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Buenos días, Verónica – Temporada 1

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Esta nueva producción brasileña para Netflix es un violento thriller con un clima neo noir que lo acerca a las producciones de David Fincher. Hasta ahí la definición más superficial de esta serie policial, que tiene algunos momentos vertiginosos pero que se diluyen en una maraña de intrigas sin peso y un conjunto de resoluciones forzadas que entregan un cuestionable y poco interesante final. La trama sigue a la oficial Verónica Torres (Tainá Müller), que un día atraviesa una situación estresante que la marca y la lleva a seguir la pista de una serie de desapariciones de mujeres jóvenes. Con horror, irá conectando piezas de un rompecabezas que la lleva a pistas falsas y a amenazas cercanas que tocan su doloroso pasado. Cuando se devele que las desapariciones son en verdad femicidios, la trama se vuelve más oscura hasta su eventual explosión. Más allá de que es una narración que no se caracteriza por su originalidad, lo cierto es que tiene cierto magnetismo televisivo cercano al police procedural tradicional. El problema es que también tiene su dosis importante de mediocridad. Por fuera de la protagonista y la sufrida Janete (Camila Morgado), los personajes están apenas esbozados y algunas subtramas se vuelven pesadas desde el primer capítulo: en particular, la vida familiar de Verónica es apenas relevante cuando no es la historia trágica de sus padres. La serie decide desarrollar su faceta más cuidada en torno a la violencia doméstica, el acoso y la violencia contra la mujer con una sobriedad y nivel actoral notables, en particular desde el infierno que vive Janete junto al monstruoso Brandao (Eduardo Moscovis). Pero el guion se desmorona debido a que el desarrollo de este punto de vista deteriora la faceta del thriller, al hacernos partícipes de algo que la protagonista no sabe. Un peso dramático tan marcado afecta como se va desarrollando la intriga y la urgencia por resolver el misterio, en particular porque las historias de Verónica y Janete ocurren en paralelo. Hablábamos de la influencia de Fincher y es porque visualmente la serie tiene esa fotografía urbana, los planos cerrados y la prevalencia de fuentes de luces eléctricas. Un infierno claustrofóbico que lamentablemente no termina de afincarse en la historia, que presenta un final con tintes de vigilantismo ante la ausencia de justicia. El problema es que se trata de un cambio de registro muy marcado para nuestra protagonista, que se vuelve algo así como una Nikita desesperada por terminar de dilucidar el mapa de corrupción que le rodea. La serie tiene en su núcleo y desarrollo algunos personajes definidos y los misterios que se van presentando (que en algunos casos quedan sin respuesta) dan a Buenos días, Verónica cierta atracción. El problema es cuando asoma la chatura narrativa de resoluciones forzadas, que dan al cierre un tono inverosímil.

Los ocho episodios de Buenos días, Verónica están disponibles en Netflix. 

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