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Sweet girl

Título original: Ídem
Origen: EE.UU. 
Dirección: Brian Andrew Mendoza
Guión: Gregg Hurwitz, Philip Eisner
Intérpretes: Jason Momoa, Isabela Merced, Manuel Garcia-Rulfo, Amy Brenneman, Adria Arjona, Milena Rivero, Justin Bartha, Raza Jaffrey, Lex Scott Davis, Michael Raymond-James, Dominic Fumusa, Nelson Franklin, Reggie Lee, Will Blagrove
Fotografía: Barry Ackroyd
Montaje: Brad Besser, Matt Chesse, Michael McCusker
Música: Steven Price
Duración: 110 minutos
Año: 2021


3 puntos


EL PROBLEMA DE CREERSE ASTUTO

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

El conflicto que alimenta la trama central de Sweet girl, nueva producción de Netflix, está vinculado con el típico relato de venganza. Hay un padre de familia llamado Ray Cooper (Jason Momoa), que quiere tomarse revancha de la compañía farmacéutica que sacó del mercado al medicamento que podría haberle salvado la vida a su esposa (Adria Arjona), quien se terminó muriendo de cáncer. En su búsqueda de justicia, termina cruzándose con fuerzas corporativas y políticas que lo amenazan no solo a él, sino también a su hija Rachel (Isabela Merced). No hay nada original en esa premisa, y no estaría mal si la historia fuera narrada con eficacia. Pero claro, estamos ante una película que se pretende inteligente, algo sensible y, especialmente astuta. Y en esa pretensión termina estropeando sus propósitos iniciales, que, aunque modestos, no dejaban de ser atendibles.

Ya en una de las primeras secuencias podemos escuchar la voz en off de Momoa discurseando sobre lo que implica el tiempo y la memoria en relación con lo afectivo, mientras observamos imágenes que parecen salidas de una propaganda de pañales de bebé, y podemos intuir que algo definitivamente no está bien. Luego se van agregando diálogos cargados de dramatismo meloso, varias bajadas de línea anticorporativas y unos cuantos jugueteos banales con lo temporal, con lo que las sensaciones negativas se agravan. Pero, por suerte, el film de Brian Andrew Mendoza se deja llevar por los planes de venganza, las huidas, peleas y persecuciones, es decir, todos los componentes habituales de un thriller hecho y derecho, lo cual hace que por un rato la narración sea mínimamente llevadera. Incluso aparece un personaje ciertamente interesante como es el asesino a sueldo interpretado por Manuel Garcia-Rulfo, un tipo imperturbable, que no se plantea ningún interrogante moral y hace su tarea con el mayor profesionalismo posible. Es cierto que en el medio hay que dejar pasar unos cuantos baches en el guión; la dinámica paterno-filial entre los personajes de Momoa y Merced, plagada de lugares comunes; y claro, la noción patente de que el argumento se está guardando una carta bajo la manga que puede ser bastante arbitraria. Aún así, la historia avanza. A los ponchazos, pero avanza.

Hasta que llega el momento de las resoluciones y Sweet girl muestra todas sus cartas, queriendo combinar el drama íntimo con la mirada socio-política, lo afectivo con los giros sorpresivos al estilo Los sospechosos de siempre. Pero la película, en vez de hacer repensar al espectador su punto de vista sobre la estructura narrativa, lo único que hace es demoler por completo su ya frágil verosímil, tal como hacía otro bodrio como Sin rastros, de reciente estreno. Lo peor es que la vuelta de tuerca, además de canchera en el peor sentido, muestra que el film ni siquiera puede asumir su pertenencia al territorio del policial seco y directo, y quiere ser algo “importante” y “trascendente” para lo que claramente no posee andamiaje. Sweet girl no tiene la inteligencia suficiente para sus ambiciones, acumula decisiones antojadizas por doquier y, en base a remarcaciones de trazo grueso, anula toda posible carga dramática. Es que una cosa es creer ser astuto. Y otra muy distinta es realmente serlo.

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