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Carrera contra la muerte (1987)



LA DISTOPÍA PARODIADA

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Hace menos de una semana, fue el cumpleaños de Stephen King, uno de los escritores más importantes de los últimos cincuenta años y que tiene una relación de muy larga data con el cine y la televisión. Muchas de sus novelas y cuentos fueron llevados a la pantalla grande y chica, con resultados sumamente dispares. Hay algunos casos un tanto llamativos, como el de Carrera contra la muerte, que encima traía una particularidad: está basada en El fugitivo, una novela que King escribió con el seudónimo de Richard Bachman.

El otro carácter distintivo de Carrera contra la muerte es que está protagonizada por un Arnold Schwarzenegger en pleno ascenso como estrella de acción, luego de los éxitos de Conan el bárbaro y Comando, y justo en el mismo año en que estrenaba aquella maravilla llamada Depredador. Y lo cierto es que el film de Paul Michael Glaser (actor devenido realizador, con mayor experiencia televisiva que cinematográfica) se construye no tanto como una adaptación de King, sino como un vehículo para el estrellato de Schwarzenegger. De ahí que, si el libro presenta un relato oscuro, dramático y desesperanzado, centrado en un hombre común y corriente en una lucha casi imposible contra un sistema opresivo que lo sobrepasa; la trasposición cinematográfica despliega una narración focalizada en el impacto visual y en un héroe que con su físico es capaz de sacudir todas las estructuras del poder.

Hay que aclarar que la oposición entre literatura y cine no es total: tanto el libro como la película delinean un Estados Unidos distópico, donde las libertades han sido suprimidas y el gobierno, que maneja todas las comunicaciones, se apoya en shows televisivos donde se explotan los cuerpos de los más pobres para el entretenimiento y distracción de las clases privilegiadas. De todos esos programas, el más exitoso y cruel es en el que termina el protagonista, que debe huir y/o enfrentar a un ejército de asesinos profesionales. Pero si el Ben Richards de King era un laburante con cierta capacidad para sobreponerse a la adversidad y que está en ese juego por propia elección, para permanecer vivo el mayor tiempo posible y así poder darle algo de dinero a su familia antes de que lo maten; el que interpreta Schwarzenegger es un recto oficial de policía inculpado por un crimen que no cometió y que es forzado a participar del juego.

Sin embargo, donde más se aleja el film de su fuente literaria es en el tono que maneja, que aprovecha y explota a fondo todos los elementos lúdicos que surgen en la narración. De hecho, supo inspirar el programa televisivo Gladiadores americanos, un hito de finales de los ochenta y noventa, que era un verdadero disparate colorinche. Y sí, Carrera contra la muerte es en gran parte de su trama un concurso gigantesco donde lo más atractivo termina pasando por el despliegue de asesinos con nombres, descripciones y personalidades hiperbólicas: Profesor Subzero, Dynamo y Fireball son algunos de esos personajes casi imposibles, que hasta anticiparon a videojuegos como Mortal Kombat y Street Fighter.

Ahí termina siendo clave la participación en el guión de Steven E. de Souza, quien venía de escribir 48 horas y Comando, que al año siguiente escribiría Duro de matar -sin dudas, su obra maestra- y que en los noventa terminaría debutando en la dirección con, oh casualidad, Street fighter: la última batalla. En todos los casos, estamos hablando de películas donde dominaba lo hiperbólico, la acción desatada y el humor paródico, aún en los momentos más oscuros. Intencionalmente o no, de Souza parecía decirle a King que su distopía no era tan seria y que merecía ser parodiada, incluso hasta el extremo. La estética de Carrera contra la muerte es furiosamente ochentosa, pero también su discursividad: antes de que nos entregara las primeras aventuras de John McClane, de Souza construía a un Ben Richards que nos decía que las tradicionales dicotomías ideológicas del mundo de la Guerra Fría estaban en crisis y cerca de su fin.

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