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24 líneas por segundo: Fachos hubo siempre, lo que no tenían eran redes sociales

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Mientras pensaba y organizaba la columna para esta semana, surgió lo de esa lista de personalidades conservadoras armada por un grupo de periodistas que se autoperciben como progresistas, y cuya cabeza reconocible es Ingrid Beck. Si faltaba un ejemplo para terminar de comprobar cómo el problema en algún sentido son las formas y no las ideas, era esto. Digo, porque lo “facho”, que desde el lugar común progresista siempre se identifica con la derecha y lo conservador, puede ser (y lo es, la historia lo certifica por si hiciera falta) también un problema de los sectores de izquierda o progresistas. Lo “facho” es forma, una manera de aplicar la justicia del razonamiento y el pensamiento, sea del color que sea. Estas periodistas que se autoperciben como progresistas terminaron elaborando un trabajo más cercano al de una agencia de inteligencia que al de un informa periodístico. Un carpetazo de algún bureau paraestatal. Pero como suele ocurrir en estos tiempos de corrección política aplicada con mano de hierro, las redes sociales (herramienta fundamental del “facho” actual) son las que terminan de hacer evidente esa tara de intolerancia que arrecia entre nosotros. Ese señalar con el dedo constante, esa búsqueda de la cancelación, ese poner en primer plano la falta del otro, que en tiempos de pandemias y cuarentenas aumentó con la habilitación oficial de llamar “covidiota” al que decidía correrse unos centímetros de lo indicado por receta. La idea del que está detrás de la cortina de la casa espiando a los vecinos, aumentada y corregida: porque ahora está bien ser el policía del barrio. Claro que esto no es nuevo: listas negras y policías ideológicos hubo siempre, sin ir más lejos el estalinismo o el macartismo, por poner de los dos lados y para que nadie se enoje. Obviamente que detrás de esos movimientos políticos y superiores está el pueblo, una porción, que apoya y soporta. En la antigüedad AI (Antes de Internet), los chimentos y los comentarios corrían por la carnicería o el almacén, donde lo rumores iban y venían. Ahora la carnicería del barrio son las redes sociales, herramientas pensadas desde el poder pero que se han ido descentrando y reconvirtiendo. Porque ahora es el poder el que mira lo que pasa ahí dentro y teme. Y eso podría estar más que bien, una herramienta de control ciudadana. El problema es que, como siempre, estos territorios son ganados por los extremos y el facho encuentra un espacio inimaginable en la antigüedad AI: “ahora me escuchan y me hacen caso”. Un ejemplo es la industria audiovisual, que de tanto temer (porque está llena de gente necesitada de afecto… y dólares) ha terminado cediendo al criterio de esa turba iracunda (Los Simpson siempre presentes). En definitiva, que fachos hubo siempre, lo que no tenían eran redes sociales.

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