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Psycho Goreman

Título original: Ídem
Origen: Canadá 
Dirección: Steven Kostanski
Guión: Steven Kostanski
Intérpretes: Nita-Josee Hanna, Owen Myre, Matthew Ninaber, Steven Vlahos, Adam Brooks, Alexis Kara Hancey, Kristen MacCulloch, Anna Tierney, Roxine Latoya Plummer, Alex Chung, Scout Flint, Robert Homer, Conor Sweeney, Matthew Kennedy, Rick Amsbury, Timothy Paul McCarthy, Reece Presley
Fotografía: Andrew Appelle
Montaje: Andrew Appelle, Steven Kostanski
Música: Blitz//Berlin
Duración: 95 minutos
Año: 2020


8 puntos


QUERIDOS MONSTRUOS

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

No estaría mal pensar o abordar a este film de Steven Kostanski como un cuento de hadas. Pero uno donde los tonos oscuros y luminosos están exacerbados a partir del delirio fantástico, referencial y gore. Incluso podría contarse el argumento recurriendo al clásico estilo narrativo de los cuentos hadas y arrancar así: había una vez… un villano con un nivel de maldad megalómana estilo Thanos, de esos con deseos y poder para destruir el universo entero, que había sido encarcelado en una prisión que se suponía segura. Cuando una niña llamada Mimi y su hermano Luke lo liberan por accidente, todo parece servido para que vuelva a desatar el caos y la destrucción. Sin embargo, Mimi tiene en su poder una gema que controla a este villano, quien debe obedecerla en todo sin chistar. Y ella, con un nivel de impunidad inigualable, hasta lo bautiza con un nombre que merecería derechos de copyright: Psycho Goreman, “o PG para hacerlo corto”.

El tono paródico es constante en la película, pero esa parodia no es una mera sucesión de citas u homenajes a exponentes del terror, la ciencia ficción o la comedia. La parodia construida por Psycho Goreman está en función de releer y reformular relatos previos, retorcerlos y crear algo nuevo. De hecho, ese villano, con su historia poblada de alianzas, traiciones, enemigos mortales y matanzas de todo tipo, acciona también como una puerta a un mundo ficcional que podría ser infinito. Un mundo que posee elementos relacionados con los de Star Wars, He-Man y Calabozos y dragones -por citar apenas algunos referentes-, pero que se diferencia a partir de su esencia sanguinolenta y una moralidad carente de pureza, donde todos a su manera son malos, incluso a pesar de creer estar del lado correcto… o quizás precisamente por eso. De ese universo vemos apenas un vistazo a partir de evocaciones mínimas y a veces interrumpidas, dejándonos con ganas de saber más. Esto introduce otra ligera novedad: Kostanski pareciera encontrar la fórmula perfecta para construir una franquicia, que no pasa necesariamente por dejar la trama abierta, sino por brindar apenas un par de pantallazos del mundo que habita para capturar la atención del espectador.

Ese universo inmenso que se insinúa, con criaturas de todo tipo, se da la mano con un microcosmos familiar que no deja de tener sus particularidades. Empezando por Mimi, una niña a la que no le importa ningún límite -ético, moral, afectivo-, a tal punto que es capaz de decirle a su hermano “ya te dije que la abuela está en el infierno y no va a salir nunca de ahí”. Siguiendo con Luke, que siempre va detrás de Mimi, la mayoría del tiempo a su pesar; su padre, Adam, un perdedor nato pero tierno; y su madre, Susan, que siempre falla en sus intentos por imponer o recomponer un orden. En esa familia disfuncional, inundada de imperfecciones, PG encuentra la horma de su zapato, un espejo que lo interpela y lo desafía, aunque eso no lleve a cambios abruptos en su personalidad.

Es que, ante todo, lo que siempre se cuida en Psycho Goreman -además de la puesta en escena de sangre y tripas- es la coherencia de sus personajes. Principalmente con ese villano que parece salido de un cuento de Clive Barker y que nunca resigna su cruel vocación destructiva, por más que establezca con Mimi un vínculo de respeto y hasta cariño. Esa consistencia narrativa y estética, que respalda el camino recorrido por los protagonistas, es la que brinda el soporte ideal para un despliegue de creatividad que se va superando a sí mismo en bella arbitrariedad y locura, lo que incluso le permite superar algunos pozos argumentales y secuencias no del todo bien resueltas. Kostanski no pierde de vista nunca lo que hay que contar y hace de Psycho Goreman una película sumamente querible, con personajes marginales que aprenden a conectarse con los demás en un proceso de evolución más que de alteración. Un film poblado de monstruos terrestres y extraterrestres, todos queribles.

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