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Muestra permanente en el MAR: Lo que el viento no se llevó

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Varias instalaciones se conjugan y armonizan en esta muestra de Daniel González, que semantiza y resignifica los espacios habituales -sí, de hábitat- de cualquier casa desde los exteriores desarticulados (un patio), hasta los interiores. De “interioridad”. Lo que uno/no quiere dejar atrás. Lo que pretendemos conservar, lo que nos identifica. El arraigo. Lo que buscamos concentrar y preservar en cajas. Como en un mapa de la Memoria.

Y aquí me centro. Espectadora y partícipe desde una memoria emotiva.

Entrando al MAR. Primera metáfora lingüística significativa.

¿Es posible entrar al mar, o al MAR sin despojo? Pregunta para el que lee.

A la izquierda, un túmulo, Un túmulo, en tanto elevación, no de tierra y piedras (pero sí levantado sobre un tumba, porque cada mudanza es un tumba), sino de cartón, nos invita a mirar, como intrusos, qué hay detrás, adentro, por detrás, de esas cajas.

Y hay historia. O Historia, personal, intransferible. Sentimientos, recuerdos (re:dos, cor/cordis: corazón, objetos que han pasado y pasan por el corazón). Recuerdos que pretendemos llevar, y que si así no fuera posible, están anclados como astillas imposibles de sacar.

El ojo, mi ojo, tu ojo, que se asoma, intruso, por los agujeros de esas cajas ve: vajilla, utensilios, cosas… objetos. Objetos, que nos dicen, apelemos al orden de lo simbólico, a sus ¿“usuarios”? y que pueden ser nada e incluso romperse en el trayecto.

Pero y más allá, para el ojo, la mirada, del que “espía” por esos agujeros (agujeros negros en donde tiempo y espacio se conjugan) un atrás de todo lo material: la imagen, en film, de la orilla del mar. Cartón, vidrio o loza, y detrás, el mar. Siempre presente, siempre en fuga, siempre regresando.

Una clara metáfora de la memoria. Memoria. En estricto sentido singular para cada espectador. Para cada protagonista.

¿Nos llevamos algo en ese cúmulo o túmulo de cajas que se desmoronan? Como se “nos” desmorona la vida. Conforme el paso del tiempo.

Acierto de González de graficar en esas cajas de cartón -un aparte, todos somos cartoneros a la hora de resguardar- lo que pretendemos conservar. Y no logramos. Sin duda. Y de fondo, como repitiéndonos un mantra que, tal vez, jamás aprenderemos, el mar, yendo y volviendo a la orilla, en la que siempre estamos. Y sin embargo insistimos en quedar, en permanecer, como botellas tiradas al agua con algún mensaje que nos sobreviva.

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