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Star Wars: Episodio V – El Imperio contraataca (1980)



NO ES FÁCIL SER HIJO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Michael y Fredo Corleone toman un trago en un bar de La Habana. Fredo le confiesa algunas de sus inseguridades respecto a su matrimonio y su relación con sus padres, a como nunca se sintió querido y considerado. La respuesta de Michael es lacónica pero contundente: “no es fácil ser hijo, Fredo”. Ambos, desde distintos lugares, están hablando sobre lo mismo: cómo las expectativas de nuestros padres pueden convertirse en las propias, pero no como un elemento impulsor, sino como una condena. Quizás George Lucas tuvo muy en cuenta ese diálogo de El Padrino II, aquella brillante continuación (precuela y secuela a la vez) dirigida por su amigo Francis Ford Coppola. Y, a su manera, aplicó el razonamiento de esa frase simple pero inolvidable a su saga emblema, pero particularmente a su segunda entrega.

Star Wars: Episodio V – El Imperio contraataca se estrenó originalmente el 20 de junio de 1980, justo en el fin de semana del Día del Padre. Quizás fue una simple casualidad, pero la veo difícil: a esa altura del partido, Lucas ya era el dueño absoluto del concepto de la saga y, a pesar de no estar a cargo de la dirección y el guión directamente, su rol como productor y autor de la historia era decisivo. Y lo cierto es que el clímax de la película se da alrededor de esa secuencia inolvidable, donde Darth Vader le revela a Luke Skywalker que es su padre. Es un momento de altísima emotividad, aun visto a la distancia, y uno no puede evitar preguntarse cuál habrá sido el impacto en los espectadores en el momento de su lanzamiento, cuando iban a los cines y la revelación se los llevaba puestos.

Sin embargo, lo cierto es que El Imperio contraataca es mucho más que ese punto altísimo de dramatismo, donde las líneas entre el Bien y el Mal quedaban difusas: es posiblemente la secuela, o más bien, uno de esos ejemplos perfectos de cómo continuar y expandir un mundo cinematográfico, lo cual también la emparenta con El Padrino II. Todo lo que estaba insinuado en el Episodio IV – Una nueva esperanza se potencia al máximo y eso lleva las aventuras a nuevas alturas, desde una interacción constante de diversas capas genéricas. Por momentos está la comedia romántica alocada en esa tensión constante entre Han Solo y Leia, a la que se suma Luke como un improvisado pero imprescindible lado del triángulo amoroso; por otros el lazo de maestro-alumno entre Yoda -personaje clásico instantáneo- y Luke, que en cierto modo anticipó la estructura de Karate kid. Y en el medio, una estructura de thriller bélico, de idas y vueltas permanentes, de misiones exitosas y fallidas, de salvatajes de último momento y traiciones que se suman a otras traiciones, con Lando Calrissian funcionando como doble y hasta triple agente. Como si Lucas hubiera visto a Alfred Hitchcock, John Ford, Howard Hawks y Billy Wilder, detectado con precisión todos los elementos de cada cineasta y hallado en los guionistas Leigh Brackett y Lawrence Kasdan, y en el director Irvin Kershner los agentes indicados para trasladar todas estas influencias de manera ordenada y fluida.

Pero aunque es verdad que El Imperio contraataca es todo lo anteriormente mencionado, su gran fuerte viene por el lado del drama familiar, que la narración va construyendo pausadamente, con distintas pistas y apuntes, hasta llegar al momento decisivo. Es que la saga de Star Wars siempre fue, desde su mismo comienzo, una tragedia con tintes shakespeanos, con las nociones de paternidad y maternidad cumpliendo papeles fundamentales. Pero es en esta segunda parte donde todo eso queda más claro y expuesto, de manera progresiva y consistente. La orfandad y la búsqueda de una identidad es una constante para casi todos los personajes, aunque la respuesta a esos dilemas puede terminar siendo aún más pesada, casi condenatoria. Si Luke hubiera estado en esa mesa del bar de La Habana, habría asentido ante la frase de Michael. Al fin y al cabo, él también conocía el poder del lado oscuro.

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