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Garra

Título original: Hustle
Origen: EE.UU.
Dirección: Jeremiah Zagar
Guión: Taylor Materne, Will Fetters
Intérpretes: Adam Sandler, Queen Latifah, Juancho Hernangomez, Ben Foster, Kenny Smith, Anthony Edwards, Robert Duvall, Jordan Hull, María Botto, Ainhoa Pillet, Raúl Castillo, Heidi Gardner, Jaleel White, Elvin Rodriguez
Fotografía: Zak Mulligan
Montaje: Tom Costain, Keiko Deguchi, Brian M. Robinson
Música: Dan Deacon
Duración: 117 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix


8 puntos


ADAM SANDLER EN SU JUEGO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Los fans de frases como “viste que Sandler puede actuar”, porque acaban de ver Diamantes en bruto de los Safdie o Embriagado de amor de Paul Thoms Anderson, posiblemente caigan en la trampa que propone Garra, una película que en apariencia se aleja de las habituales comedias de Adam Sandler, aunque no deje ser otro paso en la búsqueda personal que el actor comenzó hace ya una década y media (luego de la catástrofe de Click). En Garra no aparece ninguno de los amigotes de Sandler, hay una absoluta carencia del humor entre naif y neurótico de muchas de sus comedias, y la textura de la película es la de un drama deportivo sobre perdedores y segundas oportunidades. Y digo trampa, porque en definitiva lo que logra aquí el Sandler autor (que en definitiva esta es una película Happy Madison) es que por primera vez su universo personal pueda ser asimilado por un público que siempre toma distancia de su persona, como si en esa acción se le revalidara un título de distinción personal. “No me gustan las comedias de Sandler, solo veo humor inteligente; ay qué elevado que soy”. Medalla.

La presencia de Happy Madison como compañía productora no es un detalle menor. Ya en las últimas de Sandler (La peor semana, Sandy Wexler, El Halloween de Hubie) se observaban búsquedas formales que fortalecieran la efectividad de la comedia desde un aspecto narrativo. Son películas que merodean otros universos fílmicos y se amoldan a las necesidades expresivas de Sandler. Y si el actor ha buscado su prestigio como intérprete por fuera de su productora (en películas de Jason Reitman, Noah Baumbach o la citada de los Safdie) es la primera vez que hace la apuesta desde su propia casa, animándose a amortiguar la búsqueda del gag en una historia que lo contenga desde un lugar más dramático. El verdadero acierto de Garra es que esa búsqueda de prestigio, esa demostración para un afuera hostil que precisa de la lógica de la corrección de la técnica interpretativa, no hace evidente el esfuerzo. No es, como Diamante en bruto, una película en la que sintamos que Sandler está actuando, sino una en la que el actor aparece tan ligero, amable y neurótico como siempre, pero en un empaque menos farsesco.

En Garra, Sandler interpreta a Stanley Sugarman, un buscador de talentos de los Philadelphia 76ers, una de las históricas franquicias de la NBA. A Stanley se lo nota cansado de un trabajo que lo obliga a viajar por el mundo (el arranque es un ejemplo de uso del montaje en sentido narrativo) y a ser casi un visitante en su casa, por lo que la promesa de un ascenso como asistente del entrenador lo llena de ilusión. Claro, la muerte del dueño del equipo y el ascenso del antipático hijo como sucesor (el dueño del dinero, típico villano sandleriano), lo devuelven  a Stanley a los viajes y a la agotadora experiencia de tratar de encontrar un diamante en cada lugar. Precisamente lo encuentra en España, con un joven que juega básquet callejero y que, con la instrucción adecuada, podría ser una estrella en la NBA. Si describo en parte la trama de la película es para demostrar que Garra no descubre (cómo sí lo hace Stanley) ninguna pólvora. La película de Jeremiah Zaglar no es más que otro drama deportivo con personajes marginados que encuentran algo parecido a una redención. ¿Qué lo vuelve por encima de la media? Precisamente la presencia de Sandler, un actor con un oficio construido en la pantalla y ante nuestros ojos, que a esta altura entiende el juego como nadie y que a partir de su propio cuerpo y gestualidad le da un tono otoñal y querible a una historia convencional.

Es por fuera de los giros de la trama (que son afortunadamente previsibles) que Garra se eleva por encima de la mayoría del cine del presente, ganado por el cinismo y un pesimismo de pose. Y en eso, además de la presencia fundamental de Philadelphia y el homenaje claro en la secuencia de entrenamiento, es que Garra cumple casi el mismo rol que Rocky en los 70’s, donde el pesimismo en el cine norteamericano era al menos no tan prefabricado y nos daba aire para la celebración del underdog, tal vez la mejor creación mítica del cine norteamericano. Garra vuela en la relación que entablan Stanley y Bo Cruz (muy bien interpretado por la estrella del básquet español Juancho Hernangómez), un padre que al final puede ser padre -y eso que tiene una buena relación con su hija- y un hijo que al final encuentra algo parecido a un padre; en la forma en que articula ficcionalmente ese universo de la NBA que tanto fascina a Sandler (la cantidad de guiños que ofrece la película la convierte casi en un multiverso basquetbolístico); en las hermosas escenas de intimidad hogareña entre Stanley y su esposa Teresa (¿alguna vez Queen Latifah estuvo tan sutil y controlada?). Garra es en definitiva una película sobre los vínculos, pero especialmente sobre cómo se construyen esos vínculos por medio de la verdad y la confianza. Y no solo entre los personajes, sino también entre los espectadores y las películas. Esa abstracción que al cine de antes le salía naturalmente y que hoy aparece cada tanto. Garra, inesperadamente, se edifica sobre esa conciencia de clase.


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