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Funcinema

Cola de tigre

Título original: Tigertail
Origen: EE.UU.
Dirección: Alan Yang
Guión: Alan Yang
Intérpretes: Tzi Ma, Christine Ko, Hong-Chi Lee, Yo-Hsing Fang, Fiona Fu, Joan Chen, Kuei-Mei Yang, James Saito, Hayden Szeto, Cindera Che, Muyi Chen, Zhi-Hao Yang, Hai-Yin Tsai, Lynn Cheng, Li Li Pang
Fotografía: Nigel Bluck
Montaje: Daniel Haworth
Dirección de arte: Michael Ahern, Ambika Subramaniam
Duración: 91 minutos
Año: 2020


7 puntos


UNA VIDA EN ABISMO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Alan Yang es productor, creador, director o guionista (y en algunos casos todo eso junto) de algunas de las mejores comedias de la televisión norteamericana reciente (Forever, The good place, Parks and recreation), pero especialmente de Master of none, esa magnífica comedia con elementos románticos y dramáticos protagonizada por Aziz Ansari, que es además una de las mejores series producidas por Netflix en su historia (si no la vieron, por favor, háganse el lugar porque es una joya). Es por este motivo, por la relación de Yang con el humor, que tal vez los que busquen algo de eso en Cola de tigre, su debut en la dirección de largometrajes, saldrán un poco (o totalmente) decepcionados. El director recurre nuevamente a elementos autobiográficos, pero desde una perspectiva dramática en este film donde homenajea a su padre. En verdad lo del homenaje es curioso, porque se aleja de la mirada glorificante para construir un retrato bastante crítico de un hombre que ha vivido alejado de sus emociones.

Cola de tigre sigue la historia de un hombre que atraviesa una crisis personal, relacionada con la reciente muerte de su madre y una mala relación con su hija. Así es como Grover, el protagonista, comienza a rememorar su vida, desde la infancia en Taiwán hasta su llegada a Estados Unidos en los 60’s, mientras pone un peso importante en un amor que dejó en su país para viajar en busca del sueño americano con la hija de su jefe. Si bien no pareciera haber puntos de conexión con la obra previa del director y guionista, en verdad Yang repite aquí algo de Master of none, especialmente el tono y la sensibilidad con la que trata los conflictos humanos. También aparecen en la película las complicaciones emocionales que muchas veces nos llevan al auto-boicot y la relación con la cultura como elemento que nos ancla en un tiempo y lugar: la música y el cine parecen ser elementos fundantes para Yang. Claro, también la mirada sobre el inmigrante que nunca deja de apreciarse como un extranjero, algo que también estaba presente en Master of none.

Si bien es interesante cómo Yang trabaja las emociones sin caer en subrayados ni sordideces, hay algo curioso en la puesta en escena que genera algunas fricciones. Parecería como si la imaginería visual del director pusiera todo el peso en los flashbacks, con especial lucimiento de aquellos que ocurren en los 60’s/70’s, con el uso de los 16mm y un trabajo sobre la luz que recuerda al cine de Wong Kar-wai y rememora la estética de los swinging sixties, mientras que el presente luce chato, gris, poco virtuoso, incluso en el trabajo con los diálogos. Tal vez sea una decisión que intente diferenciar la memoria de lo real, el pasado luminoso del presente rutinario. Puede ser, pero también es cierto que genera una diferencia demasiado marcada y le resta fuerza al relato. Y como la película avanza hacia el presente, se observa un desbalanceo absoluto entre la potencia cinematográfica de la primera parte del relato contra lo que sucede hacia el final. Con sus problemas a cuesta, igualmente Yang tiene sensibilidad para resolver los conflictos por fuera del lugar común y la habilidad para los encuadres virtuosos. Eso mismo es el último plano, un poderoso encuadre y movimiento de cámara que hace foco en el vacío del personaje y el derrumbe de una historia que ya no es tal.

NdR: Esta reseña es una ligera extensión de la publicada acá.

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