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Funcinema

Nosotros nunca moriremos

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Eduardo Crespo
Guión: Lionel Braverman, Eduardo Crespo, Santiago Loza
Intérpretes: Romina Escobar, Rodrigo Santana, Brian Alba, Jésica Frickel, Giovanni Pelizzari, Sebastián Santana
Fotografía: Inés Duacastella
Montaje: Lorena Moriconi
Música: Diego Vainer
Duración: 82 minutos
Año: 2020


8 puntos


GENTE BUENA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Una madre viaja con su hijo adolescente a un pueblo, donde acaba de morir su otro hijo. Hay trámites que realizar, definir algunos asuntos con la policía local, reconocer el cuerpo, ordenar la casa donde vivía, enterrarlo. Un montón de trámites administrativos son los que -absurdamente- van reconstruyendo la figura del hijo ahora ausente, y Eduardo Crespo los filma con rigor pero lejos de una estética fría o distante, que es la que el cine ha sabido incorporar para mostrar la burocracia. Por el contrario, Nosotros nunca moriremos es una película cálida y sensible sobre los procesos internos que acompañan las pérdidas, sobre el pasaje generacional de un hijo adolescente que tendrá que crecer un poco de golpe y sobre la relación de ese chico con su madre.

En un principio Nosotros nunca moriremos parece una road movie, porque hay un viaje y hay rutas y paseos en auto, pero en verdad todo transcurre en la quietud del pueblo. Aunque sí, la road movie es interior: Crespo apuesta por el movimiento y la travesía interna, la de esa madre que irá descubriendo cosas de su hijo, que además de trabajar en un campo de golf era bombero voluntario. Y también la de ese chico, hijo y hermano, que comenzará a atravesar esa etapa misteriosa de dejar atrás la infancia para conocer el mundo de los adultos. La relación entre ambos es de dependencia, aunque es una dependencia que irá cambiando de mando: es primero la madre la que avanza estoicamente, hasta desmoronarse, y luego será el hijo el que tenga que hacerse cargo de otras situaciones. “Usted se quiere ir a una ciudad más grande”, le dice la madre a lo que el chico responde: “Nunca la dejaría sola”.

Para todo el dolor y la tristeza que la película tiene para exhibir, Nosotros nunca moriremos es de un pudor notable, y de una amabilidad infrecuente entre los personajes y hacia el espectador; una amabilidad que nunca es exacerbación del buenismo, esa forma de paternalismo que las películas reproducen como mecanismo tramposo de conectar con el espectador. La de Crespo es una película que se nutre de ciertos recursos del cine independiente, pero que nunca incurre en la pose snob de tantas producciones festivaleras que vemos recurrentemente. En Nosotros nunca moriremos hay humanidad, emociones sencillas, gente buena expuesta con nobleza, un pueblo mirado con ojos que entienden y una gran actuación de Romina Escobar.


NdR: Esta crítica es una modificación de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.

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