No estás en la home
Funcinema

Días extraños (1995)



ANTES DE LA REALIDAD

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Si en el presente, con películas como Viviendo al límite, La noche más oscura o Detroit, Kathryn Bigelow puede ser considerada una directora de lo real, alguien capaz de adosarle un aspecto cinematográfico a historias que se filtran desde lo mundano (lo políticamente mundano), en el pasado su cine energético y vital, sus viajes de enorme fisicidad por los géneros, repercutían en el mundo real desde la más absoluta ficción. Días extraños es, sin dudas, su película emblemática en este sentido.

Tal vez haber nacido en el siglo pasado permite tener una perspectiva diferente sobre Días extraños. Es que tener recuerdo sobre las cosas que se decían acerca del fin del milenio pasado, con el efecto Y2K pisándonos los talones, hacen que el clima sucio y apocalíptico con el que Bigelow retrata las calles de Los Angeles en las últimas horas del Siglo XX se vivan con evidente realismo. El film, estrenado en 1995, se metía con un futuro cercano donde la nueva mercancía adictiva eran unos discos que, dispositivo mediante, se conectaban a nuestro cerebro y nos hacían vivir situaciones extremas, desde un robo a mano armada hasta una excitante experiencia sexual. La ciencia ficción es el territorio sobre el que la película avanza, ciencia ficción que en su costado pesimista ha sido -casi siempre- el territorio donde la presunción sobre el futuro se ha mostrado con mayor precisión: la historia que origina el relato es del gran James Cameron (pareja de Bigelow por ese entonces) y no hay que hacer mucho esfuerzo para ver líneas de contacto con la original Terminator (y seguramente a Cameron pertenece también ese final deliberadamente romántico). La diferencia es que aquí ya no vienen las máquinas a exterminarnos, sino que es el propio hombre con su manejo nocivo de la tecnología, con su pulsión por la exhibición desmedida, el que se devora a sí mismo. Si bien las redes sociales eran ya una realidad más o menos presumible para algunos, Días extraños anticipa notablemente la tragedia inmediata del milenio próximo. Obviamente, no le fue demasiado bien en taquilla.

Pero hay otro nivel en Días extraños, y que tiene que ver con el cine y las nuevas tecnologías que modificarían definitivamente la experiencia del espectador y lo ponen en un lugar exageradamente protagónico. Faith (Juliette Lewis) le dice a Lenny (Ralph Fiennes) que el cine es mejor que la realidad virtual porque suena la música, llegan los créditos y uno sabe que esto se terminó. Pero la realidad, la que experimenta y trafica Lenny es otra cosa, algo más podrido e interminable. El cine como adicción, y la adicción cinéfila como nuevo gesto del Siglo XXI: maratones en casa, cine a todo momento, imposibilidad de distinguir entre lo necesario y lo perecedero, entre lo que hay que ver y lo que no se debería mostrar. El cine sabe de eso, lo que vino luego no. Y si Días extraños habla del cine, del punto de vista y la mirada, indudablemente el gran homenajeado es Brian De Palma, con unos crímenes en primera persona que recuerdan a lo mejor del director de Doble de cuerpo, especialmente por el grado de violencia, sadismo y malicia.

Pero llegó la realidad. El 2001 fue el año en el que se nos dijo que todo iba a cambiar, y tal vez cambió en un sentido imperceptible, subterráneo. Y al cine de Bigelow le llegó Irak, Osama, la guerra, los traumas. No es que no hubiera traumas en Lenny, pero pertenecían al mundo del cine, a lo que se debe ver y mostrar. Y no es que el cine de Bigelow se haya vuelto peor, pero sí se puso más solemne (como el resto del cine). Y perdió su capacidad lúdica, esa que le permitía jugar con lo real, con lo posible, con una imaginería visual que nunca era impuesta por el noticiero de la tarde. Tal vez Días extraños fue la película que, sin quererlo, anticipó ese gesto a la vez que clausuró el pasado. Don que le pertenece a las verdaderas obras mayores de la ciencia ficción.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.