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24 líneas por segundo: De orgullo y de miedo, Clint Eastwood en Cry Macho

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Este texto contiene spoilers sobre Cry Macho.

“Cualquiera se cansa de milongas, y quiere querer y también ser querido”, dice Andrés Calamaro en De orgullo de miedo, un tema del disco La lengua popular. No pude dejar de pensar en esa frase mientras miraba el final de Cry Macho, la última y gran película de otra lengua popular, Clint Eastwood. Lenguas populares. Simplezas para decir lo difícil; cero floreo y exhibicionismo, ni una palabra de más. Ni una imagen de más. De eso se trata el cine de Clint Eastwood, especialmente de un tiempo a esta parte donde el director le viene corriendo una carrera a la muerte con una elegancia que ni Carl Lewis. No hay apuro pero, también es cierto, tampoco tanto resto como para hacer una de más. Podríamos decir que esa carrera Eastwood la empezó a correr con Gran Torino, la película que había elegido para retirarse como actor. Pero hace un par de años tuvimos La mula y ahora tenemos Cry Macho. No hay nada antojadizo en los pasos que va dando el director, que de un tiempo a esta parte viene revisando su mundo personal, pidiendo disculpas de lo que pudo haber estado mal, aceptándose, poniéndose en crisis, haciendo las paces con un mundo que ha cambiado. Si en Sully se ponía a pensar en si había fallado en algo, en La mula aceptaba su destino con enorme hidalguía y en El caso Richard Jewell reconocía que ese mundo en el que creía era una absoluta puesta en escena. Pero cuando uno pensaba que no había nada más para decir, llega este Mike Milo, que parece haber pasado de todo aquello y se encuentra en el momento de aceptar ese último instante de felicidad, como manotazo de ahogado. La felicidad en Cry Macho es una suerte de paraíso perdido, es el lugar en el que merecen terminar las almas en pena como Mike. Sin quererlo, Eastwood traza un paralelo con los Vengadores de Marvel: porque Mike termina bailando Sabor a mí con Marta de la misma manera que Steve Rogers elige volver al pasado para bailar con Peggy Carter. Los últimos planos de Endgame y Cry Macho (dos cines de perfiles bien opuestos que se terminan encontrando por un gesto de humanidad, y por una orgullosa materialidad industrial) persiguen la misma idea: dos tipos cansados de los golpes, que no quieren más que querer y ser queridos. Y uno no puede más que emocionarse.

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