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La corazonada

Título original: Ídem
Origen: Argentina
Dirección: Alejandro Montiel
Guión: Mili Roque Pitt, Alejandro Montiel, Florencia Etcheves, basado en la novela de Etcheves
Intérpretes: Luisana Lopilato, Joaquín Furriel, Rafael Ferro, Maite Lanata, Juan Guilera, Abel Ayala, Sebastián Mogordoy, Delfina Chaves, Marita Ballesteros
Fotografía: Guillermo Nieto
Montaje: Fran Amaro
Música: Nico Cota
Duración: 116 minutos
Año: 2020


1 punto


MÁS PERDIDA QUE NUNCA

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

De manera un tanto particular, La corazonada es la perfecta precuela de Perdida: es aún peor -lo cual es mucho decir, teniendo en cuenta lo mala que era la película del 2018-, aunque como sus eventos son previos, la involución termina siendo oportuna. Lo temporal acompaña a lo estético, en un film donde se repiten buena parte de los nombres involucrados -autora literaria, guionistas, director, actriz protagónica- pero solo para profundizar los errores, o más bien horrores.

El relato vuelve a centrarse en Manuela “Pipa” Pelari (Luisana Lopilato), a quien vemos dando sus primeros pasos como investigadora, reclutada -porque sí, porque justo andaba por ahí- para asistir a Francisco Juanez (Joaquín Furriel), un polémico inspector de la división de homicidios, quien trata de resolver el asesinato de una chica que tiene como principal sospechosa a la mejor amiga de la víctima. Al mismo tiempo, a Pipa le encomiendan -porque sí, porque justo se presentó la chance- investigar al propio Juanez, quien parece estar involucrado en el crimen de un joven con quien tenía cuentas pendientes. Si ya todo lo referido a la premisa de La corazonada es extremadamente arbitrario -nunca hay justificativos sólidos para que le asignen estas misiones a una novata como Pipa-, imagínense todo lo demás.

No deja de ser llamativo como la puesta en escena de Alejandro Montiel no pareciera haber aprendido nada de la experiencia previa, a tal punto que no hay ninguna secuencia que insinúe algo de tensión o sorpresa. Lo mismo vale para Lopilato, que vuelve a mostrar de manera rotunda que el policial -y hacer de policía- no es lo suyo: su Pipa se comporta más como modelo que como investigadora de homicidios. La total falta de rumbo del film alcanza incluso la performance de Furriel, quien luce extremadamente afectado e impostado en su rol.

En La corazonada las atmósferas están entorpecidas por parlamentos redundantes y solemnes, que parecieran no tener en cuenta la diferencia entre las materialidades cinematográfica y literaria, notándose que la intervención de Florencia Etcheves en el guión termina jugando en contra. Pero no solo eso: el argumento en su conjunto está plagado de cabos sueltos, como si no hubiera una preocupación real por construir una intriga sólida que apele con fluidez a los parámetros del género policial. La pereza es una característica central de una película que no agrega nada a su protagonista, que se estira innecesariamente y que recurre a toda clase de resoluciones maniqueas.

Si en Perdida no había rastro alguno de elementos vinculados a lo cinematográfico, La corazonada no solo repite esta ausencia: la profundiza aún más, hasta asemejarse al peor producto televisivo posible. Será una producción de Netflix, pero ni siquiera da para verla en una notebook.

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