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Tomando estado

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Federico Sosa
Guión: Federico Sosa
Intérpretes: Germán de Silva, Sergio Podeley, Verónica Gerez , Chang sung kim, Federico Liss, Elvira Onetto, Malala Olivares, Emilio Bardi, Dario Levy, Ramiro Vayo, Javier Niklison, Rafael Solano
Fotografía: Alejandro Reynoso
Montaje: Laura Palottini, Alberto Ponce
Música: Santiago Pedroncini
Duración: 83 minutos
Año: 2020


6 puntos


CONSCIENCIA Y CONCIENCIA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Tomando estado supone una toma de consciencia y de conciencia. De consciencia, porque pone a uno de sus protagonistas a identificar ese contexto en el que sus ideas están en juego y a descubrir cuál es su lugar en la historia. De conciencia, porque en el desbarajuste generalizado de esa Argentina de 2001 en la que habitan los personajes, los límites entre el bien y el mal se borronean y es necesario volver a trazarlos, fundamentalmente para reencontrarse con uno mismo. La nueva película de Federico Sosa pertenece a un tipo de relato que el cine argentino parece haber olvidado, ese que es capaz de mirar a la clase trabajadora y movilizarla políticamente. Ya no son dilemas de clase media, ya no son los pobres derrotados del sistema que buscan vengar la política. Son las clases obreras, eternas castigadas, tratando de encausar un país, aun cuando la derrota resulta inevitable.

Carlos y Nicola (Germán de Silva y Sergio Podeley, respectivamente) trabajan en una cooperativa eléctrica en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Ese trabajo los lleva a recorrer las calles, los barrios, a tomar contacto con todos los habitantes del lugar, los pares y los otros, los “dueños de las vacas”. Y ese ir y venir de los personajes, es también la excusa para que la película se abra hacia el relato coral, a veces un poco inconvenientemente en subtramas que demuestran la falta de organicidad (como el conflicto de la mujer que se envicia con las carreas de caballos o el de la chica que es contratada como productora en una radio). Es que Carlos y Nicola son dos laburantes con su gran química de trabajo, dos de esos tipos que se conocen con un mínimo gesto, y dos personajes maravillosos cuya energía se extraña cuando no están en pantalla. Como en la estupenda Yo sé lo que envenena, Sosa vuelve a mirar a sus personajes de frente y les otorga una gran dignidad; conoce los universo de los que habla y también a esos tipos laburantes, un poco huraños, pero de gran corazón que se juegan por lo que creen. Y si no pueden, porque las circunstancias los complican, sienten el dolor de la pérdida y de la ausencia, cuando no la culpa.

A Carlos, la posibilidad de reunirse con sus viejos amigos de militancia lo angustia, sobre todo en un momento en el que debe tomar una decisión laboral fundamental para él y los que lo rodean. A Nicola, la presencia de un amor que no comprende del todo lo moviliza internamente: pasa de ser el semental que se coge a la esposa de un conocido, al pibe que quiere a una chica a la que también le gustan las chicas. Son mundos tradicionales que se enfrentan, sutilmente, a un grado total de autoconciencia. Por eso, sobre el final, Carlos y Nicola cantarán y se aferrarán a los viejos valores representados en una marcha sindical, que el mayor le ha transmitido convenientemente al más joven. Tomando estado es un film que, aún con sus fallas, divierte por sus toques de comedia, costumbrista sin caer en el paternalismo, y que avanza hacia ciertas oscuridades psicológicas, volviendo su final decididamente triste. Un poco como ese cine de Adolfo Aristarain, popular, pensante y político (algo que el cine masivo argentino posterior olvidó por completo), donde los personajes padecen por la pérdida de una forma de ver el mundo que no es otra que la de un país yendo a la deriva.

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