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Una boda de locos

Título original: The Wilde Wedding
Origen: EE.UU. 
Dirección: Damian Harris
Guión: Damian Harris
Intérpretes: Glenn Close, John Malkovich, Patrick Stewart, Minnie Driver, Grace Van Patten, Noah Emmerich, Jack Davenport, Peter Facinelli, Yael Stone, Lilly Englert, Kara Jackson, Rob Langeder, Brigette Lundy-Paine, Paulina Singer, Joe Urla, Jake Katzman, Tim Boardman
Fotografía: Paula Huidobro
Montaje: Madeleine Gavin
Música: P.T. Walkley 
Duración: 95 minutos
Año: 2017


6 puntos


AUTOCONSCIENCIA DE MEDIO TONO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Existe una enorme cantidad de películas construidas alrededor de bodas, a tal punto que ya se ha constituido en un subgénero, que puede alternar entre la comedia y el drama hasta dentro de un mismo film: un sólido ejemplo es La boda de mi mejor amigo, tan hilarante como amarga. Algo parecido ha empezado a suceder con los films con varios actores veteranos, que apunta a un público definitivamente adulto y que, de manera directa o indirecta, toca la cuestión de la vejez y los legados. Una boda de locos (editada en Argentina por SBP) fusiona todos estos elementos –los típicos enredos de un casamiento entre dos personas entrando en las rectas finales de sus vidas, con instancias cómicas y dramáticas- y le agrega cierta autoconciencia, aunque en dosis moderadas.

El film escrito y dirigido por Damian Harris se centra en Eve Wilde (Glenn Close), una estrella hollywoodense ya prácticamente retirada que se apresta a casarse por cuarta vez, esta vez con un escritor llamado Harold (Patrick Stewart). Pero antes del evento ya hay una reunión a la que asisten familiares (como los hijos, interpretados por Noah Emmerich, Peter Facinelli y Jack Davenport), amigos, conocidos y hasta el que fue su primer marido, encarnado por John Malkovich. Obviamente, todo se irá descontrolando, en un núcleo familiar definitivamente disfuncional, repleto de individuos un tanto anárquicos, egomaníacos y enamoradizos, que van siendo retratados mayormente a través de la voz y mirada de Mackenzie (Grace Van Patten), la nieta que también tiene sus propios problemas amorosos.

No deja de ser llamativo que Una boda de locos, a pesar de durar poco más de noventa minutos, se toma un tiempo largo para hacer estallar todo, más preocupada por reflejar las tensiones, deseos y dilemas de los personajes a través de situaciones un tanto azarosas. Eso le juega en algunos pasajes a favor, porque el tono es definitivamente relajado, quitándole peso al potencial ombliguismo de ese Hollywood que se mira a sí mismo con algo de pose melancólica, pero también en contra, porque la narración luce un tanto perdida, sin un rumbo del todo claro y sin animarse del todo a dejarse llevar por el absurdo.

Cuando la película se decide finalmente a desencadenar los distintos conflictos y llevar las tensiones hacia un lugar más claro, también se suelta hacia una atmósfera de comedia más caótica y un tanto despareja, pero definitivamente más interesante. Eso la salva del aburrimiento, le da más pertinencia y sustancia a los personajes –especialmente al de Malkovich, que vuelve a mostrarse sumamente solvente-, y hasta le permite coquetear con una veta dramática sin subrayados. Vuelven a aparecer preguntas ya habituales sobre el sentido de la vida, para qué queremos una pareja, qué buscamos a través del amor y un largo etcétera, pero el relato sabe que estos interrogantes siguen sin tener respuestas claras, y lo aprovecha con inteligencia.

Una boda de locos encarrila justo en el momento apropiado su narración, tira un par de sentencias obvias pero sin caer en la soberbia y termina con un plano muy bueno, donde las miradas de Close y Malkovich agregan múltiples matices expresivos. Con eso le basta para ser una comedia chiquita pero atendible.

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