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Zombies en el cañaveral. El documental

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Pablo Schembri
Guión: Pablo Schembri
Intérpretes: Isabel Sarli, César Legname, Luciano Saracino, Mónica Audi Falú, Carlos Lizarraga, Diego Trerotola, Roger Koza, Ramiro San Honorio, Laura Casabe, Zulema Merched, Luciana Galván
Fotografía: Guido de Palma
Montaje: Franco Cruz
Música: Javier Ruiz
Duración: 88 minutos
Año: 2019


7 puntos


MENTIRAS VERDADERAS

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocolant)

¿Qué tal si el cine argentino se toma un respiro y se corre de la agenda de la corrección política de vez en cuando? ¿Qué tal si a la cinefilia la despojamos un tiempito de las telarañas de la amargura o del academicismo? ¿Qué tal se jugamos un poco? Eso, jugar. Tal vez Zombies en el cañaveral nos permita cumplir con esa fantasía que, como todas las fantasías, no tiene por qué ser eterna.

La película es un divertido ejercicio apócrifo, una postulación de otra realidad con apariencia de documental que termina por hacernos creer lo que cuenta. Todo es mérito del director de esta simpática propuesta en la que George Romero pudo haberse inspirado para La noche de los muertos vivos en una película argentina de culto llamada Zombies en el cañaveral, dirigida en Tucumán tres años antes por “el padre del terror moderno”, Ofelio Linares Montt, interpretado magistralmente por César Legname. La película trabaja una larga sonrisa a partir de una búsqueda que emprende el escritor Luciano Saracino detrás de restos de celuloide, fragmentos de guion y testimonios varios. Entre ellos, los de críticos como Diego Trerotola y Roger Koza, quienes se prenden a la broma con total seriedad, sobre todo para dar crédito a la supuesta alegoría política de la película durante el gobierno de Onganía, parodiando los discursos sobreinterpretativos en el género de terror. Ni hablar de la aparición de la enorme Coca Sarli. “Argentina siempre le tuvo miedo al miedo”, dice Saracino, mientras se destaca como una especie de Indiana Jones autóctono detrás del santo grial de la historia del cine argentino. Es tan fresca y saludable la propuesta que se le perdonan incluso algunos errores de sincronización y un reflejo en el vidrio de una cámara en una de las escenas.

Un reducto para fanáticos, sí, pero una amable manera de descontracturar butacas. La película transmite una bizarra alegría y un amor por el cine más allá de toda teoría.


NdR: Esta crítica es una modificación de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.

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