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Funcinema

Un amor extraordinario

Título original: Ordinary Love
Origen: Iglaterra
Dirección: Lisa Barros D’Sa, Glenn Leyburn
Guión: Owen McCafferty
Intérpretes: Liam Neeson, Lesley Manville, David Wilmot, Amit Shah, Lalor Roddy, Maggie Cronin, Desmond Edwards, Melanie Clark Pullen, Stella McCusker
Fotografía: Piers McGrail
Montaje: Nick Emerson
Música: David Holmes, Brian Irvine
Duración: 92 minutos
Año: 2019
Plataforma: Cining


7 puntos


GENTE ADULTA Y SUS PROBLEMAS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La nueva película de la dupla que integran Lisa Barros D’Sa y Glenn Leyburn demuestra que en definitiva todos los elementos que constituyen un film son ajenos a la calidad, y que cuando hay buen gusto y criterio para elegir qué imágenes son las adecuadas, cualquier tema y cualquier apuesta estética resultan aceptables. Un amor extraordinario es una película sobre enfermedades y también una película de intérpretes, donde Lesley Manville y Liam Neeson están en el 95% de los planos. Y si ambos están perfectos, se evita el showcito personal para ganar premios y más aún el regodeo en la tragedia que atraviesan los personajes para explotar el morbo y traficarlo como intensidad dramática. Lo que tenemos es a un matrimonio de años con sus códigos y el conocimiento que permite la convivencia, un retrato casi íntimo y amable de un período de tiempo complicado: a la mujer le diagnostican un cáncer de mamas y la película reflexiona sobre las formas de afrontar la cercanía con la muerte. Sin grandes discursos, sin subrayados, con humanidad y rigor en lo que se cuenta y muestra.

En la primera escena los vemos a Joan y Tom (Manville y Neeson) trotando por la calle. El ingreso en el ocaso de sus vidas es de preocupación por lo sano, entre el ejercicio diario y la atención a cosas que no deberían hacer más, como por ejemplo tomar café. D’Sa y Leyburn apuestan por una cámara que retrate la intimidad de esos personajes, pero lejos de ser invasivos: hay planos medios que los toman a contraluz, siluetas recortadas que exhiben la universalidad de momentos hogareños, desayunos, cenas, ratos compartidos, conocimiento del otro. Y tragedias familiares que se sugieren apenas con un portarretratos que muestra a alguien que ya no está, y que luego sabremos quién fue y qué pasó. Las formas de la película refuerzan eso que el título original sugiere: aquí no hay algo extraordinario (como indica el título que le pusieron por estas tierras) sino más bien algo ordinario, simple, mundano. Un hombre, una mujer y un detalle -la enfermedad- que cae como una bomba en la placidez de una tercera edad vivida con amenidad.

A partir del anuncio del cáncer, Un amor extraordinario se convierte en otra película. De la comedia leve del comienzo, se pasa a un drama también construido con levedad, como si los directores entendieran que esas luces y sombras no son más que la síntesis de la vida misma. Hay una escalada obvia por los tópicos habituales de las películas sobre enfermedades, pero lejos de depositar el suspenso en saber si la protagonista muere o no, se elige reflexionar sobre el duelo, tanto del que sufre la enfermedad como del que acompaña. Un amor extraordinario no tiene respuestas para ofrecer ni rasgos aleccionadores. Apenas un registro de emociones y sensaciones que atraviesan a los personajes, y que en ocasiones es imposible de expresar con palabras. Hay silencios dolorosos, músculos en tensión, cosas que se dicen pero otras que se evitan. Casi como en una lógica extendida de la puesta en escena, que recorta lo accesorio y exhibe lo necesario. La coherencia de los directores permite que una película destinada al desinterés inmediato, se vuelva un intrigante y fascinante retrato de personajes maduros afrontando instancias dolorosas con el aplomo de la gente adulta. Digamos que un tipo de película que hoy se hace muy poco.

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