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Mulán

Título original: Mulan
Origen: EE.UU. / Canadá / Hong Kong 
Dirección: Niki Caro
Guión: Rick Jaffa, Amanda Silver, Elizabeth Martin, Lauren Hynek
Intérpretes: Yifei Liu, Donnie Yen, Li Gong, Jet Li, Jason Scott Lee, Yoson An, Tzi Ma, Rosalind Chao, Pei-Pei Cheng, Xana Tang, Ron Yuan, Jun Yu, Chen Tang, Doua Moua, Jimmy Wong, Nelson Lee, Hoon Lee, Crystal Rao, R.J. O´Young, Roger Yuan, Jenson Cheng, Arka Das, Jen Sung, King Lau, Ming-Na Wen
Fotografía: Mandy Walker
Montaje: David Coulson
Música: Harry Gregson-Williams 
Duración: 115 minutos
Año: 2020


3 puntos


LOS MALES DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

No deja de ser un tanto llamativo cómo buena parte de la crítica norteamericana encuentra virtudes inesperadas en la reversión de acción en vivo de Mulán, una película que hace cuatro o cinco años hubiera lapidado sin más trámite. Pero esta era de corrección política imperante permite que de repente un film sea bueno porque se la pasa resaltando el supuesto empoderamiento de su protagonista y su apego a las tradiciones chinas, lo cual indudablemente lo hace inclusivo y diverso. Son las delicias de la época: de repente importa mucho más el contenido que la forma, lo que se dice -mayormente a los gritos- y no lo que se hace.

Es innegable que esta nueva versión de Mulán, a diferencia de la reversión de El rey león, procura contar una historia propia y no ser una mera copia carbónica del original. Pero eso no es un mérito en sí mismo: esa estructura narrativa propia debe ser lo suficientemente potente como para poder interpelar al espectador del presente sin dejar de dialogar con el material legendario.  Y lo cierto es que la película de Niki Caro (que hace cinco años había hecho la estupenda McFarland: sin límites) falla en todo regla, casi desde el primer minuto, recurriendo solamente a la impostación y la solemnidad. Eso le sucede porque no termina de entender -como sí lo hacía el film animado de 1998– que ya en el argumento de base había componentes de feminidad y de construcción identitaria que no necesitaban de remarcaciones. La historia de esa joven que finge ser un hombre para incorporarse al ejército chino y así evitar que su padre tenga que ir a la guerra ya era suficientemente movilizadora en sí misma. Sin embargo, necesitaba de un acompañamiento sutil e inteligente para resaltar los elementos más atractivos, lo cual aquí está ausente.

Si esta nueva versión toma distancia de la comedia musical y pretende construir sus atmósferas épicas desde el drama personal y familiar, pero también de género y hasta político, su forma de estructurarlo lleva a que se anule toda chance de un tono mínimamente aventurero. Principalmente por los severos problemas de la puesta en escena de Caro, que tiene como referente constante a películas como El tigre y el dragón o Héroe, pero nunca les imprime vigor a las acciones. Eso puede notarse, por ejemplo, en la secuencia de la batalla principal, donde se dan algunas elipsis brutales que no son explicadas apropiadamente desde el montaje y que le quitan no solo coherencia sino también impacto.

Lo mismo se puede decir de un guión con muchos inconvenientes para resolver las transiciones, delinear los eventos con fluidez, darles carnadura a los personajes y enhebrar diálogos consistentes. Por eso los cambios que la película aplica en la trama no llegan a cobrar verdadero sentido y hasta revelan un margen de hipocresía importante: el pretendido empoderamiento femenino -encarnado tanto en Mulán como en una hechicera (Gong Li) que sirve al enemigo- es pura pose, porque se conforma rápidamente con la aceptación de un poder masculino e imperial que permanece inalterable y prevalece a la hora de dictar las normas. No hay verdaderos cambios en el entorno que rodea a la protagonista y ni siquiera en ella misma, ya que no hay crecimiento o aprendizaje en su camino, sino apenas una mera confirmación de los dones que ya poseía previamente.

Estirada, aburrida y carente de humor (incluso cuando lo intenta), Mulán incluso decepciona en su diseño visual, a pesar de su presupuesto de 200 millones de dólares: no hay inventiva alguna en sus imágenes, que solo se dedican a repetir estereotipos audiovisuales. En el medio, desperdicia un elenco repleto de estrellas: además de Gong Li, Donnie Yen, Jet Li y Jason Scott Lee -por nombrar apenas algunos nombres- son puestos para figurar, pero no mucho más, ya que ninguno de sus personajes construye un arco narrativo mínimamente relevante. Y a pesar de la pedantería que destila a cada minuto, es una película carente de libertad, presa de las propias limitaciones que se impone a partir de su corrección política. Producto hecho a puro cálculo, Mulán quiere ser un film renovador pero lo único que consigue es atrasar y ni siquiera funciona como evocación nostálgica del original animado.

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