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Unas palabras sobre Gustavo Giordano

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Cuando murió Gustavo Giordano hubo profundo sentimiento de dolor y consternación.

Aun así continuaba la actividad teatral, a pesar del dolor en nuestros corazones.

Cientos de personas hicimos una pausa y miramos a nuestro alrededor.

Gustavo amaba y fue profundamente amado por toda su gente.

Nunca, en mucho tiempo nos sentimos tan desolados.

Gustavo se dedicó a su tarea con precisión, con sabiduría, con eficiencia, con eficacia y, sobre todo, con un espíritu inquebrantable.

Al final llegó la muerte y se fue sabiendo y sintiendo ese amor y ese respeto: el padre, el esposo, el abuelo, el amigo, el jefe…

Un padre, un esposo, un abuelo, un amigo, un jefe ejemplar.

Un líder.

Sufrió el exilio interno, por su militancia. Salvó a un gran amigo sacándolo de una sala en medio de un horrendo operativo parapolicial.

Y pasados los años, y ya en Mar del Plata, marcó un cambio en el Auditorium hacia un horizonte más amplio, de servicio a la comunidad y apertura para todas las expresiones; en cantidad y calidad: el Teatro abrió más salas, se extendió hacia los barrios, llegó a los más desfavorecidos.

Antes, muchos años antes, en su carrera docente, hizo esta tarea como director en el colegio Piaget. Y también en su gestión en el Alvear, y en el teatro de Lezama. Tareas que sumaron méritos en sus muchos premios, como el María Guerrero.

Gustavo creó y llevó adelante el Auditorium Solidario para dar de comer, tan simple como eso. Promovió nuevos horizontes con el programa De cara al mar, llevó arte donde no lo había con giras rescatando el Proyecto Pasaporte iniciado por Marcelo Marán. También continuó con el ciclo A desaburrir el invierno, poniendo todo de sí y de la Asociación de Amigos.

Alumnos y graduados de los colegios públicos vivenciaron la experiencia del arte y la hicieron parte de su cotidianeidad con la Compañía de Arte e Inclusión La Corte de los Milagros.

Generó equipos de trabajo y consejos asesores con colaboradores.

Los colaboradores para Gustavo no éramos otra cosa que los empleados del Auditorium. Podíamos estar de acuerdo o disentir: escuchaba, tenía el timón, escuchaba.

Celebró todos acontecimientos del teatro y los propios, con todos, con generosidad y entusiasmo, sin demagogia.

Como jefe de Gabinete fue pionero y acompañó al entonces director Taglioni en la primera conmemoración del Día de la Dignidad Gay. Y acompañó la primera y las demás vigilias del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

Durante su dirección se filmaron varios cortos con y acerca de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, con Edith Menéndez y Darío Ponce de León.

Celebró la diversidad en todas sus formas y abrió el teatro a todos los cultos y sus culturas. Judíos, budistas, africanistas, musulmanes pasaron por las salas del Auditorium.

Fue el primer director de un Organismo Provincial que otorgó licencias médicas y vacaciones al personal precarizado de “sala y escenario”, valiente, sin el aval de las autoridades provinciales, y batalló para que se formularan las esperadas áreas artísticas, técnicas, sociales y de inclusión (“estructuras” en la jerga del Teatro) que alguna vez legitimarán áreas que ya funcionan. Un Teatro, un Centro de las Artes ya no es más una empresa de paredes.

Fueron tres gestiones, años, muchas discrepancias, mucha libertad de presentarlas, de mayores logros colectivos, para la comunidad, para las personas. Abrió espacios, expresiones, llevó adelante convenios con una escuela de adultos -para finalizar el secundario-, con universidades, con el INIDEP, con consulados, con sindicatos, con organizaciones no gubernamentales…

Gustavo tenía los pies en la tierra y daba alas.

Nunca se rindió. Nunca se vendió. La lealtad peronista, de la que no hacía alarde pero practicaba, fue su sello. Y el respeto por el otro.

Muchos y muchas tuvimos el privilegio de acompañar sus gestiones y de aprender, a diario.

Muchas y muchos lo seguiremos extrañando.

Por eso lo honramos como se honra a la gente que ha dejado una huella, haciendo de ese camino una ruta que seguiremos recorriendo, cueste lo que cueste.

Gustavo tendió puentes y debemos seguir agregando tramos en cada uno.

Y como siempre decía Gustavo, citando a Walter Benjamin… “sólo por amor a los desesperados, conservamos todavía la esperanza”.

En nombre propio, en nombre de La Corte de los Milagros, en nombre de mis compañeros, le damos las gracias, y a su familia, Laura, Marcela, Luciana, Valentino, Adriano…  por permitirnos, hoy como siempre, estar.

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