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24 líneas por segundo: lo que la corrección política nos dejó

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

“Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida”, decían allá por 1934 Carlos Gardel y Alfredo Le Pera en el tango Volver. Seguramente hablaban de otro tipo de encuentro y de otro pasado al que nos vamos a referir en esta columna, pero el pasado siempre es historia y a la historia hay que respetarla, para bien o para mal; también discutirla, repensarla, cuestionarla. La historia, y por consecuencia el pasado, es aquello que nos construye y nos vuelve quien somos hoy, individual y colectivamente. Y el hoy es un fragmento tan volátil, que velozmente se convierte en pasado para ser historia. En definitiva, lo que seremos mañana será una ecuación entre lo que somos hoy y lo que hicimos con lo que éramos ayer. Tal vez todo esto suene demasiado rebuscado, pero los nuevos embates de la corrección política sobre el pasado del cine (y su historia) me llevaron a pensar en estas cosas sobre las que ya habíamos hablado cuando se estrenó la nueva versión de Dumbo (acá). Como sabrán, HBO Max decidió eliminar de su catálogo Lo que el viento se llevó como respuesta a un texto firmado por John Ridley, guionista de 12 años de esclavitud (otro día podríamos hablar del racismo amable de esta película horrible), que la acusaba de lo que se la ha acusado desde que se estrenó en 1939: de racista. La película de Victor Fleming, basada en la novela de Margaret Mitchell, es racista más bien por omisión que por acción: su mostración de la esclavitud es romántica, así como podríamos señalar que la mostración del Holocausto en La vida es bella es absolutamente tibia; pero vaya usted a decírselo a los progresistas del Hollywood de hoy. Obviamente el arte, que es una expresión inevitable del presente (más aún el cine, que es un presente continuo), tiene los vicios de su tiempo, sus aciertos y sus errores. Mucho del cine político de los 70’s fue en su momento revelador; hoy suena obvio, subrayado, torpe. El problema no es señalar aquello, porque señalar es síntoma de que hay acción y puesta en crisis de los viejos discursos, sino la prohibición y la censura. Señalar también es discutir y en la discusión, siempre con argumentos, surge lo bueno. Anular aquel pasado no es bueno, es invisibilizarlo y es esconder los errores. Y una sociedad que avanza ocultando sus errores no puede más que ser negacionista. Estoy mirando Friends (otra serie a la que le han caído los benefactores de la corrección política), aunque en verdad la estoy descubriendo porque nunca la había visto. En un capítulo de la segunda temporada uno de los personajes, Phoebe, descubre que una película no terminaba de la forma en que recordaba haberla visto de niña. El final verdadero era cruel y triste, pero su madre había decidido cortar la película antes para evitarle esa angustia a su hija. Y lo mismo había hecho con un montón de películas. Los ejecutivos de HBO Max son como la madre de Phoebe: suponen que eliminar del catálogo Lo que el viento se llevó permitirá el confort de las nuevas generaciones, que crecerán sin saber que en algún momento de la historia la esclavitud era relativizada por el cine. Y sin darse cuenta (¿sin darse cuenta?), harán con la historia del cine lo mismo que hacía Lo que el viento se llevó con la historia de su país: negarla. No hay que tenerle tanto miedo al pasado que vuelve a enfrentarse con nuestra vida. Curioso destino al que nos lleva la corrección política.

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