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Funcinema

BAFICI 2021: Mini-Críticas del staff de Funcinema

Un acercamiento a la programación del 22° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente a través del análisis y el equipo de Funcinema (67 películas reseñadas).


¡Oh las chicas! De Edith Piaf al rock francés, de Francois Armanet / 8 puntos


Entrevistados hablando a cámara, imágenes de archivo y recitales en vivo. Este podría ser otro de los tantos documentales que se hacen sobre música. ¿Cuál es el plus entonces? Las entrevistadas y las preguntas que Armanet hace. El documental no esconde su mirada feminista, pero no cae en la queja constante de que el rock es machista; se lo critica pero se fundamenta. La construcción de todo esto es lo más interesante. Las entrevistadas cuentan primero cómo se veían desde lo físico antes de subirse a un escenario, cómo sentían su voz y en algunos casos los cambios que fueron desarrollando, qué es para ellas estar en un escenario, si piensan que son feministas y en el final hablan sobre su mirada con respecto al género. Mientras vemos esto, hay imágenes de archivo que nos van contando un poco la historia de los movimientos musicales franceses en el que estaban involucradas las mujeres. Ahí es donde aparecen varias de las cantantes más clásicas, sobresalen la enorme Brigitte Fontaine (muy desconocida para el público argentino), una artista radical y, en algunos casos, una de las pioneras de varios movimientos y estilos musicales como la “world music”, aunque ella detesta la definición como detesta muchas otras cosas que le preguntan. Otras que merecen un lugar de revalorización son Elli Medeiros (la uruguaya, que comenzó haciendo punk a mediados de los 70 en su banda Stinky Toys) o la controvertida  Catherine Ringer, que con su banda Les Rita Mitsouko abrió varias cabezas, entre ellas la de otra de las entrevistadas, Lou Doillon (hija de Jane Birkin y el cineasta Jacques Doillon), que aprovecha el momento para hacer una crítica a su entorno y dice que al ver aquella banda vio una mujer independiente y no una mujer que era dirigida, como las de su familia. El documental también le da espacio a las nuevas cantantes, muchas de ellas con sonidos innovadores para un rock que se está añejando y que hoy en día tiene en ellas la energía para mantenerse activo. Gabriel Piquet


Ainda temos a inmensidao da noite, de Gustavo Galvao / 6 puntos


Karen es trompetista en una banda de punk psicodélico de Brasilia. Son cuatro integrantes, uno de ellos es su pareja, Artur, quien en uno de los ensayos trae a su amigo Martin, que viene por unos días desde Berlín. Luego de luchar por un tiempo sin éxito, para ver si puede salir adelante con su banda, decide irse del grupo y buscar a Artur que se fue un tiempo antes a Berlín. Karen piensa que en la ciudad alemana todo puede ser mejor y que su música será apreciada, pero cuando llega descubre que es igual de difícil que en su país. Lo que más me interesó de esta película es lo que muestra en la primera parte (la podríamos dividir en tres), el día a día de Karen, el hastío con la sociedad de Brasilia, la falta de repercusión de su música, los problemas personales (la relación con su familia). Es muy logrado todo ese universo conflictivo que puede tener una banda y los intereses de cada uno de los integrantes. En ese primer tramo hasta tiene momentos de humor. En la segunda parte, cuando narra la historia del triángulo amoroso en Berlín, la película cae en algunos clichés, que si bien no molestan, le sacan la fuerza que tenía hasta ese momento. La tercera parte (la vuelta de Karen a Brasilia) vuelve levantar e inclusive el plano final tiene algo de provocador y movilizador, que lo relaciona con el espíritu punk de la vieja escuela. Gabriel Piquet


Algo se enciende, de Luciana Gentinetta / 7 puntos


En Lomas de Zamora aparece el cuerpo sin vida de Anahí Benítez, femicidio que impacta en sus compañeros de colegio, movilizados para encontrarla, primero, y buscar justicia, luego. Han pasado los años y Gentinetta vuelve al colegio y a los testimonios de quienes llevaron a cabo la movilización, para interpelar los recuerdos y las formas en que todo sucedió. Uno tiene en claro desde el principio que la película es el resultado de esa lucha. Sin embargo, también están las cicatrices de semejante dolor y la impotencia ante lo ocurrido, sostenidas por un caleidoscopio de versiones que nunca abandonan el registro afectivo. Un punto a favor de la construcción del documental es la manera en que entran en juego los espacios, sobre todo el del colegio, un protagonista ineludible. Los chicos que hablan lo sienten como una casa y estamos hablando de la educación pública que, a pesar de las visibles dificultades, todavía es el lugar para convocar, tomar decisiones y forjar una personalidad política a partir de la cual se conquistan cosas. Implícitamente hay una enunciación que legitima el orden público. Los pasillos, las aulas, las paredes gastadas y pintadas, son ejes de pertenencia. Pero al mismo tiempo son observados por la cámara en diversas situaciones, con sus patios concurridos o vacíos, antes y después de la tragedia. Más allá de algunos altibajos, es un debut promisorio de la joven realizadora. Guillermo Colantonio


Aquilo que eu nunca perdi, de Marina Thome / 7 puntos


Alzira dice que le cuesta escuchar su verdadero nombre, no lo identifica con ella. Hace varios años que es Alzira E. Esta cantante, instrumentista y compositora nació como Alzira Espindola, en Campo Grande, estado de Mato Grosso do Sul. Ella misma dice que aunque hace cuarenta años que vive en Sao Paulo, no perdió la identidad de sus raíces. Su carrera artística comienza a mediados de los 70 junto a sus hermanos (Geraldo, Tete y Celito), una familia de artistas. El documental intercala imágenes de archivo con la actualidad de la cantante. Hay que remarcar que su música ha tenido un cambio, no en las letras, sino en su sonido y la puesta en escena. Ella misma remarca que la gente no puede asimilar a esa muchacha tranquila que entonaba temas acústicos, con esta cantante más visceral que tiene una banda de jóvenes que hacen una especie de rock/fusión (algo de psicodelia, algo de jazz). Hay una relación muy fuerte con la idea de familia, primero con sus hermanos, después con sus hijos, quienes también la acompañan e indagan junto a ella en su música. Alzira es una mujer muy cálida, divertida, parece estar siempre contenta. Durante casi todo el film, nos hace sentir eso. En determinado momento, cuenta un hecho de su pasado (año 1984 para ser precisos), habla sobre el acoso, sobre el machismo y lo difícil que era para las mujeres de una ciudad chica luchar contra eso. Cuenta que hizo una denuncia, y que el irse a Sao Paulo fue su vía de escape. Todo esta parte no queda como un panfleto oportunista sobre un tema de actualidad, está insertado de forma natural en el documental y es un alegato concientizador muy fuerte. Hay muchas imágenes de un río, ella lo recorre, es en su región natal. Uno de los músicos que participa en su nuevo trabajo, compara el sonido que busca con las corrientes de un río, dice que es como la idea de arrastrar, de algo que va llevando, en referencia al sonido. Podemos tomar esta idea y llevarla al film, te va llevando, te hace fluir, no solo por la música de Alzira, sino por todo su mundo. Gabriel Piquet


Bahía Blanca, de Rodrigo Caprotti / 7 puntos


Un profesor llega a Bahía Blanca con la excusa de una investigación sobre Martínez Estrada, pero la verdad de su visita es otra. Se relaciona con otro docente, con una chica que trabaja en un locutorio, con un grupo de testigos de Jehová, y la película registra esos encuentros en medio de un enrarecimiento de la realidad que se percibe de a poco. Adaptación de una novela de Martín Kohan, el film de Caprotti es un ejercicio arriesgado, y a la vez anómalo dentro del cine nacional: una película con una premisa mínima, construida sobre el boceto de una novela policial, pero cuyo propósito pareciera ser el de capturar el peso de la ficción sobre los actos cotidianos. Las versiones que se arman y se desarman, que se piensan una y otra vez, buscando manipular los hechos, quizás esa posibilidad de reescribir la propia historia. Con un notable protagónico de Guillermo Pfening, la película ensaya distintas formas y recursos (como ese uso sutil de la voz en off durante la primera parte, que luego desaparece) para tratar de filtrar la literatura dentro del cine, intentando una convivencia entre esos mundos que no es la habitual. Cuando aparece Elisa Carricajo, en la piel de la ex mujer, el film pega un volantazo y la actriz se luce en una actuación contenida, extrañada, pero a punto de explotar, que se entrelaza dolorosamente con lo que propone Pfening. Bahía Blanca es una película singular, que se anima a experimentar, y sus imperfecciones no son más que las esquirlas inevitables de una voluntad por crear algo diferente. Marcos Ojea


Bandido, de Luciano Juncos / 7 puntos


Un cantante que ha sido muy popular se encuentra ahora en una etapa decadente de su carrera, en la que se ve obligado a grabar un disco de grandes éxitos: lo hace a desgano, paseando su cuerpo con actitud taciturna. Sin embargo un hecho fortuito, que es en verdad una desgracia, lo reconecta con quien fue y le ofrece el giro para seguir con lo suyo desde otro lugar. La de Juncos no es una película que intente romper ninguna convención: es cine popular, sobre temas universales, registrados con claridad narrativa y expositiva, sin mayores sobresaltos, con giros dramáticos previsibles. Y justamente lo verdaderamente sorprendente en Bandido es eso, su sólida y rigurosa suscripción a una forma de entender el cine que no abunda en el cine nacional. Dentro de la variante de “películas sobre cantantes”, que el cine norteamericano sabe explotar como nadie, la de Juncos es una obra que se inscribe sin problemas: mesurada, con personajes queribles en busca de generar vínculos sensibles, como sucede entre el protagonista y su hija o entre el protagonista y un viejo compinche musical de sus primeras épocas. La película tiene la honestidad de su personaje principal y, fundamentalmente, la de su protagonista, un Osvaldo Laport radiante, tal vez como nunca. O será que nadie se había atrevido a mirarlo como se lo mira aquí. Laport logra una actuación puramente cinematográfica. Y su presencia es la que fortalece y saca los mejores pasajes de Bandido. Mex Faliero


Carmen Vidal mujer detective, de Eva Dans / 7 puntos


Carmen Vidal es una detective que investiga junto a su colega Iván las muertes de varias mujeres vinculadas con un senador. Su compañero aparece muerto, un supuesto suicidio, ella sigue con la investigación porque cree que ambos casos están conectados. A partir de ahí, conocerá varios personajes que la irán ayudando a resolver los hechos. Partiendo de la estructura del noir clásico, utilizando algunos estereotipos del género, nos encontramos ante un policial que en realidad es una comedia. La detective del título es adicta a la pizza, la cerveza y la marihuana. La película podría caer en chistes fáciles sobre el exceso de la utilización de estas sustancias, pero los evita y construye una historia solidad que se sostiene más por su humor regional. Hay muchas situaciones que están hechas con sorna, la secuencia en la que va a pedir una copia de un documento y no logra sobornar al empleado podría ser un ejemplo. La ciudad (Montevideo) tiene una presencia constante, hay referencias a lugares en toda la película, dejando en claro que es un producto uruguayo. Hay algo de la ironía de los Coen, algo de comedia independiente norteamericana. Interesante debut en la dirección de Dans, que consigue una mixtura equilibrada entre dos géneros que no siempre se logran amalgamar. Gabriel Piquet


Chien Pourri, la vie à Paris, de Davy Durand / 6 puntos


Conformado de manera literalmente episódica, con varios capítulos que podrían verse por separado (créditos incluidos), este film animado sigue las aventuras de un perro que recorre las calles de París y se mete en toda clase de problemas. Esa estructuración por segmentos hace a la película llevadera pero también poco relevante, como un rejunte de ideas que solo llegan a hacer sistema de a ratos o en escenas particulares. Hay un humor juguetón relativamente efectivo, algunos personajes que coquetean con lo delirante y un retrato del espacio urbano que no deja de tener una inventiva distintiva, pero no mucho más. Una película pasable, pero tan pequeña como sus sesenta minutos de duración. Rodrigo Seijas


Communists!, de Christopher Small / 5 puntos


La ópera prima del galés Small tiene muchos de los vicios de una primera obra. La ambición para tratar de cubrir varios tópicos, la autoreferencia del proceso creativo -y en este caso, también la escena festivalera-, el guiño a otros films y un relato disperso que se conforma con sugerir. El problema no es la ambición sino la irregularidad, la falta de solidez para atraparnos en el thriller que envuelve a la joven y acomplejada protagonista. El relato, que arranca con una estructura metacinematográfica, desarrollando los hechos que veremos luego, podría encuadrarse como una lograda mumblecore en la que el thriller va filtrándose poco a poco de forma fallida. La búsqueda intelectual de Sacha (Poppy Rivers-Vincent) y sus contradicciones nos sumergen en su vida y los nervios por un segundo proyecto que va gestando poco a poco. Entre decepciones amorosas y un suceso violento que amenaza su estabilidad, pero que -al mismo tiempo- busca incorporar dentro de su vida como una intrusa, el clima se irá enrareciendo. Sin dudas lo más acertado del film se encuentra en la aparente fragilidad de la protagonista, aun cuando la faceta de thriller desnuda irregularidades de dirección y actorales, además de incluir saltos temporales que no benefician al guion. Cristian Ariel Mangini


Compañía Internacional Aguerridos (C.I.A), de Leandro Córdova / 5 puntos


La película versa sobre un pibe burgués que se mete a documentar una pandilla de punk, se enamora del líder y de ser un espectador se vuelve parte de la pandilla. Parece una idea interesante, aunque su desarrollo termina por agobiar. “Esta película está basada íntegramente en hechos de la vida real y todos sus (la palabra personajes aparece tachada) son auténticos”, reza un epígrafe inicial. Inmediatamente, como parte del juego, la muerte del director es denotada en un aviso que se confirma en la escena siguiente, que remite a los tiempos de Blair Witch Project, ese otro juego apresuradamente valorado como innovación. A continuación, entre reportajes a cámara, escenas de violencia explícita, puteadas, drogones, se arma la idea de una especie de logia, tribu urbana punk, que incluye robos y secuestros, entre otros actos. Progresivamente, quien filma entra en ese mundo, atraviesa la frontera de su (in)comodidad familiar de clase media alta, se pelea con su novia y se pierde en ese otro mundo donde cada gesto exacerbado se pretende como parodia de films de gángsters y narcotraficantes, pero nunca logra salir de la confusión y la gratuidad. Si hay una premisa inconveniente en la película de Córdova es creer en que la acumulación de efectismo logre algo más allá de impacto en el espectador. La ambientación es de los años noventa, una década que muchos juzgaron como horrible, como una perdición consumada de los ochenta, sobre todo a nivel musical, decadencia que suele ligarse a la situación económica. En este sentido, el realizador homenajea a varias bandas punk de ese momento mexicano. En varios segmentos se reproducen los encuentros callejeros, las cagadas a palo y la jerga desenfadada del clan. En otros, uno de ellos especialmente, vomita su filosofía de vida, entre el nihilismo y la nostalgia borracha de un mundo sin desigualdad, con el firme anhelo anárquico como principio. Son los momentos más graciosos y vitales pese a los mensajes funestos. El resto mantiene una línea de juego entre amigos que no levanta vuelo nunca más allá de la repetición, como si fuera un largo videoclip. Guillermo Colantonio


Cosas que no hacemos, de Bruno Santamaria Razo / 6 puntos


En un pequeño pueblo mexicano cercano al río (parecido a algunos lugares del litoral argentino), un grupo de niños recibe caramelos tirados desde un parapente con motor manejado por un hombre vestido de Papa Noel. Esta introducción nos servirá para situarnos desde una toma aérea en este delta mexicano. Ese grupo de niños es liderado en algunas actividades por un adolescente llamado Ñoño. Les enseña una coreografía, les hace competir en un juego. Dichas actividades se intercalan con el día a día de Ñoño y su familia. El eje central del documental es el secreto que Ñoño quiere develarles a sus padres, es gay y se viste de mujer a escondidas. Lo que conozco por comentarios (nunca viví en México) es que es una sociedad machista y poco tolerante con la homosexualidad. Es un lugar común en el cine ver estereotipado al hombre mexicano diciendo que es bien macho, mientras toma cerveza y saca un arma. Si bien acá no se muestra eso, hay una sensación en el ambiente que tiene algo de real todo lo antes mencionado (se escuchan insultos homofóbicos cuando el protagonista pasa entre un grupo de hombres que están juntos en una calle). El documental tiene algunos momentos logrados: uno de ellos sucede mientras los niños están bailando en su fiesta de graduación, hay un tiroteo y al otro día vemos cómo ellos mismos comentan lo que pasó mientras observan la mancha de sangre que la víctima dejó en el suelo, dando sus versiones del hecho. El clima de la película, el momento en el que Ñoño va hablar con sus padres, está condicionado por la presencia de las cámaras. Todo parece muy amable, y si bien se nota en la cara de su papá que está incómodo, se resuelve con una tolerancia que no sería igual si no estuvieran filmando. Gabriel Piquet


Concierto para la batalla de El Tala, de Mariano Llinás / 5 puntos


Un registro devenido en película, un ejercicio con dos o tres surcos posibles. Uno es el concierto preparado para la ocasión por Gabriel Cwojnik, es decir, el acompañamiento musical para las memorias del General Lamadrid, personaje evocado como el primero de los mártires unitarios (según Llinás). Se trata de un surco elegante. Otro es una serie de intertítulos sobre fondo blanco que expresan las intuiciones del director sobre el pasado y el presente, un recurso que denota cierta fragilidad como la visión de la historia que propone. Agarrarse de eso para una discusión política parece un chiste. Un tercer surco lo constituyen esos descansos perezosos de pandemia donde se filman “los bordes”, una excusa para llenar rincones con partes de su casa, del estudio y tapas de libros o páginas marcadas. El conjunto es un combo deshilachado que solo se salva con algún momento simpático donde la familia de El Pampero entona unas estrofas, pero la inclusión de dos tipos al final en un enfrentamiento de esgrima se pretende como alegoría y acaso sea una broma. No puede haber connotación donde ya está todo dicho. Y adelantan que este es el primer episodio de una serie… Guillermo Colantonio


Cryptozoo, de Dasg Shaw / 8 puntos


Hace unos años, Shaw sorprendía al ámbito de la animación independiente -o simplemente animación, saquémosnos ese snobismo de encima- con la paródica y sarcástica My entire high school sinking into the sea (2016). Su estilo continúa intacto con ese extraño montaje de Photoshop, ilustración hecha a mano, cómics y animación 2D pero el relato demuestra estar más apuntalado y su estilo ilustrativo va como anillo al dedo con la propuesta. El film se inicia como un convencional film de terror: con una pareja tomando un montón de malas decisiones en un bosque remoto. Por un momento largo del film abandonamos este segmento de la historia y nos ponemos en el lugar de Lauren Gray, una aguerrida mujer que va tras el rastro de criaturas legendarias para preservarlas en un parque (el Cryptozoo del título) de atracciones. Pero el gobierno estadounidense y su aparato militar también están interesados en utilizar estas criaturas, en particular el Baku, por su capacidad de devorar los sueños. Para los amantes de la mitología y el trabajo artesanal de ilustradores míticos como Gustavé Doré, Cryptozoo se presenta como una propuesta ineludible. Para quienes quieran ver un relato sólido sobre el valor de preservar la memoria y un largo y caótico clímax que nos tiene aferrados a la pantalla, este también puede resultar en un viaje tan pesadillesco como entrañable. Cristian Ariel Mangini


Cuando la primavera se escapa, se libera del sueño, de Eugenia Alonso y Josefina Pires / 6 puntos


Un hermoso título que da cuenta de un logro. La vía afectiva (sin exacerbación ni lástima) es el modo que eligen las realizadoras para ofrecer otro registro donde el cine (más allá de cuestiones formales pensadas) se asocia con lo personal y deviene como un camino terapéutico. Esta no es necesariamente una historia de vida, sino de un desafío que involucra a una madre actriz, Eugenia Alonso, y a su hijo Ulises. No existe un orden establecido puesto que todo parece dar la sensación de presente; la película se va haciendo a medida que la experiencia transcurre en diversos espacios, el de la casa propia, el del teatro (la otra casa), la escuela. Sin embargo, el principal desafío de la película es de qué modo disociar lo anterior del exhibicionismo, un problema al que se enfrenta la cinematografía actual, aunque sospecho que parte de la vida de Ulises es mucho más interesante para compartir que varios caprichos circundantes. Guillermo Colantonio


Date una vuelta en el aire, de Cristian Sánchez / 4 puntos


Un centro cultural como escenario, varios personajes que van interactuando. La película está dividida por segmentos o sketches en donde se juega con el absurdo y la improvisación de los actores, en algunos casos funciona, en otros los chistes que incluyen algún remate parecen viejos. Se entiende que el director busca tratar temas de la historia chilena e inclusive algunos de actualidad buscando tomarse en sorna algunas situaciones que son dramáticas, el problema es que a veces lo pretencioso fusionado con lo banal no termina generando empatía. Algunos de los actores parecen salidos de una clase de improvisación de los primeros años de actuación. Intentan ser graciosos, pero no siempre funciona. Es una película que quiere mostrar lo rancio de algunas actitudes de la sociedad, dándole una impronta más moderna. Termina teniendo un ritmo algo amateur, lo que hace perder el interés en lo que estás viendo. Gabriel Piquet


Death of Nintendo, de Raya Martin / 6 puntos


De las muchas relaciones fecundas que el cine ha desarrollado a lo largo del tiempo, tal vez una de las más exploradas por los directores actuales sea el vínculo cine-adolescencia. Pareciera como si el medio audiovisual fuera idóneo para representar el sentir adolescente en el paso desde la niñez a la adultez. Xavier Dolan es un ejemplo claro de director enfocado en desarrollar una estética que dé cuenta de las experiencias de ciertas juventudes de hoy en día. Dentro de este tipo de película, aunque con una visión bastante diferente, se puede ubicar la última película de Martin. El largometraje captura un período de tiempo en la vida de cuatro adolescentes en la Filipinas de los años ‘80, sus aventuras amorosas y sus conflictos internos. Martin filma sin sentir la necesidad de hacer hincapié en la condición de alteridad (respecto de los estereotipos de juventud norteamericana, que son generalmente normativos) del lugar donde ocurren los hechos (lo cual es una ventaja, al menos en tanto no entra en un juego de explotación de esa “extrañeza” para ganarse la aprobación de los espectadores europeos o norteamericanos). Su preocupación se sitúa, como debe ser en este tipo de películas, en sus personajes. El entorno en el que viven es, claro, una presencia determinante en su crecimiento, pero por suerte se los explora más allá de su condición de “filipinos”. En todo caso, la película de Martin parece algo conservadora, no en un sentido ideológico sino en cuanto a las decisiones formales y narrativas que toma; creo que se hubiera beneficiado de un uso más reiterado de ciertos recursos. Su película no resalta mucho en relación a las tantas otras que existen del mismo estilo, aunque no por ello pierde valor el hecho de que está realizada con cariño y que demuestra un entendimiento profundo del sentir y el actuar de sus cuatro protagonistas. Franco Denápole


Directamente para video, de Emilio Silva Torres / 8 puntos


Una película de culto del cine uruguayo, Acto de violencia en una joven periodista (1988), es el punto de partida de un investigador para saber más acerca de su director y el elenco que la interpretó. Comienza como un documental en el que vemos a cineastas, músicos y fanáticos de la película hablando de la cantidad de veces que la vieron y lo que significó para ellos. Inmediatamente se pasa al plano del seguimiento, en donde se busca de forma escalonada, primero a los actores, luego a personas allegadas al director, para finalmente tratar de dar con el paradero del realizador. Lo que habitualmente hubiera sido solo una confrontación de participantes hablando bien o mal del personaje buscado, acá logra generar misterio como recurso genuino. El hecho de que muchos de los involucrados no quieran participar, le suma climas que están manejados de forma sólida por el realizador, quien logra un policial que va subiendo de a poco un enrarecimiento que lo vincula más con el cine de terror. Todos los entrevistados se toman muy en serio lo que están haciendo, aunque la premisa sea hablar de una película bizarra y el qué fue de la vida de sus participantes. El director Manuel Lamas no queda bien parado en el film, dicen que es misógino y sádico, solo al final hay una persona que lo reivindica. La búsqueda de la protagonista es otro gran momento, todo ese proceso para encontrarla es digno de un detective de film noir. Hay momentos divertidos, el diálogo con una fanática que maneja un grupo de Facebook sobre la película y algunos fragmentos del film original (las salchichas frankfurters). Se tiene cariño por lo que se está haciendo, eso es bueno, no se cae en la burla y sobre todo se logra hacer algo que mejora en calidad no solo a la película que se investiga, sino a muchas otras que pueden verse últimamente. Gabriel Piquet


Dorados 50, de Víctor Cruz y Alejandro Vagnenkos / 8 puntos


Alejandro, uno de los directores de este documental, está por cumplir 50, esa cifra engañosa que tomamos todos como la mitad de la vida pero que no solo no lo es (bueno, apenas una minoría alcanza los cien años), sino que además simboliza mucho más que un número o un pasaje. Para el protagonista es una instancia de dudas existenciales pero, también, de indagación (charla con amigos de asados, con su terapeuta, con un amigo poeta, todo con mucho de humor judío), y posa su mirada en otros cincuentas, los de las parejas que han logrado construir historias de amor de medio siglo. Con mucho humor, el documental es una indagación en matrimonios y parejas de largo aliento; en sus historias de vida y dependencia depositada en el otro. Muchos temas sobrevuelan el relato, muchos de ellos de gran complejidad y abstracción (como lo son los sentimientos, por ejemplo) pero Vagnenkos y Cruz tienen el gran acierto de bajar todo a un terreno simple, que no simplista. El pasado y el presente, el paso del tiempo, los vínculos y su construcción, el dilema de una generación presente que ha hecho de la apología de lo efímero una forma de respuesta a la generación de sus padres: ¿quiénes de los que hoy están en pareja tienen la fe de llegar a convivir cincuenta años como la tenían sus antepasados? El documental es sumamente emotivo y humorístico, preciso y precioso. Dorados 50 deja en la puerta de entrada el cinismo tan contemporáneo y se tira de cabeza a creer que estos amores son posibles. Difícil encontrar una película más amable y querible. Mex Faliero


El baldío, de Liliana Paolinelli / 6 puntos


Es imposible que esos misteriosos terrenos abandonados entre construcciones no nos retrotraigan a la infancia como espacios de juego o hallazgos. Así como podían encontrarse objetos abandonados, también son el hogar de animales que tristemente han quedado a la deriva. Paolinelli rescata este espacio cotidiano de nuestra urbanidad para hablar de una pequeña comunidad de gatos abandonados que viven en un terreno baldío. Pero no se detiene en el registro de estos animalitos, sino que extiende su cámara a la convivencia de un grupo de vecinas con ese espacio y sus residentes. Es allí donde el documental gana fuerza y encuentra su identidad, entre el sacrificio y el amor de las vecinas por estos animales, cuidando de ellos y supervisando su estado de salud. Paolinelli registra la mayor parte del documental desde una cámara estática que naturaliza la mirada sobre ese espacio y los gatos, además de poner su mirada sobre las laboriosas vecinas. A menudo en estos casos recorta el cuadro sobre sus rostros provocando extrañamiento -después de todo, es como ver a alguien interactuando con una pared-, pero la finalidad es evidenciar la complejidad de cuidar algo que se encuentra en un terreno infranqueable por ser privado. El relato parece cerrarse apresuradamente y tiene algunas irregularidades, pero rescata con éxito una tarea hecha con ternura. En los tiempos que corren no es poca cosa. Cristian Ariel Mangini


El diablo entre las piernas, de Arturo Ripstein / 9 puntos


El vínculo entre el espacio y los personajes ha sido una de las constantes en los melodramas de Risptein, despojados, estilizados, fetichistas. Un solo plano, un movimiento secuencial, describen a la perfección un estado: puede ser una mujer cagando en un baño precario o un anciano en bata que se arrastra por la casa. Son Beatriz y el viejo, una pareja gastada por los años, consumida por los celos y los insultos, pero atada al mismo tiempo a un lazo irrompible, el del amor enfermizo que, como vampiro, se alimenta de la sangre de la violencia. Esa casa destartalada y recargada de objetos, con el habitual decorado barroco de las películas del matrimonio mexicano, es la cueva por donde andarán los personajes, en medio de la asfixia y del dolor, pero también presos de los placeres que hay que reavivar, porque el fuego no es eterno y su alimento incluye maldades y otras perversiones. Sin embargo, con el despliegue escénico, El diablo entre las piernas incorpora una lengua, un código verbal exquisito, el artificio perfecto del melodrama, un cúmulo de expresiones donde la oralidad se complemente con la escritura de modo extraordinario. Hay que escuchar los diálogos para evaluar la complejidad de tonos y el encanto de esas frases deudoras de boleros, tangos y de la jerga de los reyes y las reinas de la noche. El viejo insulta y ella anota en una libreta esos insultos. La libreta ya se ha convertido en otra cosa, en un diario de blasfemias que ingresan en el terreno artístico. Pero también están las otras conversaciones, la del viejo con su amante, la del amante con su marido, las de Beatriz con su compañero de tango. Todas están atravesadas por un uso de la palabra riquísima en matices, donde el humor incluido en pequeñas dosis contribuye al armado de un mundo autónomo e irresistible. En tiempos donde la sordidez cotiza como criptomoneda y el arte de incomodar es mayoritariamente una impostura, Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego juegan a otra cosa, están en las ligas mayores. Guillermo Colantonio


El globo rojo, de Albert Lamorisse / 8 puntos


Esta pequeña joyita de 1956 continúa siendo el único corto que ganó el Oscar al Mejor Guion Original, y bien merecido tuvo el premio en su momento. El concepto narrativo del film de Lamorisse es de una simpleza apabullante: un chico se encuentra con un globo rojo atado a un farol en medio de la ciudad y desde ese momento se establece entre ellos un vínculo casi simbiótico. Son inseparables, a tal punto que uno se sigue al otro, y viceversa. Con esa idea elemental, se va hilvanando una historia de una enorme inventiva en su manejo del espacio, las posibilidades narrativas y las herramientas estéticas. De paso, es también un retrato perfecto de la urbanidad parisiense, esa que siempre muestra nuevas facetas cinematográficas. El final, desatado y vital, es sencillamente perfecto. Rodrigo Seijas


El libro de los placeres, de Marcela Lordy / 6 puntos


Itinerario emocional de una maestra brasileña que se va trabajar a Río de Janeiro para escapar de su padre y del control de su hermano luego de la muerte de la madre, que pesa como un ropero. Desde el primer contraste de planos (la luminosidad de los chicos en la escuela/las penumbras de un cuarto de departamento) aprendemos la incompatibilidad que existe entre Lori y el mundo, entre su cuerpo y el afuera. Una suma de fobias, de miedos y de indecisiones gobierna su vida, hecho que le impide, además, disfrutar de las relaciones que tiene, entre ellas, con un profesor/filósofo argentino llamado Ulises (sí, más tarde, veremos que está siempre la tentación de meter asociaciones con La Odisea). La película (adaptación de un libro de Clarice Lispector) tiene sus momentos, pero es una extraña mezcla de una pátina medio berreta de erotismo de otra época con los problemas que rinden muy bien en el presente, y sobre todo, uno de los tópicos más transitados: la angustia existencial urbana. De todos modos, hay que destacar la labor de la protagonista (Simone Spoladore) y el trabajo de cámara que nunca la suelta para trazar una imagen convincente de personaje. Guillermo Colantonio


El universo de Clarita, de Tomás Lipgot / 6 puntos


Clara es una niña que sueña desde sus 4 años con llegar a la luna, una odisea con la que convive y aprende para algún día conseguir su objetivo. A priori la sinopsis sería esa y el mérito del experimentado documentalista Lipgot es expandir ese universo para reencontrarnos a través de sus ojos con la fascinación por los cielos. El sueño de ser astronauta primero y luego astrónoma lo vemos no a partir de complejos números o teorías científicas, sino a través del vínculo cultural e histórico que tenían algunas etnias con el universo. Esto le da al documental un tinte más sentimental y sencillo de seguir, sin perder su fondo científico. El resultado es un relato entrañable que desde el testimonio construye un mundo que gana desde la calidez de sus anécdotas y el protagonismo de la joven Clara. Puede estirar algunos segmentos y el peso de algunos testimonios queda a menudo aislado del relato de la protagonista, pero El universo de Clarita demuestra ser por momentos un viaje a la fascinación infantil, antes que a la luna. Cristian Ariel Mangini


En compañía, de Ada Frontini / 7 puntos


Hay relatos intimistas, hay momentos de observación, hay amor, nostalgia, desarraigo. Pero lo que hay por sobre todas las cosas son personajes tan queribles, que Frontini tiene varios puntos a favor al contar esta historia. Ellos aparecen en el documental, mostrando que no importa la clase social, ni cuál sea su raza, son fundamentales para hacer mejor la vida de esos seres llamados humanos. Todas las historias contadas tienen una carga emotiva muy grande, los entrevistados se despojan, sin necesidad de posar frente a la cámara. Todo esto solo pueden lograrlo sus mascotas. Desde la primera historia que cuenta en fotos los perros que tuvo una mujer (el primero se llamó Tilingo), pasando por la anécdota del perro salchicha Carolo y todo los obstáculos que superó en una casa para dejar embarazada a una perra, a las historias más tristes de los cachorros de un refugio que necesitan caricias de los visitantes o voluntarios que venían a verlos, o los galgos que son usados para correr (carreras o liebres) y tienen un corto periodo de vida por los anabólicos que les dan. Sobre el final la directora muestra un poco de su relación con su mascota (Carli), es un gran cierre y homenaje para esta historia que en muchos de sus pasajes nos muestra el amor entre ambas especies. Gabriel Piquet


Fellinopolis, de Silvia Giuletti / 7 puntos


El universo de Federico Fellini es inagotable, por eso continúan apareciendo cosas. En esta oportunidad, la película de Giuletti toma como principal fuente los registros filmados por Ferruccio Castronuovo y nos sumerge en los rodajes y en imágenes que se niegan a caer en el olvido. En esa ciudad estado que es el set número cinco de Cinecittà, Federico dio rienda suelta a gran parte de su imaginación, recreando cada fantasía y cada sueño de modo artesanal, confirmando el dote de gran mentiroso. Además de revivir momentos de películas como La ciudad de las mujeres, es interesante el documental para observar esa energía única de Fellini cuando dirigía, con sus ojos desorbitados, una gestualidad propia de un poseído, hecho que llevó a algunos a acusarlo poco menos de dictador o a afirmar que Cinecittà parecía Guantánamo. Pero lo cierto es que se advierte voluntad, exigencia y magia, condiciones necesarias para sacar de cada colaborador, actores y actrices lo mejor para dar forma a ese mundo distorsionado y fascinante que nació en Rímini y se perpetuó en cada film. Un rescate más que emotivo estos metros de celuloide puestos en escena en este noble documental, de esos pequeños oasis que se hallan en los festivales. Guillermo Colantonio


Gualeguaychú: el país del carnaval, de Marco Berger / 5 puntos


Berger es uno de los directores argentinos más interesantes de los últimos años, con un ojo preciso para retratar el deseo y los cuerpos masculinos, a los que filma con una destreza notable para componer planos y crear imágenes estimulantes. La mirada de Berger es honesta, dueña de una estética propia, que sabe lo que quiere contar y escapa de los estereotipos. Construye mundos íntimos desde adentro, espacios ocupados por el sexo, la amistad y también el dolor. Gualeguaychú: el país del carnaval es su primer documental, aunque como aclara al principio, no lo es tanto. Esa parte de ficción que advierte es la que ocupa la mayor parte de la película, en un proceso que entrecruza los formatos para hablar de los hombres que son parte del carnaval, de la preparación, de los trajes, de los anhelos y de la posibilidad de ser la estrella por un par de noches. Berger explora y registra, avanza de a poco dándole lugar a los protagonistas y a sus vínculos, pero la mezcla de géneros nunca llega a integrarse. Es posible que haya una intención al respecto, por despegarse del documental clásico y narrar desde otro lugar (incluso desde ese lugar dónde la película muestra su propio proceso y aparece Berger dirigiendo), pero el resultado es un acercamiento al carnaval que se siente desafectado. Fallido a pesar del riesgo saludable de la apuesta, y de la posibilidad de aproximarse a un mundo masculino sin prejuicios ni lugares comunes. Eso sí: filmado con una belleza indudable. Marcos Ojea


Jesus shows you the way to the highway, de Miguel Llansó / 5 puntos


Está claro que para Llansó el cine es un juego, una experiencia lúdica que genera un nexo con el espectador por medio de la referencias. Digamos que eso es lo que genera una intriga y un interés en el espectador: entender, interpretar cómo encaja cada pieza, cómo se pega cómo con qué. En este film, esa intriga está depositada en ver cómo se desenreda una trama que fusiona agentes de la CIA, una operación con ecos de historia de la Guerra Fría, todo adornado con referencias a los videojuegos, el cine de espionaje, el cine de explotación, la ciencia ficción, el humor absurdo, algo de kitsch y mucho disparate a la hora de pensar resoluciones de puesta en escena deudoras del cine Clase B. Pero Llansó surfea la superficie repleta de códigos que es su película con indolencia, primero sin poder construir un relato interesante más allá de los guiños, y segundo sin lograr que esos guiños se conviertan en algo divertido. Para Llansó el cine es un juego, pero uno en el que él mismo pone las reglas y las cambia a cada rato, volviéndolo decididamente imposible de seguir. Llansó es de esos chicos que juegan solos y no comparten. Mex Faliero


Implosión, de Javier Van de Couter / 8 puntos


La ganadora de la competencia de largometrajes argentina es un particular ejercicio por parte del realizador, uno donde la realidad y la ficción se entremezclan de formas inesperadas. Tenemos a Pablo y Rodrigo, dos sobrevivientes reales de la masacre escolar en Carmen de Patagones, ocurrida en el 2004 y que fue la primera de su clase en la Argentina. Ya en los treinta, pero con ese evento traumático de sus adolescencias aún presente, deciden emprender un viaje en busca del que fue su victimario, sin tener en claro un objetivo específico, solo con la certeza del deseo. Esa especie de odisea en la que se embarcan los conducirá hasta la zona de Ensenada, cruzándose en el camino con dos chicas que, desde su acompañamiento, pero también curiosidad, los obligarán a hacerse cargo -como pueden- de ese pasado que les dejó una huella imborrable. El gran mérito de Van de Couter es jugar con los límites entre lo real y ficcional sin caer en sensacionalismos o conclusiones fáciles, apostando a un seguimiento constante del devenir de los protagonistas, a los que nunca abandona ni juzga. Y a la vez, con una capacidad llamativa para delinear un tejido social que ronda sombríamente cada acción de los personajes, mientras no deja de apelar a fibras íntimas que conectan con las experiencias de pérdida o dolor que todos cargamos. Con una escena confesional notable desde su concepción y un final tan abierto como cerrado -y perfectamente ajustado de acuerdo a lo que necesitaba la narración-, se puede ver un diálogo entre este film y otro también muy reciente, el documental Esquirlas. Entre ambos forman un involuntario -pero estupendo- díptico del cine nacional sobre la memoria de los traumas y las formas que adoptan. Rodrigo Seijas


Israel, de Ernesto Baca / 6 puntos


Dos personajes marginales sueñan con un destino posible. Avanzamos con ellos por la carretera y por diversas paradas dentro de México. La historia no está linealmente contada, Baca vuelve a ser fiel a su registro experimental, donde combina texturas y colores a fin de fragmentar un relato que entra más como un viaje alucinógeno que como relato burgués. Espectros/personas, pobreza/riqueza, pasado indígena/presente de multinacionales, y todas las tribulaciones posibles del presente mexicano quedan inmersas en un sincretismo que adopta la forma y el estilo más bien deudores de un espíritu punk. Al mismo tiempo, el cine se presenta con su carácter de máquina removedora de imágenes, sacudiendo y revolviendo sonidos, con duplicaciones, formatos alternados: un recurso a la altura de la complejidad cultural. Todo en un marco creado de un modo futurista, con discursos parapoliciales y consignas de control. Además, vuelve Baca como en algunas películas anteriores a insertar símbolos religiosos orientales. Por otro lado, parece plantear un doble viaje, físico y mental. Con respecto al segundo, sobrevuelan influencias que van desde More y Zabriskie Point, hasta The Trip, del gran Roger Corman. Guillermo Colantonio


La bitácora del sur: El rock indie en Sudamerica, de Omar Dïaz / 6 puntos


Hablar de música indie es hablar de una etiqueta bastante escurridiza que refiere más bien a una forma de gestión, aunque los subgéneros abarcados suelen estar vinculados al rock alternativo y el punk (shoegaze, dream pop, post rock, instrumental, post punk, punk, etcétera). Hay excepciones desde lo musical pero hay un punto en común cuando uno se refiere al indie: la autogestión, el vínculo directo con sus fans y la búsqueda de canales de difusión alternativos son una punta de lanza que bien puede apreciarse en esta ópera prima de Díaz. El documental también fue autogestionado y sobrevuela ese clima de ensayo, rock y producción a pulmón en cada minuto de su metraje. Hay una enorme ambición en su guion que por momentos opaca las virtudes del film porque pierde el foco. Como road movie le falta «road» (camino) porque hay muy poco de ruta (a pesar de que hay mucho viaje), el origen social del indie en cada país está apenas esbozado y la escena musical aparece retratada de forma desigual. Da la impresión de que se apresuró la edición y se abarcó un campo sobre el cual falta pulir un relato. Sin embargo hay en los encuentros musicales, las anécdotas y la frescura para nunca perder el clima sagrado del ensayo y el recital un trabajo notable que demuestra el amor por el material, más allá de las irregularidades. Cristian Ariel Mangini


La cómoda indiferencia de la abundancia, de Lucas Schiaroli / 5 puntos


Este corto busca construir una didáctica ambiental a través del contraste. Por un lado, un niño pez que recorre largas distancias buscando algo de agua para sobrevivir. Por otro, una ciudad donde sus habitantes cuentan con abundancia de agua, a la cual más que utilizarla la despilfarran. Hasta que claro, llega un evento -en este caso una tormenta- que acomoda las cosas para el lado correcto, o más bien, moralmente correcto. Ese juego de opuestos que construye el relato no es precisamente sutil, su didactismo es muy obvio y, a partir de esa remarcación, es que pierde buena parte del impacto buscado. Rodrigo Seijas


La estrella roja, de Gabriel Lichtmann / 5 puntos


La última película de Lichtmann es un mockumentary, categoría de origen inglés para denominar a los falsos documentales, crónicas informativas de sucesos o personalidades que jamás sucedieron. Pequeña definición aparte, un mockumentary oscila entre la comedia y el drama con inteligencia para evidenciar los mecanismos de un documental y, de alguna forma, cuestionarlo. El mockumentary debe tener una fuerza para enganchar al espectador desde la farsa, para que todos esos datos que sostienen su estructura no caigan, algo que por momentos sucede con La estrella roja. El caldo de cultivo vale oro: un personaje mítico que es una suerte de Mata Hari, los agitados años ´30 y el auge del nazismo en nuestro país, la captura de Adolf Eichmann y la migración de nazis hacia nuestro país una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. El personaje de Gabriel Lichtmann (casi una referencia borgeana del director, interpretado por Héctor Díaz) une las piezas para encontrar a la mítica Laila Salama (Thelma Fardín), a raíz de un hallazgo tras la muerte de su abuelo. Es en el relato detectivesco de pistas que la película cae entre buenas intenciones e ideas y un desarrollo fallido que pierde solidez con el avance del film a raíz de un suspenso poco convincente y momentos de comedia fallidos. Cristian Ariel Mangini


La reina de los lagartos, de Juan González y Fernando Martínez / 6 puntos


Berta y Javi tienen una relación fugaz. El se tiene que ir a otro lugar, mientras ella, que es divorciada y tiene una pequeña hija, luego de despedirse, intentará seguir su vida con normalidad. Todo esto sería normal, pero obviamos algunos detalles, el hombre es un reptil que tomó el cuerpo de un humano. Es un príncipe en su planeta y vino a la tierra con una misión. Luego de ese breve romance, será abducido y llevado nuevamente a su lugar de origen. La película está filmada íntegramente en Súper 8, al principio la textura ayuda a emular los clásicos cinematográficos de ciencia ficción de los 50, cuando vemos sobreimpresos unos lagartos que en apariencia parecen gigantes y van deambulando por diferentes puntos de la ciudad. La buena relación que se ve en la pantalla de la dupla protagónica (Bruna Cusi y Javier Botet) logra grandes momentos, como en la escena donde esperan a la nave que llevará a Javi de vuelta a su planeta. La comedia está presente en toda la película, hay gags logrados como el de Botet hablando con una vaca o el del cura diciéndole al personaje de Cusi que su hija no puede venir disfrazada de lagarto a catequesis. Algunas escenas se hacen algo extensas y perjudican al ritmo de la película, que igual sale bien parada en su conjunto. Gabriel Piquet


La revolución bailando, de Julia Rebato y Eli Martin / 5 puntos


Las Chillers fue un grupo español integrado solo por mujeres que militó el feminismo y los derechos  de los movimientos LGTB. Hacían covers de temas clásicos de la música popular española (Raphael, Rocío Jurado, entre otros), llevándolos a un electropop con guitarras más punk (algo que desde el sonido ya había hecho Alaska y los Pegamoides a fines de los 70). Los que las escucharon en vivo, hablan de una fiesta bailable irrepetible. El documental es un compendio de imágenes de shows en vivo y personajes del entorno de la banda que incluyen amigos, músicos que pasaron por el grupo, vestuaristas, actores, periodistas e influencers que hablan de lo genial que eran. Esto sucede durante todo el documental, aunque suena excesivo lo que se quiere generar con una banda que no innovó en nada (ellas mismas lo dicen). No logré generar empatía con lo que me contaban, entiendo la lucha y los logros que puedan haber tenido en una industria musical como la española que no parece tener muchos grupos femeninos (una de las entrevistadas dice eso), pero no alcanza para hacer interesante lo que se ve. Los entrevistados repiten una y otra vez los mismos conceptos, volviendo todo bastante monótono. Los pocos fragmentos de shows en vivo son lo más interesante, la banda con todas sus limitaciones (fueron mejorando mucho musicalmente) tiene una fuerza contagiosa. Uno de sus temas propios, llamado Siempre juntas, lo demuestra. Gabriel Piquet


La vagancia, de Ayar Blasco / 5 puntos


María Fernanda (Sofía Gala Castiglione) y Roberto (Ayar Blasco) son una pareja que se pelea todo el tiempo. María Fernanda tiene poderes, cuando se enoja genera ondas malignas que vuelve vaga a la gente que la rodea. Hay varias maneras en que esas ondas se manifiestan, una es que el que trabaja deja de hacerlo, otra provoca discusiones y la gente utiliza pretextos para no esforzarse y la tercera es la provocación del sueño dejando a sus víctimas dormidas. Por otro lado está Cumbio (Martín Piroyansky), el creador de Radio Mundo Villa TV, que desapareció en extrañas circunstancias. Unas brujas quieren invocar a Cumbio, juntarlo con María Fernanda y con ese poder conquistar el mundo. Este delirio argumental no es ajeno al universo de Blasco (Lava, Mercano el marciano): esta es su primera incursión en el cine de acción real, sus anteriores trabajos fueron dentro de la animación. Uno de los problemas de la película es la química de Blasco con el resto del elenco, su falta de timing deja en evidencia sus pocos recursos actorales; el rodearse de buenos intérpretes, lo deja más expuesto. Luego del prometedor arranque todo se estanca y se reiteran mucho las escenas de las discusiones entre la pareja. Los gags de la fiesta y la psicóloga (la talentosa Paula Grinszpan) carecen de gracia. El film continúa de manera errática, destacándose apenas algún chiste con unas medias con ojotas y pasada la mitad hay una escena que es tal vez la más lograda: el personaje de Gala es perseguido por el de Blasco hasta llegar a un conventillo en donde se realizará la invocación a Cumbio. Hay un chiste que funciona muy bien, participan la pareja y tres brujas. Ursula (Virginia Garófalo), una de las brujas, intenta invocar a Cumbio y es interrumpida constantemente por la pareja, hasta agotarla de cansancio. Muchas de las ideas de Blasco están buenas, le gusta romper con las estructuras tradicionales, pero esa misma anarquía que propone, a veces, le juega en contra, impidiendo que la película termine de armarse. Gabriel Piquet


La verdad sobre La Dolce Vita, de Giuseppe Pedersoli / 6 puntos


El punto más vulnerable de esta simpática película es ese estilo de dramatizaciones donde aparecen pelucas y maquillajes inverosímiles. En efecto, si bien Luigi Petrucci se carga bien a la figura mítica del productor Peppino Amato (clave para que la película de Fellini pudiera terminarse y estrenarse, pese a todos los obstáculos financieros y eclesiásticos), el abuso del recurso inclina la balanza para el ridículo. No obstante, no puede obviarse el interés que despierta la trama, un campo de tensiones entre director, productores, curas y políticos. Y si bien la megalomanía de Fellini sería impensable para esta época de tibios, es justo decir que tipos como Amato hacen falta. Pedersoli combina registros fílmicos, documentos, cartas y ficcionaliza diálogos y situaciones a fin de armar ese rompecabezas que prácticamente le costó la vida al productor, un intermediario entre los sueños y los intereses económicos. El precio fue alto, pero el protagonista confiesa que ha vivido, que ha dejado algo para la posteridad. Como buen tano, nos gana por la vía afectiva. Guillermo Colantonio


La vida dormida, de Natalia Labaké / 6 puntos


La película de Labaké trabaja sobre ciertas premisas recurrentes en muchos documentales de la actualidad argentina: la incertidumbre y la terapia. Se trata de un territorio fragmentado que alterna registros de videos familiares con retazos de un presente en el que dos mujeres son las protagonistas: la tía y la hermana de la realizadora. En ambos casos parece descansar el peso de una historia marcada por el poder, la política y la frivolidad. Claro está, ese pasado quema como una brasa. Se trata de Juan Labaké (su abuelo) abogado de Isabel Martínez de Perón y asesor de Carlos Saúl Menem, entre otros roles. Si bien la película nunca subraya discursivamente su posición (y en este sentido evidencia una confusión enunciativa que se desprende desde su misma organización formal), se adivinan algunas intenciones. Una de ellas es reivindicar la presencia femenina a través de generaciones. Fundamentalmente la de aquellas que estuvieron marcadas por el silencio y la imposibilidad de manifestarse en una estructura netamente machista y peligrosa. Se lee en el epígrafe inicial una declaración al respecto: “La mujer en su característica de madre tiene la sagrada misión de forjar la esencia de la nacionalidad”. No obstante, como ocurre con el documental mismo, nunca se sabe a ciencia cierta si se trata de una ironía o de una confirmación. Tal vez, en cierta indecisión discursiva se advierta el mayor inconveniente de la película, de estructura deshilachada, de retazos recortados un tanto arbitrariamente, sin definir cuáles son las intenciones acerca de la mirada y la decisión de incluir esos registros. Sacarlos de la intimidad y exponerlos al público no constituye un gesto menor que, estimo, puede haber tenido complicaciones (que no se ven en la película). A fin de cuentas, lo que amaga en convertirse en un fuerte alegato político cede el paso a otro exponente de cine terapéutico. Guillermo Colantonio


Lino, de Franco Torres Tillería / 5 puntos


Un corto con algunas ideas interesantes, pero que no llegan a ser explotadas a fondo. Tenemos a un niño que se despierta en medio de la noche, sin saber muy bien por qué, aunque intuye que las razones pueden estar vinculadas a algo que no es de este mundo. Hay una especie de viaje tanto interior como exterior, donde la oscuridad y lo desconocido parecen ser expresiones de los miedos y deseos del protagonista. Lo onírico y sus diversas materialidades podían ser un buen vehículo para la imaginación, pero el film se queda en meras insinuaciones, como si hubiera sido apenas un ensayo para algo más. Un borrador de un relato que podía haber sido mucho más atractivo. Rodrigo Seijas


Los visionadores, de Néstor Frenkel / 10 puntos


En su nuevo documental, Frenkel se propone indagar en los vericuetos del cine policial argentino. Pero no en la tradición canónica, sino en aquellos policiales berretas, reaccionarios, que ofrecían una mirada absolutamente conservadora sobre la sociedad y que estaban protagonizados habitualmente por Rodolfo Ranni y dirigidos por Enrique Carreras. Películas realmente falopa obsesionadas con la falopa. Pero Frenkel hace algo más, que es lo que vuelve a su película un objeto único: no pone a especialistas a hablar sobre aquellas películas con la forma del busto parlante (lo que hubiera hecho cualquier documental con sentido didáctico) sino que construye una suerte de ficción en la que sus protagonistas, adictos al VHS en los 90’s, se meten de lleno en el mundo de películas inclasificables y terminan atrapados en una red de consumo narcótico de cine hogareño y dealers de videoclub. Esa idea narrativa, sumada a la maravillosa voz en off de Damián Dreizik, a su alucinante y ajustadísimo trabajo de montaje y guion y a su duración concreta de apenas 51 minutos, vuelve a Los visionadores una bomba de tiempo llena de felicidad, humor y amor por el cine. Una cinefilia contagiosa, que está lejos de ponerse a llorar y de clausurar su mundo a un culto de elegidos, pero además consciente porque se abre como una comedia que funciona -gracias Homero- en varios niveles y públicos. Con películas como Amateur, Los ganadores, Todo el año es Navidad, Néstor Frenkel se ha convertido en el gran comediógrafo nacional. Que lo haga desde el documental, esa forma de registro de lo real, es una manera de aceptar que la realidad argentina es bastante ridícula. Mex Faliero


López, de Ulises Rosell / 7 puntos


Marcos López es uno de los artistas argentinos contemporáneos más reputados a nivel internacional. Si bien lo suyo es la fotografía, su trabajo trascendió esa especificidad para volverse integral: trabaja lo icónico, lo cultural identitario, y a partir del uso de colores y la reconversión de diversas figuras, inscribe su mirada en lo kitsch, lo pop, lo religioso desde una perspectiva pagana. Con experiencia en el registro documental, Rosell lo que hace es seguir el día a día de López hasta desacralizar al artista, correrlo del mito. En parte lo logra por la propia aceptación del protagonista en mostrar sus trivialidades, que no son cualquier cosa: su padre ha muerto recientemente, su perra está vieja y requiere tratamiento, su familia está llevando adelante un proceso de mudanza y él está en una etapa donde se está cuestionando como artista. Son muchos elementos que tiran a la película hacia el lado de lo terminal, de lo que se extingue y se evapora, y contra aquello que en definitiva lucha alguien como Marcos López. Entonces lo que propone el documental es descubrir que la manera de enfrentar todo eso es un poco desde la inconciencia. Eso mismo que dice López en la última y genial escena de la película (porque a veces el paso del tiempo no nos resuelve los dilemas existenciales), síntesis que cierra todo aquello que Rosell buscó y encontró tal vez sin proponérselo cuando decidió poner la cámara donde la puso. Mex Faliero


Los niños de Dios, de Martín Farina / 8 puntos


La última película de Farina es un objeto misterioso como fascinante. Pasarán unos cuantos minutos para que apenas sepamos dónde estamos, aunque es bueno perderse en el cine, de igual modo que nos extraviamos en una ciudad. Apenas comenzada la exploración, el tono queda impregnado con un relato en off mientras transcurren imágenes desenfocadas de un cuerpo que se arrastra. Son los primeros signos de una fragmentación que parece resistirse a dar vida a un relato uniforme. Una historia, la que funciona como marco, está vinculada con un caso famoso que repercutió en la opinión pública a fines de los años sesenta, la llamada Famila Internacional o la secta de Los niños de Dios, un grupo de prostitución religiosa que fue desarticulado judicialmente. No obstante, a Farina no le interesa cubrir el hecho mediáticamente sino a partir de retazos que van armando el referente. Lo importante es el impacto que tuvo en un núcleo familiar y sobre todo en Fran y Sol, quienes fueron criados a la luz de tales prácticas. Lejos del sensacionalismo, la película materializa las subjetividades de los protagonistas, y lo hace desde la propia subjetividad del director, esto es, ofreciendo un rompecabezas estético donde vuelve a confirmarse su pericia y su sensibilidad para crear atmósferas, del mismo modo que la capacidad fotográfica de un ojo/cámara dispuesto a penetrar la intimidad, a involucrarse, porque si hay un precepto documental en Farina es que nada se consigue sin el compromiso de la simbiosis con los objetos y las personas representadas. A medida que vamos adivinando, juntando piezas, no podemos obviar ese pulso característico del cine del joven realizador ni el naturalismo de sus imágenes, generalmente dotadas de una apabullante claridad cuya sensación inmediata conduce a la ilusión de que toquemos esos cuerpos que filma. Es una cercanía por momentos extrema, como si se escrutara la realidad. Es una mirada con marca personal (si se me permite el término futbolero), pero que en ningún momento deja afuera al espectador, aunque sea desde un lugar de rechazo. No se puede ser indiferente porque la película misma es subyugante, lírica, extraña y con un halo que roza, incluso, lo sobrenatural. Guillermo Colantonio


Lutar, lutar, lutar, de Sérgio Borges y Helvécio Marins Jr. / 8 puntos


Todo gran club de fútbol tiene al menos un documental que narra en clave épica su historia. Desde sus humildes inicios, pasando por sus más terribles derrotas y culminando en victorias que resignifican la historia e inmortalizan momentos puros de gloria, en los que se despresurizan como en una olla hirviendo a la que se le saca la tapa cientos de miles de gritos ahogados de alegría y tristeza. El fútbol tal vez pueda definirse por su capacidad de movilizar; es un suceso que convoca. Lutar, lutar, lutar (“luchar, luchar, luchar” en español), el lema del Atlético Mineiro, condensa de manera efectiva esa forma de comprender el fútbol: un fenómeno cultural y social que se caracteriza por el movimiento (del deportista en la cancha, del hincha en el estadio), por ese ida y vuelta entre la performance de los jugadores y los afectos de los fanáticos. El documental de Borges y Marins Jr. puede mirarse como un resumen de la historia del equipo brasileño, o también como un trabajo arquetípico sobre el fútbol, casi un poema de amor que se toma licencias para relatar una epopeya futbolera que contiene todas las epopeyas futboleras. Lo que hace Lutar, lutar, lutar es el paso lógico que sigue al acontecimiento: el acto de narrar, de dar cuenta de, de intentar sostener un momento en el tiempo. No son los superhéroes los únicos héroes griegos modernos. En las nuevas mitologías se narran las historias de Dadá Maravilha, José Reinaldo de Lima o Ronaldinho Gaúcho, héroes pícaros que dejan su marca en la historia y en el corazón de la gente. Franco Denápole


Maggie’s farm, de James Benning / 7 puntos


No cabe duda de que el carácter independiente de las películas de Benning genera aguas divididas. Se podría, incluso, hablar de la posibilidad de un cine anacrónico, que necesita indefectiblemente de la sala para valorar la experiencia estética en toda su dimensión, a contrapelo de un presente pandémico, de desaforadas plataformas y streamings. Es resistencia, sí, pero restricción también si pensamos en un público adepto a las historias o a otro tipo de emociones. Son elecciones, nunca deberían ser exclusiones. El film consiste en una serie de planos fijos, una secuencia sobre el espacio fragmentado (el Instituto de Artes de California), que comienza por los bordes naturales del lugar y concluye con objetos perdidos en interiores. Todo lo que se pueda decir ya no pertenece al orden de la propuesta estética, sino a los discursos que se construyan en torno a lo que se observa, una cuestión que es inherente a este tipo de trabajos donde la cámara queda dormida y el registro se consagra al estatismo absoluto, a la aprehensión de lo real tal como se ve y se escucha. Como suele suceder con el realizador norteamericano, el congelamiento de una imagen permite prácticamente adivinar qué hay más allá, generalmente signos de civilización. Detrás del cuadro forestal, por entre los árboles, se ven imperceptiblemente autos que pasan por una carretera o se escuchan canciones. Mientras ese otro orden transcurre, la mirada tiene tiempo para explorar el plano. Y si por un lado surge el interrogante acerca de cuál es el límite del procedimiento, cómo evitar un carácter arbitrario en la duración, también se puede ser generoso y recuperar ese gesto infantil de dibujar sobre lo que Benning ofrece en el cuadro, como cuando éramos chicos y mirábamos una nube para imaginar figuras. De eso se trata, tal vez, de recuperar esa mirada perdida, de asombro frente a la naturaleza, contaminada por lo mediático, la velocidad y el vértigo. Los árboles de Maggie’s farm arman sus propias formas: algunos están enojados, otros simulan una sonrisa. Que cada uno acepte o no ser parte del juego, ya es una cosa que dependerá de la ansiedad o de la paciencia. Guillermo Colantonio


Mermaid on board, de Mirko Stopar  / 7 puntos


Mermaid on board (Sirena a bordo) toma un viaje a Noruega de la escritora Norah Lange en su juventud y lo explota con un tono autobiográfico pero también marcadamente impresionista, apelando a técnicas de este movimiento del ´20 que tuvo su apogeo durante el cine mudo, oscilando entre el blanco y negro, los colores chillones y el videoclip. En el segundo film de Stopar tras la interesante Llamas de nitrato (2014) vuelven a repetirse algunos rasgos de su ópera prima: el foco puesto sobre mujeres fuertes y su vínculo con un entorno patriarcal, además de un amor estético por el cine de la década del ´20. A diferencia de su primer film no se trata de una figura del cine sino de la literatura: Lange fue musa de Leopoldo Marechal a través del icónico personaje de Solveig Amundsen en Adam Buenosayres, pero poco se sabe de esta mujer que compartió su lugar junto escritores de la talla de Jorge Luis Borges u Oliverio Girondo (que eventualmente fue su pareja). El largo viaje en el océano donde ella fue la única mujer entre marineros permanece como un documento de su astucia, la construcción del deseo y la objetificación, además de una pequeña ventana para rescatar a esta mujer de nuestras letras. Cristian Ariel Mangini


New Indians, el camino del grunge, de Sebastián De Caro y Fernando Guida  / 5 puntos


New Indians es la banda musical del ex basquetbolista de la “generación dorada” Fabricio Oberto con el músico Raly Barrionuevo, una rara incursión en el grunge cuya figura central ejerce un magnetismo inevitable. Aclaración aparte, esta es una suerte de road movie documentada de un viaje de la banda hacia la Luján, La Meca o el Jerusalén del grunge, Seattle, esa ciudad estadounidense que fue el semillero de Alice in Chains, Pearl Jam, Nirvana y Soundgarden, entre otras luminarias del subgénero rockero asociado a los 90’s. Hay en el registro casero y rústico algo del espíritu del grunge, en particular al palpitar la vida rutera desde el viaje en motorhome. Es en la interacción de la banda que el documental nos cubre de las sensaciones de viaje y emoción, pero la propuesta se queda un poco corta por dos razones: mencionamos el magnetismo de Oberto y, a pesar de que menciona no querer que New Indians sea “una banda de…”, lo cierto es que un alto porcentaje de la propuesta está centrada en su testimonio. Esto le resta dinámica al documental y lo hace demasiado monocorde, más allá de los escenarios. Por otro lado hay largos segmentos que asemejan a videoclips cuya edición disuelve el tono rústico de los testimoniales: es como si hubiera dos o tres propuestas que no terminan de conectar. A pesar de ello, el momento con el bajista de Pearl Jam es memorable y justifica el visionado. Cristian Ariel Mangini


Old days, de Nobushige Suematsu / 6 puntos


Antes eran cuatro amigos, jóvenes rebeldes apasionados por las motos. Hermanos. Pero ocurrió una tragedia, y lo que queda ahora son tres hombres solitarios, que transcurren con apatía por un mundo que los ve envejecer. La película de Suematsu es un relato breve sobre la amistad, la pérdida y el ejercicio de una masculinidad que se fuga, que ya no pertenece a este tiempo, y que se construye entre vicios y trompadas. Los tres amigos se reencuentran en el aniversario del accidente, y se lanzan a la ruta buscando un sentido de pertenencia que perdieron. Pronto se dan cuenta de que algunas cosas no vuelven, y de que quizás el camino ya no sea juntos. Suematsu filma su propio guion de manera sencilla, dejando lugar a las conversaciones y a los pequeños ritos de unos hombres golpeados que sobreviven como pueden, con una melancolía que no termina de ceder a la tristeza. Como una suerte de road movie minimalista, la película juega con lo justo: lo que se dice y lo que se muestra es lo necesario para que entendamos, y la deriva que puede sentirse, esa falta de rumbo que invade la historia, no es otra que la misma que atraviesan los protagonistas. Old days es una viñeta por la que los personajes pasan y vuelven a salir, como si fuera un lugar seguro que ya empieza a resultar ajeno. Pero como dice uno de ellos: “no está mal vivir un día así cada tanto”. Marcos Ojea


Orphea, de Khavn y Alexander Kluge / 4 puntos


Un combo explosivo para una dinamita fallida. El legendario (y nada fácil) Kluge y el artista filipino Khavn hacen una particular reelaboración del mito de Orfeo y Eurídice en modo punk-rock con alusiones contemporáneas en clave sociopolítica y (para ser fieles a la demanda) con perspectiva de género. El resultado es caótico, con todo lo que pueda tener de bueno y de malo esta palabra. Estructurada en actos con intertítulos que ofician como adaptación de fragmentos del mito clásico, pero barnizados con la impronta panfletaria e irreverente, la propuesta es una mixtura de imágenes, texturas, colores, un camino donde la heterogeneidad y la fragmentación atraen como espantan. Y en este mosaico, la supuesta idea transgresora consiste en desmontar los resortes de la historia. Primero convirtiendo al héroe en heroína. Luego, dando a entender en un argumento anacrónico que si Orfeo hubiera sido mujer, habría rescatado a su amante del inframundo. La idea puede sonar divertida y estimulante, pero los caminos son tan confusos como impopulares. Pero hay un aspecto, más allá del intelectualismo de vanguardia que la película adopta, que es el modo en que implícitamente se desprecia un formato tan popular como el mito. De modo tal, que la pedantería y la ambición que encierran las licencias creativas de Kluge y de Khavn, extendidas a una hora y media, parecen regodearse en la confusión y estimular el alejamiento hacia una fuente tan rica y popular como estas narraciones. Guillermo Colantonio


Petit vampire, de Joann Sfar / 7 puntos


El planteo de este film francés puede parecer un tanto trillado: un pequeño vampiro ya cansado de tener eternamente diez años, que quiere empezar a vivir una existencia cercana a lo normal. Eso implica tener amigos, ir a la escuela, atravesar las etapas del crecimiento, etcétera. Pero la película consigue encontrarle un giro a la premisa a partir del despliegue de ideas narrativas y estéticas que posee, que le permiten construir un mundo propio. Allí hay villanos hechos y derechos, pero también caídos en desgracia; grandes romances que atraviesan distintos momentos y sucesos; ocurrencias pequeñas y a la vez significativas; y criaturas de todo tipo, que evidencian una explosión de imaginación que le saca jugo al campo de la animación. Es cierto que hay unos cuantos desniveles narrativos y por momentos el relato se hace algo derivativo, pero estamos ante un film con un cuidado y cariño por sus protagonistas cada vez más inusual, lo cual lo hace sumamente atractivo. Rodrigo Seijas


Piccolino, una aventura en la ciudad, de Giovanni Maccelli / 6 puntos


Corto español con un claro relato de descubrimiento, donde el protagonista, un gusano que vive feliz dentro de una manzana en el campo, debe salir un día al mundo y descubre que su manzana ya no está colgada de un árbol, sino toda machacada en un callejón de una ciudad. A partir de ahí, se da lo que plantea el título, con un equilibrado trabajo de contraste entre la animación y la acción real, dando la pauta del asombro de la criatura frente al apabullante mundo urbano. Es precisamente el aspecto estético el que muestra un mejor abordaje, dándole sostén a la narración, aunque la intención de incorporar el género musical a través de canciones no termina de encajar de manera apropiada dentro de la película. Con un ostensible direccionamiento hacia el público más infantil, cumple con su propósito de entretener, aunque está lejos de ser una maravilla. Rodrigo Seijas


Playing with sharks, de Sally Aitken / 8 puntos


El cine tiene la capacidad de generar vínculos con otro tipo de prácticas, sean artísticas o no. Uno de estas es el buceo o submarinismo, de cuya historia son protagonistas Valerie y Ron Taylor, dos cazadores de tiburones devenidos militantes por la conservación de estos animales, que alcanzaron la fama mediática en las décadas de los ‘60 y los ‘70. Playing with sharks narra la historia de Valerie a la par que la del submarinismo como actividad y fenómeno cultural. El documental sin embargo va más allá de la simple recopilación y organización de material y teje un entramado más que interesante que incluye no solo la historia de esta práctica de nicho sino también la evolución de la figura del tiburón en el imaginario público, la de Valerie como ícono feminista de aquel entonces y la compleja relación entre el séptimo arte y el submarinismo. Todo este panorama comienza a volverse notable en el momento en el que el cine entra como personaje secundario en esta historia. En realidad, la cámara está presente desde el comienzo, como método para grabar las hazañas de caza de los aventureros que se sumergen a enfrentarse con lo desconocido. Pero la relación cámara-submarinismo va mutando con el paso del tiempo y el documental intenta reflejar la complejidad de este vínculo en términos culturales: los cambios que produce en el imaginario de las personas, la participación central de las películas (el caso Tiburón es central) como formadoras de opinión pública y la potencialidades creativas y destructivas de la lente. En este sentido, Playing with sharks recuerda al cine de Herzog, en tanto despliega una concepción de la cámara como acción en la que el cuerpo ocupa un lugar central en la transformación del mundo y del ser humano. Franco Denápole


Qué será del verano, de Ignacio Ceroni / 7 puntos


En su segundo film, Ceroi construye un collage de intertextualidades que tiene mucho de voyeurismo, pero también resulta un documento que desde su intimidad elabora un relato melancólico sobre la memoria, el registro visual y el extrañamiento de vivir en tierras lejanas al hogar de uno. El mérito de Ceroi es hacer de un hallazgo, una pequeña anécdota de su viaje a Francia, un mundo de conexiones insospechadas y exilios. Por otro lado, el documental confirma el buen momento del autobiográfico latinoamericano, su tono sincero para desarrollar conexiones y compartir fragmentos que universalizan un relato intimo desde una aplicación notable del testimonial. En síntesis, Qué será del verano es el relato de un encuentro impensado con un archivo de videos en una casa de Francia, de un tal Charles, tras la visita del director a su novia en aquel país. El registro de este viaje rápidamente conecta con el registro de los videos de Charles, que documentan la intimidad de una familia francesa y, como si se tratara de un juego de cajas chinas, el registro de otro viaje, pero a Camerún. Las realidades paralelas se confunden y hay en ese arrojo a lo desconocido un punto de encuentro mientras la voz en off hilvana lo que vemos. Cristian Ariel Mangini


Rancho, de Pedro Speroni / 7 puntos


La película de Speroni descubre ese velo que a muchos les cuesta correr y nos introduce con su cámara a una cárcel de máxima seguridad de Buenos Aires. Despojada de la espectacularidad mediática y a través de un montaje preciso, nos permite conocer progresivamente a diferentes hombres encerrados y deja que la observación misma permita articular los discursos. Y no solo eso. Además, es una constante interpelación al espectador acerca de lo que se ve y cómo se procesa. No solo los que están encerrados construyen sus fantasías sobre el afuera; también nosotros desterramos las fantasías que tenemos sobre el adentro. Detrás de esas enunciaciones hay fisuras familiares, institucionales y políticas. El fuera de campo es también terrible. Si se pierde de vista esto, el análisis siempre quedará sesgado. Pero una película no se hace solo para hacer analizada o para tomar conciencia. Muy pobre sería la historia del cine si quedara relegada solo a esa intención. Rancho también es un trabajo estético de colores apagados por momentos y que se encienden cuando algunas dosis de ilusión o de humanidad afloran en medio del desastre del hacinamiento. También es un seguimiento que demandó seguramente horas y horas de difícil convivencia, y que pone a los documentalistas en esa veta de tinte evangélico: hay que bancarse estar en el lugar que elige registrar, ser uno más, ver y escuchar desde una posición de igual, nunca de arriba, y lograr la empatía con quienes estén dispuestos a invitarte a su propio mundo de confinamiento. Speroni nos mantiene en la ilusión de que así es. Lo prueba el vínculo que logra con Bilbao, el protagonista excluyente, un boxeador que dice estar preso por robo “cuando a otros violadores y asesinos los largan enseguida”. Es un poco la esperanza de sus compañeros, y sobre todo, de otro personaje destacable, Artaza, una especie de rufián melancólico que ha pasado más tiempo en la cárcel que afuera, y que es capaz de extrañarla cuando está libre. El itinerario de Bilbao marca el tiempo de la película. Y al final, cuando accede a la libertad, la cámara sale un toque para despedirlo y vuelve a la cárcel. Entonces terminamos por creer que hay una ética posible en quien filma, de corte cristiano legítimo: se queda en el lugar donde más lo necesitan. Guillermo Colantonio


Responsabilidad empresarial, de Jonathan Perel / 8 puntos


La película está concebida a partir de un informe que prueba la responsabilidad de varias empresas en la represión de la última dictadura militar en la Argentina. Lo primero que llama la atención es que se trata de un libro que aún no vio la luz. Por ello, el recurso al que apela Perel es la lectura en off de la complicidad en la represión y la desaparición de trabajadores en esos años oscuros. Mientras tanto, la cámara permanece a una distancia considerable de las fachadas de dichas empresas, aún vivitas y coleando con total impunidad en el presente. De modo tal, que estamos ante un viaje cuyas paradas son siniestras. Lo anterior, que a priori puede juzgarse como un procedimiento desangelado, obedece a un compromiso ético que elude cualquier tipo de aproximación mediática a la cuestión. El punto de vista sostenido desde una neutralidad tonal confirma lo anterior, pero al mismo tiempo se sustenta desde una perplejidad que se comparte a partir de lo que escuchamos: nombres conocidos de clanes empresariales, directamente involucrados con crímenes de lesa humanidad. No es frialdad, en todo caso es ese miedo latente ante la vigencia de estos monumentos de corrupción, corporaciones que manejan nuestra economía. Nunca es tarde para decirlo y el cine, entre otras funciones, es el arte más apropiado para tal labor. Guillermo Colantonio


Se va a acabar…, de David Blaustein y Andrés Cedrón / 5 puntos


“La poesía es un arma cargada de futuro” reza uno de los poemas más conocidos de Gabriel Celaya, representante del movimiento español de los años ‘50 y ‘60 denominado “poesía social”. El debate de si el arte debe ser un fin en sí mismo o servir a un objetivo ulterior es uno de los más trascendentales y conocidos de la crítica moderna. Claro, la cámara también puede ser un arma cargada de futuro, o al menos así lo creen aquellos que conciben al cine principalmente a partir de su capacidad de transformación política y social, la cual es a esta altura innegable. Este es el caso de David Blaustein y Andrés Cedrón, directores del documental Se va a acabar… que antes que nada es un manifiesto militante cuya función es exponer una ideología y ser un soporte material para una versión particular de la historia argentina, específicamente de los sucesos ocurridos antes y durante la última dictadura cívico-militar. La cámara y el montaje se ponen al servicio de reconstruir el testimonio de seis trabajadores que tenían en ese momento funciones sindicales y que sobrevivieron al genocidio perpetuado por las Fuerzas Armadas. El trabajo de Blaustein y Cedrón visibiliza relatos de personas olvidadas que tuvieron un rol importante en el devenir de los sucesos en aquella época y poseen por lo tanto un bien valioso que es la experiencia de aquel que ha puesto el cuerpo a la historia. Si el documental adquiere algún tipo de función estética es la de poner en escena estas subjetividades sin convertirlas (al menos no del todo) en meros soportes de un discurso. Sin embargo, los límites no quedan del todo claros, ni tampoco el orden de prioridad (personas antes que ideología, o viceversa). Por lo tanto, no resulta alocado pensar que este documental pretende ser juzgado como acontecimiento político antes que como acontecimiento artístico. Franco Denápole


Sputnik, de María Paula Arenas Restrepo / 6 puntos


El territorio de la ciencia ficción puede ser un campo fértil para la imaginación bien aplicada, y más cuando está aplicada a tonalidades infantiles. Este cortometraje se centra en un robot diseñado para destruir cuanta cosa se le ponga por delante, aunque siempre termina tomando decisiones que van por fuera de su propósito original. Hay algo -salvando las distancias- del espíritu de WALL-E rondando por la narración, ciertamente despareja, aunque con elementos estéticos interesantes. Es cierto que le falta algo de atrevimiento para llegar a configurar un relato bien compacto, aunque muestra un nivel de inventiva que le permite capturar la atención del espectador. Rodrigo Seijas


Tan tarde tan pronto, de Daniel Hymanson / 6 puntos


Otro exponente de la oceánica vertiente del registro de observación. En este caso, una cámara metida en la intimidad de dos artistas, Jackie y Don, en la casa que han convertido en su propia obra. Hay momentos divertidos, conversaciones banales y reflexiones implícitas sobre el paso del tiempo y el impacto en los cuerpos. Sin dramatismo y con la voluntad por rescatar principalmente el punto de vista de la mujer, capaz de bailar con Sade de fondo o armar una puesta escena de valijas rosas en una habitación. Lo bueno es que Hymanson se pierde en sus excentricidades, respetando y cazando humores y tensiones. Lo que se ve es lo que hay, sin elaboraciones discursivas que entorpezcan una idea bastante clara: estamos hablando de dos personajes que, por más singulares que nos resulten, son así (más allá de la ilusión de verdad del registro) y parecen haberlo disfrutado. En todo caso, podemos revisar nuestras limitaciones. El principal inconveniente de estas propuestas sigue siendo la arbitrariedad del tiempo en el recurso elegido. Guillermo Colantonio


Taranto, de Víctor Cruz / 8 puntos


Taranto es una pequeña localidad italiana que fue, luego de la Segunda Guerra Mundial, uno de esos territorios que mejor representó el ascenso económico de la Italia rica. La relación con el sector industrial, con las acerías y la producción pesada, fue lo que convirtió a Taranto en un destino ideal para aquellos que buscaban el progreso. De aquel pasado, señala este documental de Cruz, queda apenas una ilusión: el carácter contaminante de las industrias que están insertas en el medio de la ciudad ha producido muchísimo dolor y muerte, y el reclamo medioambiental se vuelve cada vez más masivo ante un Estado que no sabe o no puede o no quiere resolver el conflicto: de estas fábricas dependen unas 12.000 personas. El encierro conceptual de buena parte de la sociedad actual se sintetiza en esta ciudad y en este documental: morir de hambre por la desocupación o morir de cáncer por respirar el aire nocivo de las acerías. Un aire que ni siquiera deja morir en paz a los muertos: uno de los testimoniantes se pasea por el cementerio con un imán, levantando el polvo de hierro que se deposita sobre las tumbas. Cruz ofrece un relato urgente, pero lo hace con elegancia y precisión cinematográfica, lejos del panfleto. Una gran escena resume la potencia de Taranto: mientras uno de los ciudadanos reclama por el cierre de las industrias contaminantes, una señora se mete en el plano y comienza a discutirle. El pasaje resume italianidad, pero también dos puntos de vista antagónicos que no parecen poder acercarse ni hallar una respuesta. Mex Faliero


The annotated field guide of Ulysses S. Grant, de Jim Finn / 5 puntos


El último trabajo de Finn, histórico ya del BAFICI, recupera fragmentos de la última etapa de la Guerra Civil estadounidense, centrándose sobre todo en las hazañas del general más importante de las fuerzas abolicionistas del norte: Ulysses S. Grant, quien se convertiría en el 18° presidente de los Estados Unidos. En la presentación que hace de su propia película, Finn resalta su actualidad en relación a las ideologías supremacistas que siguen circulando en el mundo. De esta manera su mediometraje queda ligado a una forma muy estadounidense de concebir las películas de época y su función política. Sin embargo, el documental no termina de destacar ni en forma ni en contenido: una voz en off nos relata los acontecimientos como si leyera de un manual de historia republicano mientras fragmentos de tomas en 16mm de locaciones históricas se montan con tímidos filtros visuales y suena música de sintetizador. La intención es llevar adelante un tratamiento diferente del material histórico, fusionándolo con estos elementos que le son ajenos. El efecto, sin embargo, no termina de generarse y pareciera que hubieran habido más pasos en el plan de producción que fueron elididos, y que esta alteración podría haberse llevado más adelante en la construcción de otros sentidos o efectos. Por último, el componente que tal vez resulta más interesante, que es la utilización de juegos de mesa para introducir ciertos acontecimientos históricos, es también una herramienta desaprovechada. Franco Denápole


The old man movie, de Oskar Lehemaa y Mikk Mägi / 7 puntos


“La economía de Estonia ha dependido de la leche unos mil años”. Con esa cita de uno de los directores de The old man movie podría iniciarse una lectura política de esta película sobre un lechero que debe recuperar su vaca antes de que explote por la falta de ordeño. Sin embargo, cuesta trabajo convertir a esta extraña “gross out comedy” en una alegoría sobre la realidad social y económica de Estonia. Si en todo caso hay que hacer una interpretación cerrada podría defenderse la idea que la película trata sobre las crisis sexuales y cómo superarlas. El trabajo de Lehemaa y Mägi pertenece a ese grupo de películas tan particular que son las animaciones para adultos, específicamente, aquellas que llevan la subversión del género al extremo, explotando la capacidad de la animación de explorar lo bajo, lo asqueroso y lo inapropiado. Tratar de encasillar esta película nos lleva a pensar en series como Robot chicken o películas como Sausage party. La diferencia tal vez sea que, si bien muchas de ellas se limitan a regodearse en su pretensión de ser lo más “edgy”, “políticamente incorrectas” o “desagradables” que se pueda, The old man movie hace gala de una mayor libertad en sus decisiones estéticas y narrativas. En todo caso se trata de una comedia gratuita con momentos divertidos y con una búsqueda humorística excéntrica aún dentro de los subgéneros mencionados anteriormente. Franco Denápole


Tornquist, de Mariano Paz / 7 puntos


Dos vecinos, Valeria y Segundo, que viven en una zona rural de Tornquist (partido de la provincia de Buenos Aires en donde se encuentra Sierra de la Ventana), comenzarán una relación que tendrá vaivenes como el de tantas parejas. Lo interesante de este film es que utiliza el registro del cine documental, aunque en su narración tenga muchos elementos que la acercan a la ficción. La presentación de personajes nos muestra sus rutinas, Valeria una mujer que trabaja dentro de los límites de su casa, y Segundo, un hombre más abocado a las tareas del campo. Un día Valeria es invitada a la casa de Segundo, quien cocina mientras toman mate, y ahí comenzarán su relación. Se sabe poco de ambos, pero se nota que son distintos. Aparecen elementos de la comedia romántica, escenas divertidas en las que juegan y se hacen trampa para ganar, o algunas más dramáticas como una pelea mientras Valeria amasa y Segundo intenta prender una cocina a leña, que tiene como tema de discusión el cuidado de unos chanchos. Si bien la mayoría son rutinas o momentos privados de la pareja, siempre está la duda de cuánto de lo que vemos son acciones cotidianas y cuánto de actuación. Y lo bueno es que no se nota la línea que divide eso. Hay recursos cinematográficos del cine de ficción que quedan bien, las elipsis y los fuera de campo (estos últimos sirven en los momentos que vemos cómo carnean a un chancho). Sobre este tema, los amantes de los animales vayan pensando que van a ver varias situaciones que los involucran, que pueden afectar sensibilidades. Se le puede achacar al film que el conflicto no está tan desarrollado, pero no es un problema a la hora de ver el resultado final. Si esta película hubiera sido filmada en la época de oro del cine argentino, entraría dentro de lo que se denomina gauchesco. Bienvenida entonces esta revalorización o reinvención de este subgénero, esta película es una mirada actual e interesante sobre el tema. Gabriel Piquet


Un efecto óptico, de Juan Cavestany / 7 puntos


Una pareja (los enormes Carmen Machi y Pepón Nieto) viaja de Burgos a New York con la clara intención de desconectarse de su rutina. El viaje en avión, el aeropuerto, el taxista que los lleva, el hotel en donde paran, la recorrida por puntos famosos de la ciudad norteamericana, esto es el hilo argumental que seguimos. Hasta aquí todo va bien, lo extraño es que no estamos en New York, sino en Burgos. La película repite en forma de loop esta secuencia, le agrega elementos o le cambia el punto de vista. Su virtud es que el humor llega por lo absurdo de las situaciones. El director trabajó muy bien los climas de enrarecimiento, logrando una atmósfera que se acerca al universo de David Lynch. Con la aparición del personaje de la hija, hay una secuencia que limita el thriller con lo dramático, generando un clima pesado que la saca de la comedia por un rato. Hay algo de relación de pareja adulta, algo del síndrome del nido vacío, algo de fantasía generada por el imaginario de una ciudad y algo de que la globalización puede hacernos ver a todas las ciudades iguales. En este último ítem, Cavestany ironiza sobre los parecidos utilizando como gag a la estatua de la libertad. Gabriel Piquet


Una casa sin cortinas, de Julian Troksberg / 7 puntos


Isabel Perón. Personaje ninguneado de la historia de nuestro país, relacionado con el espiritismo en diferentes épocas de su vida, primera mujer presidenta de la República Argentina y esposa del presidente más emblemático que surgió en estas latitudes. Al comienzo del documental muchos entrevistados dejan en claro lo que piensan de ella, un personaje insulso que no merece valorización dentro de la historia política argentina. Si bien a medida que la película avanza, los allegados al peronismo no la defienden (solo hablan de su lealtad cuando estuvo presa cinco años durante la dictadura), aparecen algunas voces cercanas a ella que la ponen en un lugar de víctima. Su vinculación con la época más oscura de la política local y el estar manipulada por un personaje tan nefasto como fue López Rega, hacen dudar mucho de ese rol inocente que algunos le quieren dar. Algunos dicen que tenía conocimiento no solo de la Triple A (organización creada por el funcionario antes mencionado), sino que sabía lo que sucedía en las Fuerzas Armadas durante su mandato (se habla de torturas en varias provincias, realizadas por militares en el año 1975). Es la etapa pre-gobierno de Perón, la más interesante y la que más se desconoce. Sus comienzos como bailarina en el Cervantes (la actriz Haydée Padilla fue su compañera de elenco), su viaje a Panamá, en donde conoció al General. Uno de los entrevistados dice que perdió un hijo de Perón por un aborto espontáneo. Su vida en Puerta de Hierro en Madrid. Su llegada a la Argentina en 1965, en donde hizo de vocera de Perón, trayéndole los mensajes a los gremialistas de varias provincias argentinas (uno de sus momentos políticos más importantes). Para muchos entrevistados, nunca le interesó la política, fue un error que quedara de Presidenta. La situación la superó por completo, era una mujer que no tenía preparación para ejercer el cargo. Hay una anécdota del cardiólogo de Perón, que cuenta que mientras el General estaba acostado en su cama unos días antes de morir, vio un discurso que Isabel estaba dando en la embajada de Italia. La masa cantaba, mientras Isabel hablaba como una líder. Perón le dijo al doctor, “hay que decirle a Isabel que pare porque fuimos muy lejos con este bolazo”. Hacia el final, la película se convierte en un relato de misterio, en otro gran momento del film de Troksberg. Gabriel Piquet


Una nueva generación, de Kevin Borensztein / 5 puntos


Con su nombre un tanto resonante, este documental entra en diálogo con otra propuesta musical del BAFICI, La bitácora del Sur: el rock indie en Sudamérica. No son semejantes y la forma en que se aproximan a la escena musical contemporánea es distinta, aunque pintan un panorama certero más allá de méritos y falencias de cada documental. Pero el nombre no es solo con el propósito de impactar sino que se basa en el festival La Nueva Generación de Córdoba: un semillero de propuestas musicales diversas que confluyen en un espacio de encuentro con el público. Zoe Gottuso, Santiago Celli, Wos, Ca7riel, Paco Amoroso, El mató a un policía motorizado, Marilina Bertoldi, Bándalos Chinos y Nathy Peluso son algunas de las luminarias que marcan el potencial de este caldo de cultivo. Entre la hibridación musical de las bandas -usar etiquetas es algo esquivo-, el clima que se siente en el escenario y la comunión con el público, la ópera prima de Borentszein cae sin embargo en el vicio de formatos televisivos. El peso está puesto sobre el testimonial antes que en captar los rincones de esa escena cultural y el montaje, construido sobre los cimientos de la estética clipera, dan una dinámica que se queda en la superficie. Así, a pesar del notable trabajo de entrevistas, queda por momentos como un catálogo de nombres sin el relieve que merece. Cristian Ariel Mangini


UPA!, una pandemia argentina, de Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker / 8 puntos


Primero fue hacer cine independiente, pero ellos no se preocuparon porque eran, son y serán siempre los chicos del cine independiente. Después fue demostrar, o mejor dicho confirmar, que este trío de amantes del oficio cinematográfico y su mundo delirante habían llegado para quedarse. Y ahora claro, la frutilla del postre, cine argentino filmado y producido en pandemia. Tírenle con lo que quieran a estos tres que te devuelven una película perfecta como sea. Si creciste consumiendo a los alter ego de los directores, devenidos en Fernando, el director, Ailén, la productora y Nina, la actriz, vas a encontrar en UPA!, una pandemia argentina, lo mismo, pero mejorado, que nos vienen regalando desde hace años. La necesidad de contar, de producir, de ante cualquier eventualidad levantar el arte como bandera. Se siguen y nos siguen haciendo reír de todo lo que es necesario tomarse más liviano, el snobismo del cine, los actores que deliran exigencias (Juan Minujín compone una de las mejores escenas de la película y el ping pong de gestos con Garateguy, ante sus exigencias, es imperdible), la industria y sus pasillos, la generación que marcó una época y la que viene, porque abren el juego ante la nueva generación de jóvenes que da sus primeros pasos en el cine. Algunos aprendieron a hacer pan de masa madre, otros, gimnasia arriba de un sillón, ellos hicieron lo que mejor saben hacer, contar una historia con mil historias dentro y devolver un poco de la alegría desfachatada que el cine y la industria tanto estaba extrañando y necesitando. Upa es una película argentina, una pandemia argentina, y cada vez más, una prueba amorosa hacia el séptimo arte. Mary Putrueli


Vacío, de Paul Venegas / 7 puntos


Lei y Wong se conocen en el barco donde son trasportados de forma ilegal. Cuando llegan a Ecuador, los dos terminan trabajando para un mafioso llamado Chang, al que deben pagarle trabajando para él. Ella atenderá  un locutorio, mientras él será el “hombre de los mandados” de Chang. Ambos conocerán a Víctor, que también trabaja para Chang. Lei será el centro de atracción de los tres hombres. La película podría ser un policial con elementos de inmigración, pero es más que eso. Es la mirada de una comunidad (en este caso la china), en un país latinoamericano (Ecuador) que puede ser trasportada a cualquier otro lugar del mundo, esa sensación de parias constantes, que parecen no poder sacarse de encima. Si bien el vacío del título tiene una explicación en un momento, la película nos muestra los vacíos que cada uno de los personajes quieren llenar. Lei lo demuestra con la idea de un futuro mejor, tratando de ir a New York, Wong con su idea de traer a su hijo de China. Chang cree poder comenzar una relación con Lei, aunque después sus intenciones sean más básicas. Los tres personajes asiáticos tiene añoranzas de volver a su país, otro vacío que quieren tapar y les da vueltas por la cabeza. Es interesante que el film esté contado desde el punto de vista de los actores chinos y que el personaje latino haga de comic relief o interés amoroso de la protagonista. Algo poco visto por estas latitudes. Gabriel Piquet


Washington en su paraíso, de Martin Delrieux y Guido Fontan / 7 puntos


Habitaciones llenas de libros, cajas amontonadas y muchos animales embalsamados. Esta especie de bunker es el hogar de Washington Pereyra, ex librero, como le dice a una persona en una de las llamadas telefónicas que tiene durante el documental. Este personaje es un hombre culto, un amante de la cocina (lo demuestra en los platos que realiza), alguien que no está de acuerdo con las políticas norteamericanas (expresa varias veces lo mal que actuó el gobierno estadounidense en otros países), fan del Duche (se pone de pie cuando habla de él), alguien que habla sin tapujos sobre sexo. Washington es una persona de otra época, una persona que por sus opiniones, hoy en día se la consideraría polémico. Uno puede estar o no de acuerdo en muchas de las cosas que expresa. Es alguien que vive en su mundo o por lo menos el documental parece mostrar ese pequeño universo. Es una persona que da la sensación de estar sola, por más que hable de relaciones sexuales. Alguien que pone a la familia en un segundo plano (dice que estuvo con una mujer y tiene hijos), alguien que tiene conocidos, a los que nunca escuchamos hablar, solo lo que él les dice por teléfono, personas que un par de veces corta en sus conversaciones de forma abrupta. No sabemos si realmente son amigos. No parece afectarle mucho el estar aislado, lo disfruta, sus pasiones que son la lectura, la comida y el sexo, lo mantienen activo. Es interesante ver a un personaje que no es políticamente correcto para estos tiempos. Un personaje que no dejará indiferentes a muchos que vean el documental. Gabriel Piquet


White lie, de Yonah Lewis y Calvin Thomas / 8 puntos


La película trata sobre una chica que simula tener cáncer. Con esa idea inicial tan precisa trabajan Lewis y Thomas un drama psicológico con pequeñas muecas de terror que trata también sobre las mentiras y cómo estas persisten en el tiempo y acechan con resquebrajarse y hacer tambalear todo lo que se deposita sobre ellas. Se trata de una película interesante, con una premisa que empuja a la trama y la mantiene viva. Los directores eligen encarar la historia desde el punto de vista casi exclusivo de su protagonista, buscando con ello capturar de la mejor forma posible su complejidad emocional y la forma en la que afronta sus propias decisiones. Si bien el largometraje permite el ingreso de temáticas tan resonantes en este momento como son las fake news o la posverdad, este nunca se desvía de su centro de interés que es Katie. Con una cinematografía que se permite ciertos simbolismos y el uso de una banda sonora que orienta algunas escenas hacia el terror, la película avanza sobre la historia a medida las opciones de Katie comienzan a disminuir y las consecuencias de sus acciones la asfixian cada vez más. Este conflicto encontrará finalmente una resolución poco auspiciosa y sutil en su ejecución y en sus implicancias. Lo único que tal vez se pueda señalar como una oportunidad perdida es el uso tímido del lenguaje del cine de terror, cuando tal vez muchas de las situaciones que presenta la película, sobre todo en los instantes breves en que se dedica a la reacción de los personajes que conviven con Katie, dan para este tipo de tratamiento. Franco Denápole

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