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Una noche en Miami

Título original: One night in Miami
Origen: EE.UU.
Dirección: Regina King
Guión: Kemp Powers, basado en su obra teatral
Intérpretes: Kingsley Ben-Adir, Eli Goree, Aldis Hodge, Leslie Odom Jr., Lance Reddick, Christian Magby, Joaquina Kalukango, Nicolette Robinson, Michael Imperioli, Lawrence Gilliard Jr., Derek Roberts, Beau Bridges, Emily Bridges, Amondre D. Jackson, Jerome A. Wilson, Hunter Burke, Robert Stevens Wayne, Randall Newsome, Matt Fowler, Christopher Gorham, Alan Wells
Fotografía: Tami Reiker
Montaje: Tariq Anwar
Música: Terence Blanchard
Duración: 114 minutos
Año: 2020


4 puntos


UNA NOCHE DE MONÓLOGOS PARA LA TRIBUNA

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Ya en buena medida Mex Faliero lo decía en la columna que se puede leer acá: tanto Una noche en Miami como La madre del blues son películas que buscan dialogar con un discurso anti-racista cada vez más fuerte, apelando a una interacción con hechos y personajes del pasado, aunque sin mucha imaginación más allá de una discursividad constante. Dos servicios de streaming (Amazon Prime Video en el primer caso, Netflix en el segundo) se apoyan en estas adaptaciones de obras teatrales para montarse en la ola de corrección política que invade Hollywood, para de paso llevarse unos cuantos premios y acumular prestigio. En el medio, el cine vuelve a quedar relegado.

En el caso de Una noche en Miami, tenemos el retrato ficcional de una velada nocturna donde Muhammad Ali, Malcom X, Sam Cooke y Jim Brown se juntaron para una charla que abarcó desde sus roles en el Movimiento de los Derechos Civiles, hasta los choques culturales en esa efervescente década que fue la de 1960. Es entonces que tenemos a cuatro personalidades que desde diferentes terrenos -el deporte, la política, la música- fueron icónicas exponiendo sus puntos de vista, poniendo en juego sus coincidencias y diferencias, en lo que podría ser un intercambio apasionante…si es que se procurara salir de los lugares comunes. Pero si el guión de Kemp Powers (basado en su propia obra teatral) no puede salir de lo esperable para cada uno de los personajes, la puesta en escena de Regina King -quien debuta en la dirección- carece de vuelo, vitalidad e imaginación, condenada casi desde el comienzo al estatismo, incluso cuando sale de los espacios cerrados.

De ahí que Una noche en Miami sea primero que nada una colección de viñetas sobre una época donde las posiciones antagónicas estaban en sus extremos y las consecuencias del racismo se sentían a flor de piel. Todo lo horrible que podríamos esperar de los blancos sureños -paternalismo, desprecio, agresividad, odio- se ve a la primera de cambio, sin dobleces, ambigüedades o profundidad. Y lo mismo sucede con el resto de la estructura narrativa a partir de que concreta el encuentro, asignándole a cada figura los minutos necesarios para argumentar y contraargumentar desde el monólogo, con una prolijidad casi inverosímil. Ese ordenamiento sumamente previsible afecta la discursividad de los protagonistas, carente de sorpresas: cada uno reproduce lo que se podría intuir con solo leer un manual de historia, no solo desde el contenido de las palabras, sino incluso también desde la gestualidad. Eso es particularmente notorio en la actuación de Eli Goree, quien interpreta a Ali en un momento particularmente complejo -cuando acababa de consagrarse campeón de los pesos pesados y se aprestaba a anunciar su conversión a la fe musulmana-, pero cuya performance parece una imitación de Will Smith cuando encarnó al notable boxeador.

Y si la película amaga en ciertos pasajes con plantear algunas discusiones de forma un poco más compleja -en especial desde los planteos de Cooke y Brown, posiblemente los personajes con más matices en sus miradas y conductas-, finalmente se queda con el punto de vista de Malcom X, que está delineado solo en base a su famosa retórica. Si por momentos Una noche en Miami amaga con problematizar esa retórica desde sus causas y consecuencias, sobre el cierre del relato clausura todo posible cuestionamiento y elige un discurso impostado, casi de barricada y para la tribuna. Así, Una noche en Miami exhibe varias paradojas problemáticas: aborda a personajes inolvidables con un formalismo olvidable; se apoya en la iconicidad que otorga la memoria, pero está hecha de acuerdo a la moda; y balbucea representación afroamericana, aunque está hecha para agradarle a los progresistas blancos. Indudablemente, hay una guerra cultural donde las batallas las sigue ganando el racismo.

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