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Toy Story 4

Título original: Ídem 
Origen: EE.UU. 
Dirección: Josh Cooley
Guión: Andrew Stanton, Stephany Folsom
Intérpretes: Tom Hanks, Tim Allen, Annie Potts, Tony Hale, Keegan-Michael Key, Madeleine McGraw, Christina Hendricks, Jordan Peele, Keanu Reeves, Ally Maki, Jay Hernandez, Lori Alan, Joan Cusack, Bonnie Hunt, Kristen Schaal, Wallace Shawn, John Ratzenberger, Blake Clark, June Squibb, Carl Weathers, Lila Sage Bromley, Don Rickles, Jeff Garlin, Jack McGraw, Juliana Hansen, Estelle Harris, Laurie Metcalf, Mel Brooks, Alan Oppenheimer, Carol Burnett, Betty White, Carl Reiner, Bill Hader, Patricia Arquette, Timothy Dalton, Flea
Dirección de arte: Laura Phillips
Montaje: Axel Geddes
Música: Randy Newman
Duración: 100 minutos
Año: 2019


10 puntos


LOS INCREÍBLES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Es extraño (y negativo) lo que me ha pasado con Toy Story 4: la vi hace más de una semana, pero en los primeros días no tuve el tiempo apropiado para ponerme a escribir y luego, en los días que ese tiempo comenzaba a aparecer, me topé con acontecimientos que lo único que hicieron fue descentrarme. Básicamente, me crucé con personas de mierda, gente caprichosa que quiere que todo se haga como ellos quieren y que desprecia el esfuerzo y, principalmente, el compromiso de los demás. En fin, gente que te quita la fe en el mundo, que te cansa enormemente, que te frustra, que te llena de bronca. Gente que, desde su facilismo y oportunismo, son lo opuesto a Woody y sus amigos.

No está bueno escribir enojado y menos aun cuando uno tiene que escribir sobre una película maravillosa como Toy Story 4. El regreso de la mejor saga de la historia del cine se merece que uno escriba con amor y dedicación, y no en piloto automático. Más todavía porque los protagonistas de Toy Story no solo son ídolos de generaciones, sino también héroes desde sus construcciones como personajes. El consenso –lógico por cierto- es que Pixar tiene su propia saga de superhéroes con Los Increíbles y su continuación. Esto es cierto, pero a medias, porque los films de Toy Story siempre han trabajado un heroísmo que no es explícito y literal, sino encubierto y sutil desde un conjunto de historias enmarcadas en la reivindicación de la amistad, los lazos afectivos, la consciencia grupal y el desapego. Los juguetes que habitan la casa de Andy y luego la de Bonnie, con su fidelidad a sus lugares de pertenencia, su afirmación constante de sus deberes para con la niñez y su construcción como una familia disfuncional pero aun así granítica, siempre dispuesta a incorporar nuevos integrantes, son como los Vengadores del terreno lúdico. Y Woody, ese líder consagrado pero también siempre dispuesto a afirmar ese papel, una especie de Capitán América con pequeño disfraz de vaquero.

Claro que Woody, el verdadero protagonista de la saga y su eje moral, muchas veces es como un Batman torturado por su propia voluntad heroica y vocación de salvador. Ahí lo tenemos entonces en Toy Story 4 tratando de procurar que la niña Bonnie se pueda adaptar al ámbito escolar; ayudando a la creación de esa criatura nacida de la basura que es el tenedor-juguete Forky y cuidándolo de forma cuasi paterno-filial, casi hasta inmolarse, porque de alguna manera tiene que pararse en el papel de líder o tutor. Será un viaje de vacaciones –en el que Woody quedará rezagado al obligarse a rescatar a Forky- la chance para que se dé cuenta que a veces el heroísmo es una (auto) imposición insana y que es hora de cambiar la mirada.

Los cambios en Toy Story (y en el espíritu de Woody) siempre se dan desde el movimiento, desde un corrimiento donde lo físico y espacial va a la par de lo temporal y espiritual. Algo parecido sucede con el heroísmo, que tiene elementos de decisión previa, de elección ética y consciente nacida de la solidaridad, pero que en muchas ocasiones se sostiene desde lo instintivo y, primariamente, desde el inconsciente, desde esa “voz interior” que menciona Woody y que Buzz interpreta a su particular modo. Somos lo que somos porque elegimos ser, pero también porque necesitamos ser, pareciera decirnos el camino de Woody. Nos obligamos a cumplir roles porque no encontramos otra forma de definirnos, a pesar de que muchas veces los rumbos alternativos están ahí, a la vista. En el caso de Woody, a través del reencuentro con Bo Peep, ese amor perdido y nuevamente encontrado, esa contraparte femenina que lo interpela y le hace preguntarse si es posible salir de su habitual zona de confort, enmarcada en su pertenencia a un microcosmos que está cambiando y lo pone en crisis.

Todos estos dilemas existenciales Toy Story 4 los sustenta desde un mundo que se expande de manera prácticamente hiperbólica, incluso dialogando con las entregas previas de la saga. Pero no solo se trata que el parque de diversiones o el local de antigüedades que constituyen buena parte de la trama central de la película posean una impresión de realismo casi táctil, que condiciona las experiencias de los protagonistas pero también del espectador. Hay también un desfile de personajes que hacen creíble lo inverosímil desde su acumulación de neurosis tan enfermizas como humanas: no solo Woody con su vocación de salvador puesta en duda; sino también Forky con sus temores y preguntas incómodas; Ducky y Bunny, esos dos muñecos de feria con vocación destructiva y beligerante; Duke Caboom, el motoquero acróbata cuya egolatría encubre traumas sin resolver (y que son parodiados al extremo); o la muñeca Gabby Gabby, una villana que no es villana, un ser maldito con la necesidad de hacer valer su propósito.

La sabiduría y sensibilidad de Toy Story 4 consiste en presentar y resolver todos estos conflictos con una coherencia granítica, con miradas y gestos que lo dicen todo, con decisiones que se hacen cargo de lo que se gana pero también de lo que se pierde. El film, desde el dinamismo de la acción, la aventura y el romance, nos dice que el heroísmo no solo pasa por la solidaridad o el arriesgarlo todo por el otro, sino también por ser fiel a uno mismo y tomar decisiones que pueden doler, que implican separaciones o despedidas, pero también férreas declaraciones de amor. A veces, la despedida es el mayor acto heroico posible, porque abre el camino a nuevas proezas.

Y cuando creíamos que Toy Story 3 era la despedida definitiva, la concreción absoluta de la épica del desapego y la amistad, Toy Story 4 viene a demostrarnos que hay nuevas despedidas, nuevas decisiones que cambian a Woody y sus amigos. Deberíamos haberlo adivinado cuando Buzz decía “¡al infinito y más allá!”. Los personajes de Toy Story son tan finitos en sus existencias como eternos en sus impactos. No hay límites para ellos y por eso el vaquero Woody tiene nuevos horizontes que perseguir, un mundo que se abre ante él y que nos arrastra a nosotros, obligándonos a ser mejores, a aspirar a ser dignos de esa placa que dice Sheriff.

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