SCREWBALL COMEDY MUSICAL Y LISÉRGICA
Por Mex Faliero
Con aire absolutamente modernista, marcando no solamente los cambios culturales y políticos de las décadas previas sino además los avances expresivos que un género como la animación exhibía por esos tiempos, el húngaro György Kovásznai estrenó en 1980 la muy imaginativa Bubble bath (subida recientemente al catálogo de la plataforma MUBI), una suerte de vodevil musical en el que la deformación de los dibujos no es otra cosa que una representación de aquello que estaba pasando en el mundo. Kovásznai, hijo de un funcionario del Gobierno y de una asistente dental, murió tempranamente en 1983 y dejó una carrera cinematográfica breve e inconclusa, tan concreta como esta película de algo más de 70 minutos.
Bubble bath es una película de pocos personajes y pocos escenarios. La mayor parte transcurre en el interior del departamento de Anikó, una estudiante de medicina que recibe al atribulado Zsolt, un hombre de frondoso mostacho que a poco de casarse atraviesa una crisis existencial: mientras su prometida Klári desea formar una familia y tener varios hijos, el aspirante a artista Zsolt pretende una forma de vida más liberada y menos atada a estructuras tradicionales. Kovásznai propone una comedia irreverente, que desde lo formal sintetiza su carácter provocador: los personajes se deforman constantemente mientras debaten acerca de los dilemas que los aquejan, que son sexuales y políticos. La animación abreva no solo en lo que, por ejemplo, los estudios Fleischer habían realizado décadas atrás, sino incluso en lo que un artista como George Dunning había realizado recientemente en Submarino amarillo de The Beatles. Bubble bath es toda una experiencia, que transita camino poblados de lisergia y surrealismo mientras aprovecha audios reales de especialistas debatiendo sobre prototipos de familia.
Que la película de Kovásznai tenga pocos personajes y escenarios no la vuelve un relato mínimo. Precisamente por la propia característica de la animación, lo suyo es expansivo, partiendo de lo concreto y abrazando una mirada general sobre la sociedad con el carácter directo de la sátira: que en el fondo no se trata de otra cosa más que de una caricatura que se ríe a carcajadas de la intelectualidad de su tiempo. Y si la experiencia visual da cuenta de los movimientos que atravesaban el mundo de la animación, desde lo musical Bubble bath es un absoluto deleite a cargo del compositor János Másik, que fusiona elementos del rock, el funk y el jazz, con canciones que son absolutamente absurdas en sus letras y un sonido que sabe a setentas nota por nota. Con todo esto, Kovásznai logra una obra inteligente que representa un tiempo de ideas (políticas y artísticas) revolucionarias con la velocidad de una screwball comedy lisérgica que no teme nunca a tomarse todo para la chacota.
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