Título original: The pale blue eye
Origen: EE.UU.
Dirección: Scott Cooper
Guión: Scott Cooper, basado en la novela de Louis Bayard
Intérpretes: Christian Bale, Harry Melling, Simon McBurney, Timothy Spall, Toby Jones, Harry Lawtey, Fred Hechinger, Joey Brooks, Charlotte Gainsbourg, Lucy Boynton, Robert Duvall, Gillian Anderson, Steven Maier, Brennan Keel Cook, Orlagh Cassidy, Gideon Glick, Jack Irv, Matt Helm, Hadley Robinson, Mathias Goldstein, Charlie Tahan
Fotografía: Masanobu Takayanagi
Montaje: Dylan Tichenor
Música: Howard Shore
Duración: 128 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix
6 puntos
LO NARRATIVO FORZANDO LOS ENIGMAS
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Después de un debut en la dirección realmente muy bueno con Loco corazón, Scott Cooper no pudo repetir el mismo nivel, aunque todos sus films posteriores (La ley del más fuerte, Pacto criminal, Hostiles, Espíritus oscuros), aún con sus desniveles, no dejan de ser interesantes. Todos, a su modo, tratan de trabajar los géneros desde ángulos diferenciales y muestran a un cineasta que quiere mostrar que puede decir algo distinto desde lo formal, pero sin descuidar a los personajes y sus historias. En ese contexto, Los crímenes de la academia, que está disponible en Netflix, muestra un piso y un techo bastante claros en el momento actual del realizador.
Basado en la novela de Louis Bayard, Los crímenes de la academia -cuyo título original, The pale blue eye, es mucho más poético- presenta un argumento que a simple vista puede parecer esquemático, pero que al mismo tiempo tiene un componente novedoso. En 1830, Augustus Landor (Christian Bale), un detective viejo y cansado, es contratado para investigar el aparente suicidio de un cadete de West Point cuyo cuerpo ha sido luego profanado cuando estaba en la morgue. Pronto quedará en claro que en verdad hubo un homicidio, aunque los autores y sus motivos son un enigma. Para resolver el misterio, y frente al código de silencio de los demás cadetes, enlista a uno de ellos, que resulta ser un tal Edgar Allan Poe (Harry Melling), cuando todavía no había alcanzado la fama como escritor.
El dúo protagónico conformado por Landor y Poe será el eje narrativo, pero también moral de la historia, a partir de cómo deben lidiar con las progresivas revelaciones de un submundo donde conviven pactos de encubrimiento, el orgullo militar y rituales satánicos. Pero, a la vez, ambos protagonistas funcionarán como espejo uno del otro, no tanto por tener visiones contrapuestas, sino por cómo sus respectivos recorridos crean un lazo de empatía entre ambos. De hecho, en un punto, ese mundo que presenta el relato funciona como una plataforma para indagar en el surgimiento de la poética de Poe, por más que casi todo lo que vemos es ficción: vale recordar que, si bien el escritor fue efectivamente cadete de West Point, no estuvo involucrado en ninguna investigación policial.
Aún a pesar de sus ambiciones formales y discursivas, Los crímenes de la academia no llega a configurar una estructura narrativa realmente innovadora y un mundo tangible en su oscuridad, más allá de unas cuantas atmósferas que van de lo inquietante a lo melancólico. Por eso termina descansando más que nada en las actuaciones, con un Bale sorprendentemente sobrio -más aún teniendo en cuenta que el papel daba para un show de impostación- y un Melling que alterna entre lo simpático y lo insoportable. Y, si bien se suceden algunas reflexiones interesantes sobre las implicancias de la muerte, la pérdida y el duelo, hay una vuelta de tuerca sobre el final, que sirve para resolver todos los interrogantes, que nos hace preguntar cuál fue el objetivo de contar toda la historia. Ahí es donde la película parece pasarse de lista, por más que esa resolución transmita componentes atractivos y permitan agregarle nuevas capas tanto a Landor como a Poe. Los crímenes de la academia muestra que Cooper es un realizador competente y que busca salir de los lugares comunes, aunque eso lo lleve a forzar la maquinaria narrativa hasta un punto donde genera más distancia que cercanía con lo que se cuenta.
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