No estás en la home
Funcinema

24 líneas por segundo: El amor después de la inflación de abril

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

A veces caigo en la trampa: “Cómo lloré con esta película” digo, como si el llanto tuviera un valor estético. Y no, la verdad que no… a veces tiene que ver con el buen manejo del drama por parte del director pero otras, muchas tal vez demasiadas, con la lisa y directa manipulación. Si lloro o no, en verdad eso no habla del valor de una película, habla tal vez del nivel de sensibilidad que tenía en el momento de sentarme frente a la pantalla. Con la nostalgia opera un asunto parecido: Que una película nos lleve a un lugar determinado de nuestro pasado puede ser un rasgo positivo, pero en definitiva habla más de nosotros que de la obra en sí. El problema con el llanto y la nostalgia es que se convierten en argumentos, cuando en verdad no lo son, y se vuelven irrefutables. Recuerdo todavía aquella publicidad horrible de Coca-Cola en la que la voz de un crítico absolutamente indolente hablaba pestes de una película, mientras la imagen nos devolvía a una espectadora totalmente emocionada con lo que estaba viendo. Demagogia por medio, la publicidad caía en el lugar común del crítico cínico mientras sostenía que la emoción es un valor incuestionable, pero no como dato (es incuestionable que la persona está llorando) sino como opinión (el llanto como un juicio de valor: si llora es bueno o, peor, es indudablemente bueno). Toda esta perorata para decir que en las últimas semanas he asistido un poco sorpresivamente a una valoración extremadamente exagerada y positiva de la miniserie El amor después del amor, centrada en la figura del cantautor Fito Páez. La mayoría de los argumentos se amparan en lo incuestionable de la nostalgia: “Viví la época, la serie me lleva a ese lugar, esas canciones son mi juventud, compré el disco cuando tenía 15 años, amo a Fito”. Claro, quién puede ir en contra de eso, quién puede negar la necesidad de las buenas sensaciones. Lo curioso con El amor después del amor, lo que me llama potencialmente la atención es la distancia que hay entre el objeto en cuestión y la valoración. Lo que habla en definitiva de una necesidad por parte de la audiencia por ver algo que la miniserie le entrega, sin que importe demasiado cómo lo hace. El amor después del amor es apenas una biografía plana, prolija, filmada sin mayor vibración, algo curioso cuando retrata el estado emergente del rock nacional de los ochentas. Una biografía que parece seguir el plan de Rapsodia Bohemia con Queen, donde al final lo más interesante era la recreación puntual de un show que se podia ver en YouTube sin problemas. No hay nada desde lo narrativo y formal que convoque a la maravilla, apenas una emulación de personajes que por momentos es una celebración de la parodia involuntaria, como el Charly García de Andy Chango. Pero reitero, tal vez el valor de la miniserie sea descubrir un vacío y llenarlo con todos los lugares comunes y los clichés. Un gesto para la tribuna que tuvo una correspondencia inusitada. O no, o la partida estaba ganada de entrada. De lo que estoy seguro es que la inflación de abril, sin los comentarios exagerados sobre la miniserie de Fito, daría muy por debajo de lo anunciado por el INDEC.


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.