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La llamada final

Título original: The call
Origen: EE.UU. 
Dirección: Timothy Woodward Jr.
Guión: Patrick Stibbs
Intérpretes: Lin Shaye, Tobin Bell, Chester Rushing, Erin Sanders, Mike Manning, Sloane Morgan Siegel, Judd Lormand, Randy J. Goodwin, Brooklyn Anne Miller, Leah Contreras, Toby Leeder, Aidan Bertola, Madeleine Wade, Ciara Hanna, Fred Stoller
Fotografía: Pablo Diez
Montaje: Wayne J. Liu
Música: Samuel Joseph Smythe
Duración: 97 minutos
Año: 2020


3 puntos


UNA IDEA Y MUCHOS GOLPES DE EFECTO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Hay muchas películas que pueden tener unos cuantos minutos iniciales relativamente interesantes, dado por la premisa, algunas escenas puntuales o actitudes de los personajes que captan la atención. Claro que ese nivel hay que sostenerlo durante lo que resta del metraje, porque si no los méritos se van disolviendo con el correr de la narración. Es el caso de La llamada final, que amaga con ser una Clase B de terror con algo de lucidez, pero se va desmoronando hasta convertirse en otro producto mediocre más.

El film de Timothy Woodward Jr. está situado en 1987, en una pequeña ciudad a donde arriba un joven, quien entabla amistad con una compañera de colegio y luego con su grupo de amigos, acompañándolos eventualmente hasta la casa de una anciana (Lin Shaye, exprimiendo su iconicidad surgida a partir de la saga de La noche del demonio) que está supuestamente vinculada con la muerte de una niña y a la que buscan hacerle la vida imposible. Esa sesión de tormento es apenas una más de muchas, que llevan a la mujer al suicidio, aunque su muerte solo será el principio de todo, ya que antes dejará unas cuantas instrucciones. Su marido (Tobin Bell, otro que exprime su iconicidad, pero surgida de la saga de El juego del miedo) es el encargado de consumarlas, convocando a los cuatro jóvenes responsables de la muerte de la esposa para que cumplan una pequeña consigna: hacer una llamada a un celular que está en el ataúd de la fallecida y pasar un minuto al teléfono, a cambio de cien mil dólares para cada uno. Obviamente, lo que parece ser extravagante pero fácil de cumplir, termina siendo algo pesadillesco, porque del otro lado los atenderá alguien con sed de revancha y la capacidad de explotar sus peores miedos.

Los primeros minutos en donde conocemos a ese cuarteto variopinto de jóvenes protagonistas parece tomar algunas lecciones de las películas de John Hughes y Richard Linklater, mientras que la presentación del conflicto nos prepara para algo que podría ser un capítulo de La dimensión desconocida. Sin embargo, la primera vertiente es rápidamente abandonada, mientras que la segunda ya muestra un desafío relevante, que es el del riesgo de la repetición del mecanismo intrigante. Y lo cierto es que tanto el guión como la puesta en escena se muestran incapaces de encontrar un imaginario consistente que respalde la idea original. De ahí que ya incluso antes de llegar a la mitad del metraje, el film agota sus recursos y luego se dedica a acumular golpes de efecto sin orden ni coherencia, cayendo en toda clase de lugares comunes y quitándole entidad a sus personajes a partir de un psicologismo barato.

Ya entrada la última media hora, La llamada final directamente aburre y expone las dificultades que afronta esa segunda o tercera línea del cine de terror -destinada mayormente a festivales del género o plataformas hogareñas- a la que, salvo contadas excepciones, se le nota demasiado las costuras y hasta cierto amateurismo. De ahí que vuelva a surgir la pregunta sobre por qué estos films siguen estrenándose y ocupando salas en nuestro país.


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