los afectos en Repercusión. Y, además, la noción cada vez más patente de que Hunt está, en cierto modo, predestinado -o más bien condenado- a ser lo que es: el salvador del mundo, pero también el tipo que siempre está para rescatar a sus seres queridos, a poner el cuerpo por sus valores y por su gente. Es un héroe incomprendido por la institución que lo alberga, alguien eternamente perseguido y que hace cada vez más sacrificios, no tanto porque es lo que se necesita, sino porque si hay algo de lo que no puede escapar es de su propia historia.

Posiblemente, luego de una búsqueda creativa que abarcó cuatro directores distintos (Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird) el mundo de Misión: Imposible encontró en Christopher McQuarrie al director definitivo. Algo de lógica hubo para que eso pasara: por algo McQuarrie había sido el guionista de Los sospechosos de siempre, una película marcada por las capas de sentido y las apariencias, pero también por la noción de tragedia. Lo demuestra una vez más en Sentencia mortal: Parte Uno, al perfeccionar el movimiento reflexivo sobre el heroísmo y las motivaciones personales de Hunt, que ya había ensayado en Repercusión con resultados algo desparejos. Si en esa película forzaba un tanto los dilemas morales y repetía un antagonista al cual ya había desarrollado lo suficiente; acá halla un nuevo enemigo, de gran potencia a partir de su dualidad. La Entidad, esa inteligencia artificial que se ha rebelado y cobrado autonomía, con una capacidad casi infinita para prever cualquier tipo de escenario y accionar en consecuencia, tiene en Gabriel -Esai Morales explotando al máximo sus cualidades malignas- a un secuaz corporal y a la vez inhumano, un ser sin ética ni moral, una fuerza destructiva que no necesita de razones concretas para liquidar cualquier obstáculo que se ponga en su camino.

A ese doble antagonismo, Sentencia mortal: Parte Uno suma nuevos personajes que enriquecen el universo íntimo de Hunt y de la propia saga: tanto Grace, la ladrona interpretada por Hayley Atwell, como Paris, la mercenaria encarnada por Pom Klementieff ratifican que, si Hunt es el protagonista, no puede llegar a ser lo que es sin las mujeres con las cuales se vincula. Ambas se expresan desde lo físico, desde sus decisiones y acciones -a tal punto que en el segundo caso casi no necesita de palabras- y vienen a completar ese núcleo ya integrado por Benji (Simon Pegg), Luther (Ving Rhames) e Ilsa (Rebecca Ferguson). Y, a su vez, refuerzan esa sensación de peligro y agobio constantes, pero no tanto en un sentido global (el mundo en peligro) sino particular: lo que se impone es la batalla entre personas, donde lo heroico se establece a partir del acto de ayudar o salvar al amigo o compañero, porque la tragedia personal está al acecho.

La puesta en escena y el guión de McQuarrie pueden darse el lujo de reflexionar sobre lo heroico, el deber, la amistad, el odio, la pérdida y la tragedia, porque van de la mano de una estructura narrativa que no da respiro, donde pasa de todo en cada secuencia y que trabaja con enorme habilidad sobre la especulación para cada acontecimiento que puede darse. Esa inestabilidad permanente se alimenta de secuencias brillantes desde el impacto -como la del salto al vacío con una moto o el choque de un tren-, pero también desde la tensión -como la del aeropuerto o una persecución por las calles de Venecia-, siempre con una labor notable desde el montaje. En Misión: Imposible – Sentencia mortal: Parte Uno vemos cómo se desarrolla, sutilmente, un drama trágico pautado por la velocidad y el movimiento. Y si bien es cierto que la película no llega a las alturas de Nación secreta -una obra maestra que se podía sostener por sí sola, sin necesidad de un conocimiento previo-, sí consigue completar de forma óptima la operación de autoconsciencia de Repercusión.

Aunque claro, la razón principal que sostiene a Misión: Imposible – Sentencia mortal: Parte Uno es, nuevamente, Tom Cruise, que ha encontrado en Hunt a su alterego perfecto. Si Hunt ya no puede ser ese joven eterno de los noventa y principios del nuevo milenio, pero se aferra a su caballerosidad y su ética de mosquetero a puro arrojo y solidaridad; Cruise ya tiene sesenta años, pero se muestra dispuesto a sacrificarse por el cine y el espectáculo. Lo hace no solo con acrobacias cada vez más alocadas -no sería extraño que se mate haciendo alguna escena de riesgo, lo cual no dejaría de ser poético-, sino también con un carisma difícil de igualar en la actualidad. Es que, al fin y al cabo, Cruise es un poco como Hunt: está predestinado, casi trágicamente, a salvar al cine de acción, a defender un clasicismo al borde de la extinción. Su batalla final es contra el tiempo y aunque finalmente la muerte lo alcance, ya se ha ganado la eternidad cinematográfica.


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